06/12/2025
Otra vez Adviento, de nuevo a la espera. Nos pasamos la vida esperando…
Hoy el Evangelio (Mt 3, 1-12) nos habla también de la espera y de cómo la entendía Juan Bautista. Jesús decidió hacerse cercano a nosotros, el Emmanuel, y cada año celebramos su nacimiento, el acontecimiento más asombroso que puede cambiar nuestra vida.
De este cambio nos habla el Bautista: convertirnos, preparar el camino y allanar los senderos.
Convertirnos, “dar el fruto que pide la conversión”. Conversión es cambio. ¿Qué necesito cambiar en mi vida? ¿Qué nueva actitud agradaría a nuestro Dios, que se nos acerca? ¿Acogida?, ¿suavidad?, ¿compromiso?, ¿silencio?, ¿perdón…?
Preparar el camino, el camino de nuestro corazón para el Encuentro, haciendo crecer dentro de él un espacio cada vez mayor para que el Señor lo ocupe; un espacio que supone vaciarme de mí mismo. ¿Cuál es el interés de mi corazón? ¿Qué ocupa mis horas?
Allanar los senderos, reparar los baches de los desencuentros, limar las asperezas de las relaciones, ceder, renunciar a alguno de mis caprichos en favor del hermano… Así, en el horizonte, vislumbraremos con mayor claridad la Luz del Emmanuel que se acerca.
Y Juan Bautista nos anima a hacerlo con urgencia, porque el tiempo apremia: “está cerca el Reino de los cielos”.
Me llama también la atención la elección de Juan Bautista: viste y come con austeridad; parece que no quiere que el vestido ni la comida le distraigan. Y además predica sin buscar palabras políticamente correctas, sino a las claras y a gritos.
Juan Bautista me invita y nos invita a reconocer nuestros fallos y pecados, a ser testigos y altavoces de la llegada del Señor, en espera de su Bautismo “con Espíritu Santo y fuego”.
Hagámoslo con decisión y esperanza, seguros de que, allanando senderos, quizá nos cansemos un poco más en el camino de la vida, pero aumentará nuestra alegría.
Buen domingo.
Mercedes Marcos, Talleres de Oración y Vida