06/04/2020
Como todas la mañanas salgo de casa de camino al trabajo con temor de recibir noticias durante el día por lo que estamos viviendo, ya sea de aquí o de mi país, Perú. Pero cuando doy el primer respiro de aliento y me digo a mí mismo: ¿acaso Dios no me da estas fuerzas para seguir?
Hay residentes y compañeros esperándome para hacer lo que más me gusta: cocinar. Como cuando enciendo los fuegos, así se enciende mi mente y comienzo a cocinar que es lo que más me gusta hacer. El temor termina y empieza la misión, misión que se me ha otorgado como un soldado en una guerra.
Las horas pasan y mantengo la motivación y empiezo a notar que hay compañeros que necesitan un aliento; hay residentes que necesitan una palabra, un saludo, una sonrisa, que ahora se ha vuelto muy necesaria en el trabajo. Si ayudo a las personas a motivarles y robarles una sonrisa el día no me habrá sido en vano. Lo pienso a cada instante.
Luego al llegar a casa, me planteo: ¿Habré ayudado a alguien?. Solo agradezco a Dios que nos guarde y que nos dé fuerzas también para mañana y así seguir cada día.