El Seminario diocesano invita a los jóvenes a participar del 26 al 30 de diciembre en una experiencia de solidaridad y fraternidad con los enfermos en el Cottolengo del Padre Alegre en las Hurdes (Cáceres).
La casa está dirigida por las Hermanas Servidoras de Jesús. En ella atienden a niños y adultos enfermos que no pueden ser atendidos por sus familiares ni ser acogidos en otros centros e instituciones. Los jóvenes participantes colaborarán en las tareas diarias que realizan las Hermanas para cuidar y acompañar a los residentes. Además compartirán con ellas oración y eucaristía diaria.
Si estás interesado en participar inscríbete enviando un e-mail a: seminario@diocesisdesalamanca.com. Las Plazas son limitadas.
La presidenta de Frater en Salamanca, Julia Prada, comparte su testimonio en un paseo por el centro de la ciudad, a pocos días del Jubileo de las Personas con Discapacidad, que se celebrará este domingo en la Catedral Vieja con una eucaristía, a las doce del mediodía
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Días previos al Jubileo de las Personas con Discapacidad, que se celebrará este domingo, 14 de diciembre, en la Catedral Vieja de Salamanca, la presidenta de Frater, Julia Prada, recorre el centro de la ciudad en su silla de ruedas. Avanza despacio, sorteando aceras estrechas y empinadas, bordillos mal salvados y obstáculos que aparecen con frecuencia en el camino. A su paso, la gente facilita que avance, con gestos sencillos que facilitan el trayecto y dibujan una ciudad más humana, aunque todavía con barreras físicas para quienes se desplazan con movilidad reducida.
En ese recorrido cotidiano, Julia comparte su testimonio y su vida. Además de presidenta de Frater en Salamanca, está casada, es madre de tres hijos y abuela de dos nietos, y su vida está marcada por una discapacidad con la que convive desde niña y por una fe que ha sido el eje de todas sus decisiones. Una fe que ella resume con una frase sencilla: “La discapacidad con fe no es discapacidad”.
Julia nació en Extremadura, “donde le tocó estar destinado a mi padre que era militar”, y desde pequeña convive con una discapacidad de origen incierto. Nunca se supo con exactitud, como ella misma comparte, si fue una parálisis cerebral u otra causa. Durante años estudió con esfuerzo, sabiendo que escribir le resultaba casi imposible por los nervios y los temblores. Los exámenes tenía que hacerlos de forma oral, con mucha tensión, y aun así, logró algo que nunca pensó que podría alcanzar: trabajar. “Jamás pensé que podía trabajar”, reconoce. Y lo dice desde la gratitud más profunda: “Gracias a Dios… porque si no, no”.
La fuerza que le da Dios
Para Julia, la fe es el hilo que da sentido a todo, y con ella afronta mejor sus limitaciones: no puede escribir bien, le cuesta hablar, su cuerpo no siempre responde. Y, sin embargo, afirma con convicción que Dios la ha acompañado siempre: “Él me ha hecho desarrollarme como una persona normal”. Y no desde la autosuficiencia, sino desde la confianza en un Dios que a ella le ha demostrado con hechos que su vida tenía valor.
Ella considera que Jesús no es una figura lejana ni anclada en el pasado. “Para mí Jesús de Nazaret está en mi época”, asegura. Le hubiera gustado vivir en su tiempo, tocarle, mirarle a los ojos, pero no lo vive como una ausencia. “Yo lo siento aquí”, afirma, señalando el presente. Si no fuera por Él —repite— no habría sido posible todo lo que ha hecho a lo largo de su vida.
Entre esas conquistas que parecían imposibles, Julia menciona con especial emoción la maternidad. Tiene tres hijos y recuerda que con el primero, y debido a sus temblores, pensó que no lo podría dar de mamar, “pero mi propio hijo, siendo bebé, me enseñó lo contrario, y conmigo en brazos estaba mejor que con nadie”. Ese recuerdo sigue siendo para Julia una de las pruebas más claras de que Dios ha estado presente en cada etapa de su historia.
Julia junto a Tino y la familia de Frater Salamanca
Su vínculo con Frater
Hoy, ya jubilada, su día a día está marcado por el cuidado de su marido, Moisés, cuya discapacidad ha avanzado con los años. Julia lo acompaña, lo ayuda y sostiene la rutina cotidiana con serenidad. Cuentan con apoyo en casa, aunque limitado y no siempre suficiente para cubrir todas las necesidades. Lo explica sin queja, con realismo y una actitud constante de agradecimiento.
En su camino personal y espiritual ocupa un lugar central Frater, el movimiento de personas con discapacidad con el que se encontró hace décadas y al que regresó con más intensidad tras su jubilación. Para Julia Prada, Frater es una familia, un espacio de acompañamiento y crecimiento, donde se fomenta la formación espiritual y se anima a cada persona a descubrir y desarrollar sus capacidades.
En estos días, el recuerdo de Tino, compañero de Frater fallecido esta misma semana, atraviesa inevitablemente su testimonio. Julia lo recuerda como una persona que “ponía el alma” para que cada miembro de Frater fuera capaz de hacer cosas por sí mismo, de pensar, de decidir, de crecer. No hacía por otros lo que podían hacer ellos mismos; les enseñaba a creer en sus capacidades. Su pérdida ha dejado a la comunidad tocada, pero también profundamente agradecida. Su vida se convierte ahora en legado y memoria viva dentro de este movimiento.
El Jubileo de la Discapacidad llega en este contexto cargado de emoción. Julia lo valora como una oportunidad necesaria para visibilizar y para cuidar el interior. “Hay que calentar el alma”, afirma. Destaca especialmente los gestos de inclusión previstos en la celebración: intérprete de lengua de signos, lecturas en braille y una liturgia pensada para facilitar la participación de todos.
Salida desde la iglesia de San Sebastián
La celebración tendrá lugar este domingo en la Catedral Vieja, con una eucaristía a las 12:00 horas, presidida por el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana. Julia invita no solo a las personas con discapacidad, sino a toda la comunidad. “Todos tenemos capacidades distintas”, recuerda. Porque la fragilidad no es patrimonio de unos pocos. Antes de la misa se realizará una procesión jubilar desde la iglesia de San Sebastián a las 11:45 horas.
Su manera de entender la fe lo resume todo: “Cristo no vino a ser famoso, vino a descubrirnos la felicidad, a darnos vida”. En vísperas del Jubileo, su testimonio ilumina con una fuerza serena y profunda. Una vida concreta que demuestra que la fe no elimina la discapacidad, pero sí la transforma. Y que, cuando se vive así, la discapacidad deja de ser el final del camino para convertirse en un lugar desde el que seguir caminando con esperanza.
La celebración tendrá lugar este viernes, 12 de diciembre, a las 20:00 horas, en la parroquia de San Juan de Mata, donde colabora en el acompañamiento a enfermos y la catequesis
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El obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, instituirá este viernes, 12 de diciembre, en los ministerios de acólito y lector a Juan Ignacio Fuentes, candidato al diaconado permanente, durante la eucaristía que celebrará a las 20:00 horas en la parroquia de San Juan de Mata, en Salamanca. Esta comunidad forma parte esencial de su camino vocacional y pastoral, donde colabora desde hace varios años en la pastoral de la salud y en la catequesis.
Un camino de fe en familia
Juan Ignacio, de 65 años, estuvo vinculado desde su infancia a la vida parroquial y a la espiritualidad ignaciana, y más tarde a la trinitaria. Está casado con Mari Carmen y es padre de dos hijos, Raúl e Iván, a quienes considera parte esencial del camino de fe que Dios le ha ido marcando.
Desde muy pequeño descubrió en la creación la presencia del Señor, experiencia que ha acompañado y sostenido su vida a lo largo del tiempo: “En la naturaleza acogía siempre mis huidas y escapadas con la mejor de sus caras, no importaba que lloviera, nevara, o hiciera un sol de justicia, en ella encontraba siempre la belleza, el amor y el orden; la manifestación y la presencia del Dios creador y sanador”, afirma.
Su relación con los padres Trinitarios, se inició con la elección del colegio para su hijo mayor, fue entonces cuando tanto su esposa como él comenzaron a colaborar tanto en el colegio como en la parroquia de San Juan de Mata. El carisma trinitario, centrado en la libertad de los hijos de Dios y expresado en el lema “¡Gloria a Ti Trinidad, y a los cautivos libertad!”, fue calando en su vida y resultó decisivo para su crecimiento espiritual y para la maduración de la llamada al diaconado permanente.
Juan Ignacio Fuentes junto a varios moderadores de celebraciones de la Palabra en espera de presbítero durante un curso de formación
Discernimiento y formación
Acompañado por el obispo, Mons. José Luis Retana, Juan Ignacio abrió un tiempo de discernimiento y formación a través de la Escuela de Teología en Internet (ETI) de los Dominicos. De manera simultánea, fue incardinado en la parroquia de San Juan de Mata, “colaborando en la pastoral de la salud, haciendo acompañamientos espirituales y llevando la comunión a los enfermos y personas mayores del barrio de San Bernardo, así como en la catequesis de Primera Comunión”, explica.
Además, es celebrante de la Palabra en espera de presbítero y, desde hace más de un año, presta este ministerio junto al grupo de celebrantes coordinado por la parroquia de Santa Marta, que cada fin de semana se desplazan a distintos pueblos de la sierras de Béjar y de Francia para garantizar la celebración dominical.
«Haz de mí un instrumento útil»
Al describir su experiencia vocacional, Juan Ignacio, reconoce que fue un proceso marcado por la escucha y la confianza en el Señor. Confiesa que, en un primer momento, le costó comprender su llamada: “para bien o para mal soy algo duro de oído, y no entendía la llamada del Señor”. Y elevaba esta oración: “Señor, con todos los que tienes para elegir: más capaces, más formados, más jóvenes. No entiendo que me llames a mí, ni creo que te sea de mucha utilidad”.
Hoy vive este momento como una llamada al servicio, sostenida por su encuentro personal con Cristo: “Jesús todo lo renueva con su mirada; te ves capaz y lleno de audacia, te invade una paz que nunca sentiste. Le miro a los ojos y con plena confianza le pido: “Señor, me sé pecador, no dejes que me suelte de ti. Haz de mí un instrumento útil””.
La institución en los ministerios de acólito y lector, que recibirá este viernes, supone para él “un paso más hacia donde el amor de Dios me quiera llevar“, vivido con gratitud, humildad y disponibilidad al servicio de la Iglesia.
La diócesis registra 479 declaraciones más y un incremento de 299.502 euros respecto al ejercicio anterior, reflejo de la confianza de los salmantinos en la labor social, pastoral y asistencial de la Iglesia
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Un total de 75.193 contribuyentes marcaron la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta correspondiente al ejercicio fiscal de 2024 en la Diócesis de Salamanca, según los datos provisionales facilitados por la Agencia Tributaria. Este dato supone un aumento de 479 personas respecto al año anterior y sitúa el porcentaje de asignación en el 40,41% de las declaraciones presentadas.
El importe total asignado asciende a 2.926.364 euros, lo que representa un incremento del 10,7% respecto a los 2.626.862 euros recaudados en el IRPF de 2023. En términos absolutos, la diócesis recibe 299.502 euros más, consolidando la tendencia ascendente de los últimos años tanto en número de declarantes como en recursos económicos destinados a sostener la misión de la Iglesia en Salamanca.
Es importante recordar que en la provincia de Salamanca conviven tres diócesis —Ciudad Rodrigo, Plasencia y Salamanca— y que estos datos corresponden exclusivamente a esta última.
Tendencia al alza a nivel nacional
Los resultados provisionales presentados por la Conferencia Episcopal Española señalan también un crecimiento significativo en el conjunto de España. En total, 7.946.347 contribuyentes marcaron la X a favor de la Iglesia, lo que supone 106.363 declaraciones más que en la campaña anterior. La asignación económica superó los 429 millones de euros, con un aumento del 12% respecto al ejercicio previo. Atendiendo a las declaraciones de la renta conjuntas, son más de 9 millones de españoles los que marcan la X en favor de la Iglesia católica, sin que eso suponga que les retengan más o que les devuelvan menos al hacer la declaración.
A pesar del aumento absoluto, el porcentaje global de declarantes desciende ligeramente debido al crecimiento del número total de declaraciones y al incremento de contribuyentes que no marcaron ninguna de las dos casillas (Iglesia o fines sociales).
La Conferencia Episcopal ha lanzado este año la campaña de agradecimiento “Más de 9 millones de gracias”, destinada a todas las personas que marcan la X en su declaración. Un gesto libre y gratuito que no implica pagar más impuestos ni recibir menos devolución, y que permite sostener la actividad pastoral, la acción social y el acompañamiento espiritual en parroquias, Cáritas y diversas iniciativas eclesiales.
La campaña incluye un vídeo con testimonios vinculados a la “Línea 105 Xtantos“ y un mapa interactivo que recoge, de forma visual y accesible, los datos de cada territorio. Los fondos recaudados a través de la asignación tributaria llegan a la Conferencia Episcopal, que los distribuye de forma solidaria entre todas las diócesis españolas. Este sistema garantiza que incluso las diócesis con menos recursos puedan sostener la actividad pastoral y atender las necesidades sociales y asistenciales de sus comunidades.
Presentación de la Memoria de actividades
La Conferencia Episcopal ha presentado también la Memoria de Actividades de la Iglesia en España 2024, un documento que recoge de forma sintética todo lo que la Iglesia realiza gracias, en parte, a la Asignación Tributaria: el anuncio del Evangelio, la celebración de los sacramentos y la atención a los más vulnerables.
La memoria muestra el alcance real de esta misión, con miles de sacerdotes, religiosos, catequistas y laicos implicados en parroquias, centros educativos y asistenciales, que cada año acompañan a millones de personas. También detalla el destino de los fondos procedentes de la X y el compromiso creciente de la Iglesia con la transparencia y la rendición de cuentas, subrayando que esta aportación de los contribuyentes se transforma en vida, servicio y presencia en todas las diócesis.
La Diócesis de Salamanca y la UPSA presentan el libro de Ediciones Encuentro, que reúne las homilías pronunciadas por Benedicto XVI en la intimidad de su servicio pastoral, auténtico testamento espiritual de su pensamiento y de su ministerio
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Casa de la Iglesia de Salamanca acogió este miércoles, 10 de diciembre, la presentación del libro “El Señor nos lleva de la mano. Homilías privadas” de Benedicto XVI, publicado por la Editorial Encuentro. Un acto organizado conjuntamente por la Diócesis de Salamanca y la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), en el que intervinieron el obispo de Salamanca, y Gran Canciller de la UPSA, Mons. José Luis Retana; el rector de la UPSA, Santiago García-Jalón; el decano de la Facultad de Teología, Román Ángel Pardo y el profesor de Teología Dogmática, Gaspar Hernández.
El libro recoge 56 homilías de Benedicto XVI, pronunciadas en su mayoría durante los primeros años como papa emérito, en celebraciones con pequeños grupos en su capilla privada. Este volumen constituye la primera entrega de un proyecto editorial más amplio, cuyo segundo tomo reunirá las homilías correspondientes al tiempo ordinario, ofreciendo así un testimonio de la hondura espiritual y pastoral de su predicación.
El legado espiritual de un pastor y teólogo
El obispo Mons. José Luis Retana, abrió el acto recordando la figura de Joseph Ratzinger como pastor y teólogo al servicio de la Iglesia, del que destacó “fue un hombre que vivió por y para la Iglesia, sosteniéndola en los últimos años de su vida, también con la oración y el silencio”.
Deteniéndose en su lema episcopal, “Colaborador de la verdad”, resaltó la centralidad de este servicio en su pensamiento y magisterio: “Con su ejemplo nos mostró la posibilidad de que buscar la verdad es posible y que dejarse poseer con ella es lo más alto que puede alcanzar el espíritu humano”. Asimismo señaló que el papa emérito “poseía una sabiduría llena de bondad y mansedumbre, de apasionada defensa de la verdad y de cuidada belleza en cuanto explicó y predicó”.
Mons. Retana señaló además cómo la celebración diaria de la Eucaristía y la predicación fueron el núcleo de su vida sacerdotal, también en los años de retiro, haciendo de estas homilías “un testimonio precioso y en cierto sentido único de la experiencia y del magisterio espiritual de un gran pontífice, teólogo, predicador, pero ante todo un creyente en Jesucristo”.
Fidelidad sacerdotal hasta el final
Por su parte, el rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, Santiago García-Jalón, centró su intervención en los “presupuestos implícitos” que revela el libro, en particular el testimonio sacerdotal de Benedicto XVI. Resaltó que en estas homilías aparece “un sacerdote, un obispo y papa que no desiste de la celebración de la Eucaristía y de la predicación, a pesar de la edad y de que va perdiendo fuerzas, continuó predicando hasta que ya la voz le fallaba”. Una fidelidad que nace de la identidad profunda del ministerio ordenado, como explicó el García-Jalón, “la celebración de la Eucaristía y la predicación no tienen un carácter funcional, sino que emanan del ser sacerdotal”. Por eso -añadió- aunque el auditorio fuera reducido, el papa emérito “persistía en la celebración y en la predicación”.
“Un padre de la Iglesia contemporánea”
En la presentación teológica del volumen, el profesor de Dogmática, Gaspar Hernández, estructuró su intervención en tres puntos: el género del libro, su título y su estructura y método, ofreciendo claves para su comprensión y “avivar el deseo de su lectura de lectura”. Situó esta obra en el conjunto del legado teológico y espiritual de Benedicto XVI, “la obra cuya primera parte hoy presentamos contiene su testamento espiritual, fruto de ese servicio a la Iglesia con su amor, oración y reflexión, al que quiso dedicarse los últimos años de su peregrinaje por esta tierra”. Y añadió que “no estamos ante un libro menor, ante una teología de segundo orden”, sino ante un texto que recoge la madurez de su pensamiento y la hondura de su fe.
Hernández mostró cómo en estas homilías se entrelazan la Escritura, la doctrina, la pastoral y la vida espiritual, al modo de los Padres de la Iglesia. Por ello, afirmó, “sin duda ninguna, en este libro el papa Benedicto XVI se muestra como un auténtico padre de la Iglesia contemporánea”.
El profesor subrayó igualmente la capacidad del papa emérito para expresar con sencillez los aspectos más profundos de la fe, convirtiendo estas homilías en “alimento para nuestro caminar hacia Él”. En este sentido, señaló que estas páginas no sólo iluminan a los fieles, sino que ofrecen una auténtica escuela de predicación: “leyendo estas homilías, los pastores aprenderemos a predicar mejor”. Finalmente, invitó a los presentes a acercarse a este “pozo” del que “brotarán… aguas que saltan hasta la vida eterna”.
Un Ratziger íntimo y cercano
Cerró el acto el decano de la Facultad de Teología, Román Ángel Pardo, con una intervención testimonial, en la que compartió su experiencia como lector de Ratzinger y la cercanía que se percibe en estas páginas. “Este libro es un Ratzinger íntimo”, afirmó, refiriéndose a que estas homilías permiten descubrir la cercanía, humildad y profundidad espiritual del papa emérito.
Asimismo, aludió a la actualidad de su diagnóstico sobre el mundo contemporáneo, al recordar que “el gran problema de nuestro tiempo es precisamente el analfabetismo religioso, el no conocimiento de Dios, la ausencia de Dios”.
Román Á. Pardo presentó el libro como un “don para la Iglesia” y un buen regalo para este tiempo de Navidad, invitando a leerlo como una oportunidad para redescubrir la esperanza cristiana desde la mano de un gran maestro de la fe.
La muestra de Lucía Vicente Ezcurra, abierta hasta el 18 de enero, convierte la Sala Núñez Solé del Palacio Episcopal en un espacio de contemplación y compromiso ante la situación de Gaza y Cisjordania. Una propuesta de la Diócesis de Salamanca para este tiempo de Adviento y Navidad
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Sala Núñez Solé del Palacio Episcopal acoge desde este miércoles, 10 de diciembre, hasta el 18 de enero, la exposición Tempo de renacer, de la artista salmantina Lucía Vicente Ezcurra. La muestra reúne una treintena de piezas creadas a partir del fotoescaparatismo, un lenguaje visual que la artista emplea para aproximarse a la realidad sufriente de Gaza y Cisjordania.
Desde esta mirada, Tempo de renacer se convierte en una propuesta en la que la Diócesis de Salamanca busca unir “estética y ética”, cultura e interpelación social, en pleno Adviento y Navidad, tiempos litúrgicos que proclaman la llegada del “príncipe de la paz”.
En su lectura de la exposición, el director del Servicio diocesano de Patrimonio artístico, Tomás Gil, destacó que Tempo de renacer, “no habla de una paz abstracta, sino de una paz concreta, la que hoy suplica el pueblo de Gaza y Cisjordania”. Recordó que una de las palabras más repetidas en Navidad es paz, pero que solo cobra sentido cuando se contempla la situación real de quienes la necesitan con urgencia: “La tragedia de Palestina y de Gaza nos ha atravesado a todos; nadie queda indiferente ante lo que está sucediendo”.
Para contextualizar la mirada artística de Lucía Vicente Ezcurra, el responsable diocesano de Patrimonio artístico recordó su trayectoria como especialista en escaparatismo. Tras su jubilación, comenzó una nueva etapa creativa en la que “se aventura a fusionar su anterior profesión con otras expresiones artísticas” como la fotografía, iniciando un nuevo estilo al que ha dado nombre de fotoescaparatismo.
“Lucía domina la luz, los volúmenes, los colores… y ahora pone todo ello al servicio de los grandes problemas de la humanidad”, destacó Gil. “Antes los escaparates exhibían productos; ahora, en sus obras, nos coloca frente a la realidad de los descartados, los desheredados de la tierra, los más pobres”, señaló. Una artista que no quiere que nos quedemos como “espectadores pasivos”, como quienes miramos la realidad desde el escaparate del móvil, sino que nos propone soluciones a través de un “compromiso desinteresado y gratuito que pueda sanar las heridas del nuestro mundo actual”.
La artista, explicó Tomás Gil, explora en esta muestra cuatro pilares necesarios para la paz: “La verdad, la justicia, el amor y la libertad” y propone la reconciliación como un horizonte posible, y evocó el ejemplo de Sudáfrica y la figura de Nelson Mandela: “Cuando nos dicen que la paz es imposible, la historia nos demuestra lo contrario” pero exige “dar pasos, hay que ser atrevidos, desinteresados y gratuitos”.
“Mirar estas obras es un gesto de justicia”
La delegada episcopal para una Iglesia samaritana y de la caridad, Mercedes Bayo,ss.cc ss.cc, ofreció una reflexión nacida de la contemplación de las piezas expuestas. En su opinión, Tempo de renacer invita a “reflexionar y a provocar que retoñe la esperanza en el género humano”, especialmente en unas semanas en las que la ciudad se llena de luces y celebraciones que pueden desdibujar el verdadero sentido de la Navidad.
Bayo recordó que la fe cristiana celebra la encarnación de Dios en un niño vulnerable, “rechazado y amenazado de muerte como tantos niños palestinos”, y que esta exposición permite actualizar ese misterio desde la mirada hacia quienes hoy siguen sufriendo la injusticia y la guerra. Contemplar estas obras “es un acto de responsabilidad”, dijo. “Contemplar el dolor en las obras de esta exposición (el hambre, la sed, la sinrazón de la destrucción, la mutilación,…) sin volver la cabeza para otro lado, es un paso para no dejarnos arrastrar por la globalización de la indiferencia”.
La delegada episcopal subrayó que la indiferencia deshumaniza, “nos mutila como seres humanos”, impidiendo que broten palabras de denuncia, gestos de compasión o iniciativas de justicia. Por eso agradeció a la artista su valentía y su sensibilidad: “Gracias, Lucía, por este regalo. Mirar estas obras espabila nuestra conciencia personal y comunitaria. Nos impiden que seamos indiferentes ante el dolor que provoca la violencia de la guerra”.
También recordó que más de 110 conflictos armados siguen activos en el mundo y que, ante ello, el arte y la belleza se convierten en armas de paz: “¿Cómo no revolvernos y movilizarnos con las armas del arte y de la belleza?”. Evocó las palabras del papa Francisco quien hablaba “de la cultura del encuentro como antídoto frente a la globalización de la indiferencia”, y la llamada del papa León XIV a no caer en “la globalización de la impotencia, promoviendo la cultura de la reconciliación”. Mercedes Bayo apuntó que las imágenes de Tempo de renacer invitan “a la reconciliación, a la vida, a romper las alambradas, los muros y lenguajes excluyentes”.
Y señaló que la Diócesis de Salamanca desea que esta exposición sea también un camino espiritual: “Queremos cuidar la esperanza haciendo un viaje interior al contemplar estas obras, y que podamos llegar simbólicamente a Belén, lugar de referencia para las religiones abrahámicas” y transformar las realidades que generan división e injusticia. “Empujaremos con lo que tengamos a mano para transformar las estructuras injustas, los muros que separan, abrir alambradas que liberen a los presos (de Palestina, a los de Ucrania, a los de tantos lugares). Llenaremos los carros de combate de orquestas que alivien con canciones; ojalá que de los drones caigan pinceles de colores; que de los barcos desembarquen maestros en educación de la no violencia; y, que de la boca de los líderes, que tienen tanta responsabilidad en esto, caigan sobre sus adversarios bendiciones”. Y concluyó su intervención con el deseo que atraviesa esta exposición: “todavía no lo vemos, pero surgirá otro tiempo donde sea posible el perdón. Caminemos tras la luz y hagamos posible el sueño de la paz”.
Un año marcado por el dolor
Lucía Vicente, agradecida y emocionada, cerró el acto. La artista reconoció haber trabajado “un año entero bajo el impacto de esas imágenes tremendas” de Palestina y de Gaza que llegaban a diario de los medios. “Cada día era una inspiración verlos”. Sus obras, elaboradas con materiales reciclados de su larga trayectoria en el escaparatismo y combinadas con fotografías y fotomontajes buscan en esta muestra, como ella misma expresó: ser “un lugar de recogimiento”, un espacio para que algo pueda renacer.
El vicario de Pastoral, Andrés González Buenadicha, explica el sentido del Jubileo de las Personas con Discapacidad, que la diócesis celebrará este domingo, 14 de diciembre, con una peregrinación y una eucaristía inclusiva presidida por el obispo en la Catedral Vieja
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
La Diócesis de Salamanca vivirá este domingo, 14 de diciembre, una jornada dedicada al Jubileo de las Personas con Discapacidad, que comenzará con una peregrinación desde la iglesia de San Sebastián y culminará con una eucaristía inclusiva, a las 12:00 horas, en la Catedral Vieja, presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana. Con motivo de esta celebración, entrevistamos al vicario de pastoral y coordinador de la Comisión diocesana para el Jubileo, Andrés González Buenadicha.
¿Por qué la diócesis ha querido dedicar un Jubileo específico a las personas con discapacidad?
Andrés González, vicario de pastoral de la Diócesis de Salamanca.
Desde la Comisión Diocesana para el Jubileo nos parecía una buena manera de cerrar este Año Santo. Además, la semana anterior, el 3 de diciembre, se ha celebrado el Día Mundial de la Discapacidad. Las personas con capacidades diferentes están en el corazón de la Iglesia, son los preferidos de Jesús, y para nosotros son siempre un altavoz y un signo de esperanza.
La jornada comienza con una peregrinación y una eucaristía adaptada. ¿Cómo se ha preparado este encuentro?
Hemos pedido a la comunidad de Fe y Luz que prepare tanto la peregrinación como la celebración en la Catedral Vieja. Queremos que esta jornada sea un eco de lo vivido en otros Jubileos: por un lado, la peregrinación, como signo de una Iglesia que camina tras las huellas del Señor Jesús Resucitado; y por otro, con la eucaristía en torno al sucesor de los apóstoles, celebrando juntos el banquete de Jesús.
El obispo ha dicho que las personas con discapacidad ocupan un lugar central en la Iglesia y que son un lenguaje de esperanza. ¿Qué aprendemos de ellas?
Nos enseñan la gramática del Evangelio, la de Jesús, que es la gramática del amor. Ellos nos enseñan a amar de verdad. En un mundo que valora la productividad y la eficiencia, las personas con discapacidad recuerdan que lo importante es amar y ser amados. En Jesús vemos cada día esa misericordia y ternura hacia los demás.
Las personas con discapacidad son maestros del Evangelio, y uno nunca sale indiferente. En mi experiencia, especialmente en las comunidades de Fe y Luz que acompaño.
Construir un mundo más humano
Este es uno de los últimos grandes momentos del Jubileo de la Esperanza. ¿Qué mensaje quiere transmitir la Iglesia con esta celebración?
Lo que hemos ido diciendo durante todo el año, como Iglesia diocesana queremos cantar la esperanza todos juntos, que decía el papa Francisco, solo así podemos construir un mundo más humano, inclusivo, fraterno y más pacífico. Y lo hemos querido hacer durante todo el año.
Este tramo final del Jubileo en nuestra diócesis, como pórtico de la clausura del 28 de diciembre, quiere ser un día precioso en el que la comunidad diocesana cante la esperanza.
Una invitación final para quienes quieran sumarse este domingo…
Invito a todas las personas con discapacidad que se reconocen amigas y amigos de Jesús, como cristianos, así como a sus familias y acompañantes, a vivir este día juntos.
La eucaristía presidida por nuestro obispo quiere expresar que la Iglesia es una familia, un cuerpo y que cuando falta uno de sus miembros, es un cuerpo herido. No queremos que falten las personas con discapacidad y celebrar juntos este día.
Un encuentro inclusivo y festivo que comenzará con una peregrinación desde la iglesia de San Sebastián y culminará con la eucaristía en la Catedral Vieja, presidida por el obispo de Salamanca y con intérprete de lengua de signos
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Diócesis de Salamanca celebrará el domingo, 14 de diciembre, el Jubileo de las Personas con Discapacidad, una cita que se enmarca en el Año Santo 2025, convocado por el papa Francisco ya a punto de concluir. La celebración se iniciará a las 11:45 horas con una peregrinación desde la iglesia de San Sebastián (en la Plaza de Anaya) hacia la Catedral Vieja, donde se celebrará la eucaristía jubilar a las 12:00 horas, presidida por el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana. La misa será inclusiva, ya que contará con intérprete de lengua de signos, para favorecer la participación de las personas sordas. Además, el acceso al templo se realizará por la Puerta de Santa Lucía, que dispone de rampa adaptada para personas con movilidad reducida.
“Sois maestros de paciencia, de resiliencia y de esa alegría que nace sin estridencias”
Con motivo de esta celebración, el obispoha dirigido una carta en la que invita a participar no solo a las personas con discapacidad, sino también a sus familias, a las asociaciones, profesionales, voluntariado y a la comunidad cristiana, con el deseo de vivir juntos una jornada que haga visible que este colectivo ocupa un lugar central en la vida de la Iglesia.
Mons. Retana subraya que este Jubileo es una oportunidad para “celebrar juntos la fe que nos sostiene y la esperanza que nos impulsa”, y expresa palabras de cercanía y reconocimiento hacia las personas con discapacidad: “Sois maestros de paciencia, de resiliencia, de esa alegría que nace sin estridencias, como una brasa que calienta incluso cuando no se ve”.
En su mensaje agradece la aportación que realizan a la comunidad cristiana a través de su manera de vivir, de acompañar y de sostenerse mutuamente, sin idealizar las dificultades, pero reconociendo la luz que tantas veces ofrecen a quienes caminan junto a ellas.
Una fiesta de la inclusión y de la fe compartida
El obispo insiste en que esta misa jubilar quiere ser un gesto de comunión en el que “celebremos juntos la fe que nos sostiene y la esperanza que nos impulsa”, y desea que sea “un signo de esa esperanza que no defrauda, una fiesta de la inclusión y de la fe compartida“. En este sentido, explica que la presencia de las personas con discapacidad “no es un límite, sino un lenguaje”, un lenguaje que “nos enseña que la vida no se mide por la eficacia, sino por la hondura; que la fragilidad no es un estorbo, sino un don; que la vulnerabilidad, cuando se acoge, se convierte en un sacramento silencioso de la ternura de Dios; y que la sociedad crece cuanto todos caben y todos cuentan“.
“Ocupáis un lugar central en la vida de la Iglesia”
Mons. José Luis Retana concluye su carta expresando su deseo de que este Jubileo sea para cada persona “el abrazo de Dios”, un espacio donde sentirse recibida y valorada: “Venid con vuestra historia, con vuestras búsquedas, limitaciones y talentos. Venid como sois”.
Dirige también un mensaje especial a quienes acompañan esta realidad en su día a día: “Os espero también a las familias que viví esta realidad, y a los equipos profesionales, personas voluntarias, amigas y amigos con gran compromiso y vocación, dedicáis vida y tiempo”.
Finalmente, recuerda que “la Iglesia os espera con los brazos abiertos, porque vosotros sois parte esencial de su corazón”.
En este II Domingo de Adviento, Mercedes Marcos ofrece una reflexión que nos invita a preparar el corazón para la venida del Señor, siguiendo la llamada a la conversión que Juan Bautista dirige hoy a la Iglesia y al mundo
Otra vez Adviento, de nuevo a la espera. Nos pasamos la vida esperando…
Hoy el Evangelio (Mt 3, 1-12) nos habla también de la espera y de cómo la entendía Juan Bautista. Jesús decidió hacerse cercano a nosotros, el Emmanuel, y cada año celebramos su nacimiento, el acontecimiento más asombroso que puede cambiar nuestra vida.
De este cambio nos habla el Bautista: convertirnos, preparar el camino y allanar los senderos.
Convertirnos, “dar el fruto que pide la conversión”. Conversión es cambio. ¿Qué necesito cambiar en mi vida? ¿Qué nueva actitud agradaría a nuestro Dios, que se nos acerca? ¿Acogida?, ¿suavidad?, ¿compromiso?, ¿silencio?, ¿perdón…?
Preparar el camino, el camino de nuestro corazón para el Encuentro, haciendo crecer dentro de él un espacio cada vez mayor para que el Señor lo ocupe; un espacio que supone vaciarme de mí mismo. ¿Cuál es el interés de mi corazón? ¿Qué ocupa mis horas?
Allanar los senderos, reparar los baches de los desencuentros, limar las asperezas de las relaciones, ceder, renunciar a alguno de mis caprichos en favor del hermano… Así, en el horizonte, vislumbraremos con mayor claridad la Luz del Emmanuel que se acerca.
Y Juan Bautista nos anima a hacerlo con urgencia, porque el tiempo apremia: “está cerca el Reino de los cielos”.
Me llama también la atención la elección de Juan Bautista: viste y come con austeridad; parece que no quiere que el vestido ni la comida le distraigan. Y además predica sin buscar palabras políticamente correctas, sino a las claras y a gritos.
Juan Bautista me invita y nos invita a reconocer nuestros fallos y pecados, a ser testigos y altavoces de la llegada del Señor, en espera de su Bautismo “con Espíritu Santo y fuego”.
Hagámoslo con decisión y esperanza, seguros de que, allanando senderos, quizá nos cansemos un poco más en el camino de la vida, pero aumentará nuestra alegría.
Así viven, rezan y acompañan a los enfermos estas religiosas, con una presencia que consuela y salva, tanto en el hospital como en los domicilios
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Entrar en la casa de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, en pleno corazón de Salamanca, es cruzar un umbral que aporta luz. En cuanto suena la campana y la puerta se abre, todo adquiere otra velocidad. No es que el tiempo se detenga, es que empieza a medirse de otra manera. A golpe de oración, de pasos silenciosos por los pasillos y de nombres de enfermos que se pronuncian con un cariño que no se fuerza. Aquí la vida no se teoriza, se entrega. Este reportaje pertenece a la serie “Vidas Consagradas”, del canal de Podcast de la Diócesis de Salamanca, dedicada a dar a conocer la vida y el servicio de las comunidades religiosas de la diócesis.
La comunidad actual de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, en Salamanca.
Las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, llevan más de 170 años dedicándose al cuidado gratuito y voluntario de personas enfermas en sus casas. Un carisma nacido del corazón de Santa María Soledad Torres Acosta que hoy siguen encarnando mujeres jóvenes y mayores que viven en comunidad, estudian, rezan, trabajan… y salen cuando cae la tarde o amanece para cuidar allí donde alguien no puede valerse por sí mismo. En Salamanca conviven nueve hermanas, junioras llegadas de varios países y hermanas veteranas que sostienen la casa. Una comunidad pequeña en número, inmensa en misión.
El día comienza con la oración en la capilla, donde juntas entonan: “Unidos a todos los pueblos, cantamos al Dios que nos salva…”. Para ellas, la oración no es un paréntesis, es el combustible que lo atraviesa todo. En esta casa, la diversidad es palpable, con hermanas procedentes de República Dominicana, México, Camerún, Guatemala, y con españolas de distintas edades. Cuando habla, la madre superiora, Sor Eudosia, lo expresa con naturalidad: “Aquí tenemos hermanas desde los 20 hasta los 84 años, y esta diversidad nos enriquece porque aprendemos unas de otras cada día”.
La veteranía y la juventud
Sor Melani y Sor Remedios.
Y así es: en el piso superior, Sor Remedios —la más veterana— conversa con una de las junioras, Sor Melani. Hablan entre risas sobre lo que cada una aporta a la otra. La joven lo dice sin rodeos: “Ustedes son el cimiento, y de usted estoy aprendiendo responsabilidad, amor a la misión, y cómo se hacían las cosas desde la Madre Soledad”. Sor Remedios baja la mirada y responde casi emocionada: “Cuando vosotras llegasteis, me disteis vida, y pensé: esto no muere, el instituto sigue, y seguirá, sois la prueba.”.
Hay hermanas que ya no salen de noche, pero su servicio es igual de imprescindible. Una de ellas es Sor Visitación, que lleva 57 años en la congregación. Su serenidad llena la sala incluso antes de hablar. “Aquí llevo el trabajo de enfermería, la sacristía, la secretaría… lo cotidiano, y acompañamos a las hermanas jóvenes cuando tienen que ir al médico o necesitan algo, esta también es misión”.
Casi sin darse importancia, enumera lo que hace, como preparar ornamentos, lavar purificadores, hacer compras, revisar pedidos, atender la puerta, escribir las crónicas de la comunidad… Y al final añade, con una sonrisa humilde que lo resume todo: “He salido muchos años a misión y lo echo de menos, pero alguien tiene que mantener la casa, y también es servicio”.
El cuidado de los enfermos
La hermana Ángeles baja las escaleras con paso ligero. Tiene 24 años y viene de México. Antes de abrir la puerta, reza delante de la Virgen junto a Sor Visitación. Empieza su ruta hacia el domicilio de Maribel, una mujer con síndrome de Down a la que acompaña cada mañana. Dirige sus pasos hasta el destino en medio del bullicio del centro, y comparte la tarea que allí realiza: “A Maribel la levantamos, la cambiamos, le damos medicación, la acompañamos al desayuno… Y así su madre puede descansar”. A ella lo que más me mueve es que se sienta querida, acogida.” Ángeles habla de su vocación desde el corazón: “Cuando nos sonríen… eso llena, y ahí sé que Dios está haciendo algo”.
Otra de las hermanas es Sor Carmen, cuya historia está entretejida con la de una familia que vive uno de los procesos más duros y delicados, como es el cuidado de Patricia, enferma de Huntington. Esta Sierva de María recuerda que la primera vez que vine, “me impactó, y busqué la enfermedad para saber cómo acercarme y entendí que no podía hacerlo sin oración”.
Y cuando llega a la casa de esta familia pregunta suavemente: “Patri, ¿cómo estás hoy?”. A veces, Patri responde con la cabeza, a veces con un beso. Otros días está inquieta. Pero para Carmen, cada gesto es una revelación: “Ella tiene algo que me atrae… ese amor que todavía da, incluso sin palabras”.
Un apoyo para el núcleo familiar
Tomás, el marido de Patricia, relata lo que han vivido desde 2015 con una honestidad brutal. Habla del amor, de la pérdida lenta, del miedo, del cansancio, de cómo la fe ha sido —sin quererlo él— un hilo que les ha sostenido: “Esto te va quitando vida… pero no me veo sin ella, yo no sería capaz de irme y vivir tranquilo, aquí hay amor, y las hermanas… son un regalo”.
Él tiene claro que si pudiera contratar a una hermana de estas, “la contrataría porque hacen las cosas bien, con cariño, y eso no tiene precio”. Cabe recordar que las Siervas de María no reciben nada económico por el servicio que desempeñan en el cuidado de los enfermos.
Otra de las hermanas es Sor Melani, una joven de Camerún, que sale de casa rumbo al hospital. Antes de marchar, como dicta la tradición, se reza un Ave María en la portería. Ella lo vive así: “Salgo confiando en el Señor. Le entrego al enfermo y me entrego yo también”.
En el hospital la esperan pacientes que no pueden quedarse solos durante la noche. Su trabajo es acompañar, escuchar, velar: “A veces no podemos hacer nada, solo estar, y ahí aparece Cristo”.
La celebración, abierta a toda la diócesis, tendrá lugar el próximo viernes, 12 de diciembre, a las 19:00 horas
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La Pastoral de Migrantes de la Diócesis de Salamanca organiza el próximo viernes, 12 de diciembre, su primera actividad diocesana, en concreto, un misa en honor a la Virgen de Guadalupe, patrona de México y símbolo espiritual para millones de personas en Latinoamérica. La celebración tendrá lugar a las 19:00 horas en la Catedral Nueva, y se invita a los asistentes a llevar una flor y una vela de pila.
Se trata del primer acto público desde la puesta en marcha de esta nueva pastoral, cuyo responsable es el sacerdote, José Miguel González, que subraya la importancia de este encuentro como gesto de acogida y unidad: “Queremos que nuestros hermanos migrantes se sientan en casa y esta misa es un signo de cariño hacia la comunidad hispanoamericana, especialmente la mexicana, muy arraigada en Salamanca”.
Una imagen muy venerada
La iniciativa cuenta con la colaboración de MEXSAL, la Pastoral Hispanoamericana y diversas comunidades latinoamericanas presentes en la diócesis. La imagen de la Virgen de Guadalupe, muy venerada por los fieles mexicanos, presidirá una eucaristía que busca convertirse en un espacio de fe compartida, gratitud y encuentro cultural.
Desde la Pastoral de Migrantes destacan que esta primera celebración “marca el inicio de un camino” que pretende acompañar, escuchar y ofrecer espacios de integración a las personas migrantes que viven en Salamanca.
El libro reúne por primera vez las homilías privadas del papa emérito y será presentado el 10 de diciembre en la Casa de la Iglesia, con la participación del obispo Mons. José Luis Retana, del rector y varios profesores de la Facultad de Teología de la UPSA
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La Diócesis de Salamanca, en colaboración con la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), presentará el próximo miércoles, 10 de diciembre, el libro “El Señor nos lleva de la mano. Homilías privadas”, de Benedicto XVI, publicado por Ediciones Encuentro. El acto, que se celebrará a las 20:00 horas, en la Casa de la Iglesia, contará con las intervenciones del obispo de Ciudad Rodrigo y Salamanca y Gran Canciller de la UPSA, Mons. José Luis Retana; el rector, Santiago García-Jalón; el decano de Teología, Román Ángel Pardo; y el profesor de Teología dogmática, Gaspar Hernández.
La obra reúne por primera vez las homilías que el papa Benedicto XVI pronunció en celebraciones eucarísticas privadas, tanto durante su pontificado (2005-2013) como en los años de su retiro como papa emérito (2013-2022), compiladas por el exportavoz del Vaticano, Federico Lombardi, sj . Son textos que permiten descubrir “un Ratzinger más íntimo” y cercano, libre de protocolos, en los que brilla su profunda espiritualidad, su pasión por el Evangelio y su modo particular de unir “la Palabra de Dios, las referencias a los Padres de la Iglesia y la actualidad de la vida del creyente”, según señala la Editorial Encuentro. Una predicación serena y luminosa, que como añade la editorial, permite casi escuchar “al papa Ratzinger explicando la Sagrada Escritura de un modo siempre nuevo, invitándonos a una relación viva y personal con Cristo”.
De cara al encuentro del día 10, el decano de Teología de la Universidad Pontificia, Román Ángel Pardo, destaca que la presentación será una ocasión para acercarse al “Ratzinger de siempre”, profundamente arraigado en la tradición eclesial y en la claridad de la fe. Agradece la propuesta del obispo para organizar este acto conjuntamente con la Diócesis, así como la participación del profesor Gaspar Hernández, “buen conocedor del pensamiento de Benedicto XVI”.
Pardo comparte que está disfrutando de este Adviento con la lectura del libro, que considera “un perfecto regalo de Navidad: algo que nos sirva para profundizar en la fe y para hacerla acrecentar, para vivir la Navidad, y todo este año, como creyentes, de un modo especial”. Ese es, afirma, el deseo con el que se convoca esta presentación, inspirada en el testimonio y la enseñanza del “gran teólogo, sacerdote y papa que ha sido Joseph Ratzinger–Benedicto XVI”.
Con ocasión de la presentación del catálogo de la exposición “Peregrinos de esperanza”, de Vicente Molina que pudo visitarse entre enero y mayo en el Palacio Episcopal, el vicario general, Tomás Durán, ofrece una reflexión que acerca al trasfondo espiritual y humano de la obra de este sacerdote y pintor soriano
Al presentar este bello catálogo, de la magistral exposición de Vicente Molina, quisiera escribir unas breves notas sobre la conversión de este pintor, las heridas de la vida y la esperanza pascual.
La conversión siempre tiene algo de una revisión de la vida pasada: una crisis de la persona y una mirada a la historia vivida, en la que has puesto pasión y empeño humano de alta intensidad, teñida por el gozo y, en ocasiones, por el hastío y vacío. La letra de la canción “Asuntos pendientes”, cantada interpretada por Rozalén y Abel Pintos, nos puede ayudar[1].
En ella se dice, algo que nace de la propia introspección: “miré dentro y pensé que algo debe cambiar”; y hasta puede haber planes de futuro a raíz del inicio de una nueva vida, pues se quiere “encontrar la razón, de las horas perdidas…”; y esto lleva a una aceptación del presente y, al mismo tiempo, a soñar con un futuro nuevo: “aceptar que hoy es hoy y que ayer fue pasado, que aprender a vivir es aprender a descubrir que el futuro está actuando”. Es bello escuchar esta canción, por la esperanza vital que contiene.
Catálogo de la exposición “Peregrinos de esperanza”, que albergó el Palacio Episcopal de Salamanca entre los meses de enero y mayo de 2025
Toda conversión tiene un componente de sorpresa y de “susto”, de algo inesperado, que la convierte en don. Como el que se lleva el agricultor que, al arar una tierra, encuentra un “tesoro escondido”; o el urbano comerciante de perlas que, en sus viajes de negocios, encuentra una “perla enorme” y de una belleza desconocida. El “susto” y la “sorpresa” son lo primero, pero no lo más importante, sino la “alegría que les da” a ambos, que los hace capaces de “vender todo lo que tienen” para comprar aquel campo y aquella perla, “pues les embarga una alegría que excede toda medida”[2]. Y es esta “experiencia de alegría y de belleza la que introduce a la vida humana en la eternidad”[3].
Es la alegría lo que convierte. Una alegría mayor de la que se ha experimentado hasta ahora. Y esto lleva a considerar “como basura todo lo anterior”, en la terminología paulina. Y es una herida de alguien que te ha encontrado, subyugado y te ha dejado herido de amor. Nadie lo ha expresado de manera tan bella como San Juan de la Cruz, en el Cántico espiritual[4]:
“¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido”.
Pero otro poeta, esta vez Miguel Hernández, nos ayuda a contemplar las heridas de la pintura del Vicente Molina, que pasan de su corazón, de pintor y sacerdote, a la debilidad del cartón, y del cartón a la debilidad del hombre, de la humanidad y de la historia; pues es en ella donde la misión se hace liturgia. El sacerdote pintor Vicente Molina es alcanzado en su itinerario vital por las tres heridas de las que habla el poeta, en su poema “Llegó con las tres heridas”[5].
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Es hermoso como describe estas heridas un filósofo español: “A la herida de la vida cabe llamarla gusto; a la del tú, amor; a la de la muerte, angustia; y a la del mundo, asombro. Expresado más plásticamente: el gusto es el abrazo de la vida; la angustia, el roce de la muerte; el amor, el presente del tú; y el asombro, el misterio del mundo”[6].
Nuestro pintor ha sido alcanzado por la enfermedad desde hace años. Y es que las heridas no se curan, nos acompañan, y las acompañamos nosotros. Y hablamos, y pintamos, desde las heridas. Vicente Molina pinta desde la fragilidad, y esa fragilidad la ha convertido en algo positivo. Hace de su vida un canto. ¡Cómo no recordar aquí la canción de Violeta Parra: “gracias a la vida”!”[7]. Pero la vida es un claroscuro. ¡Qué bien lo plasma Vicente en su pintura! El claroscuro de la vida, con la enfermedad, la angustia y el dolor. Su autorretrato lo expresa de manera admirable. Es la obra titulada “Enfermedad”. Es el “roce” de la muerte la herida que le toca; donde no se sabe que va a vencer en el cuadro: si la herida de la oscuridad, o la blancura victoriosa de la herida acompañada. Son experiencias de transfiguración, pascua vislumbrada y anticipada.
Y está la herida abierta por el mundo, que hemos de verla con asombro. El mundo es algo grande que me cae y me sobrecoge. Estamos alumbrados por la claridad de las cosas, pero perturbados por las sombras que se ciernen sobre el mundo. Esto nos provoca una herida, deslumbrados por la belleza y luz del firmamento, pero heridos por la inmensidad de la noche del mundo. Y es que “en una sociedad acelerada no hay tiempo para pararse y así percibir los guiños de la realidad… que intenta ofrecer lo bello y bueno que hay en ella”[8].
Pero en estas heridas mencionadas, prosigue el filósofo, “existen el tú y el amor. Y el amor es tan fuerte como la muerte. El amor no solo descentra (y relativiza), sino que, al mismo tiempo introduce una nueva orientación. No solo estamos destinados a la muerte, sino orientados al tú”[9]. Estas heridas, descritas brevemente con el apoyo del filósofo citado, se ven reflejadas de manera muy bella en los cuadros de la exposición. Las metáforas de la luz, transidas de esperanza pascual, que todo lo envuelve, son las más usadas en esta dramática: luz, pero también la oscuridad; celebraciones de luz y conjuros de la oscuridad. Todo ello lo hemos vislumbrado en esta exposición y, podemos seguir gustándolo en el catálogo que hoy presentamos.
Pero acabamos. No sería completa esta pequeña reflexión si no hablamos de Alguien, que “con sus heridas nos ha curado”, y que no es otro que Jesús, nuestra esperanza. Las manos de Jesús atraviesan toda la exposición de la esperanza: las manos misericordiosas en los caminos, que tocan las heridas de los pobres; las manos crucificadas y heridas que son las que nos sanan; y, las manos heridas, pero encendidas de Pascua, que se ofrecen en la mañana de Pascua al universo entero para ser incendiado de esperanza. Desde esa esperanza vivimos, aunque gimiendo por su consumación.
Ha sido una exposición que nos ha ayudado, en Año del Jubileo de la esperanza, a contemplar en nuestra realidad salmantina y castellana “los signos de los tiempos, que contienen el anhelo humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, y requieren ser transformados en signos de esperanza”[10]. Esta tierra, con los hombres y mujeres que caminan bajo estos cielos, necesita este aliento de una esperanza que no defrauda.
Estamos en Adviento, tiempo de esperanza. Con estas palabras ponemos punto final a estas notas. Con ellas, con la mirada en el Señor que viene a regir la tierra, las ofrecemos como una aclamación a Él: “Estás delante de la mesa, en pie, con blanca túnica y ceñidor de oro. Tus ojos encendidos, llamas de fuego, y tus pies firmes, metal precioso acrisolado. En la mesa grande de tus manos, el corro de las siete estrellas de tu iglesia. Tu rostro brilla como el sol en su ápice y tu palabra estremece nuestra aventura entera. Partes el pan y la copa en el banquete del amor esponsal, ya consumado. Los corazones se sobresaltan de alegría desmedida por los latidos del Espíritu. Y no sabemos qué contarte antes, si el gozo de que ya estás entre nosotros o la esperanza ardiente de que vengas a secar ya todas las lágrimas. ¡Maranatha!”[11].
Gracias a todos.
Tomás Durán Sánchez , vicario general y moderador de Curia
El artista durante la presentación del catálogo de su obra, en la sala Jovellanos de la Casa de la Iglesia de Salamanca.
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FIN DE UN ARTICULO
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