AGENDA ACTUALIDAD DIOCESANA

10/06/2025

¡Tela, telita…!

El sacerdote Tomás Durán reflexiona este mes en su columna de opinión sobre el curso de Formación Permanente del Clero, enfocado este año en la formación humana del sacerdote. En ella, destaca las enseñanzas de Stefano Guarinelli y del P. Luis María García SJ, que invitan a una revisión profunda de la madurez personal como base imprescindible para un ministerio sacerdotal auténtico y fecundo

 

Este curso, en la programación diocesana de la Formación Permanente del Clero, queríamos —pues todos lo pedíamos— afrontar la formación humana del sacerdote. Lo hacíamos impulsados por muchas causas y razones, y llevados por el eco interminable del valioso documento magisterial de San Juan Pablo II, donde dice: «Sin una adecuada formación humana, toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesario». Esta afirmación de los padres sinodales expresa no solamente un dato sugerido diariamente por la razón y comprobado por la experiencia, sino una exigencia que encuentra sus motivos más profundos y específicos en la naturaleza misma del presbítero y de su ministerio. [1]

Si tuviéramos que calificar al profesor Stefano Guarinelli, por la lectura de su libro [2], texto base de la Formación Permanente del Clero en este curso que termina, lo calificaríamos como: “Guarinelli, el oscuro”. Pero si lo escuchamos en la magistral lección presencial, que impartió al clero salmantino el pasado 3 de marzo, no diríamos eso. Este sacerdote de la Diócesis de Milán, profesor ahora en la Universidad Gregoriana, es vivaz, simpático, claro, conoce a la perfección nuestro idioma… ¡alguien verdaderamente genial! Lo mismo por su sabiduría teológica o psicológica, que en su admirable capacidad pedagógica. A ello se une el conocimiento eclesial: de los curas, de los seminaristas y de los seminarios, de la misma sociedad y su cultura. En su conferencia nos reconoció que su libro puede ser difícil de leer, pero nos dio cuatro claves de lectura de una gran claridad, calidad y hondura.

Hay que hacerse como niños, fue la primera clave de lectura. No por el infantilismo, sino por la inocencia, apertura, gratuidad y asombro de la niñez. Cualidades que revitalizan al sacerdote y su ministerio de una manera extraordinaria. Ellos, los niños, son puestos como ejemplo por Jesús en el Evangelio.

La clave segunda clave es que hemos de ser tan amigos de los místicos como de los teólogos, o incluso más de los primeros. La sabiduría teológica ha de ir acompañada de una “iluminación” de los ojos y del corazón, que a los místicos les hace vivir una existencia nueva.

En la tercera — no la recuerdo bien— creo que nos asomaba al servicio como forma suprema de ministerio. El lavatorio de los pies es el paradigma de la sinodalidad, de evitar el clericalismo y todo intento de vida superior.

Y la cuarta, una clave bellísima, es que tengamos amigos que vivan en la fragilidad, en la discapacidad, y que ellos sean amigos nuestros y maestros de nuestra vida y ministerio.

Son claves preciosas para la madurez humana del sacerdote. Desde ellas, desde las cuatro, nos invitaba a leer los capítulos de su libro, que son diez: la oración, la tentación, la ansiedad, la mirada, la alteración, la fecundidad, la transgresión, la pertenencia, la soledad y la presidencia. ¡Tela, telita…!.
Pero junto a “la presentación” de este libro por el autor, en un mañana completa, tuvimos una charla magistral con el P. Luis María García Domínguez SJ, con unos materiales que nos distribuyó, titulados: “Madurez e inconsistencia del sacerdote. Pistas frente a la inmadurez”, acompañados de una amplia bibliografía para profundizar en el tema.

Estos folios, que invito a rescatar de la carpeta, son muy valiosos. Su conferencia fue de verdadero sabio en la materia, y el diálogo mantenido con él nos ayudó mucho. Si a Guarinelli lo calificábamos de “oscuro”, a este podemos decir que es un “preguntón”. En esos folios a rescatar —insisto— había dos cuestionarios muy importantes. Si el clero diocesano se hiciese cada uno individualmente esas preguntas, que seguramente aún no nos las hemos hecho, o sí, desde la iluminación que da, tocaríamos fibras profundas de la dimensión humana, tan importantes en nuestro ministerio.

Si esas mismas preguntas, las hacemos y respondemos con el acompañante, director espiritual, confesor o amigo sacerdote y hermano en el que cada uno confía, nos situarían en caminos de madurez humana satisfactoria, que nos ayudarían mucho a no engañarnos con justificaciones espiritualistas o teológicas, a generar más comunión diocesana no “echando balones fuera”, y a una misión o “actividad pastoral compartida” más atrevida. Porque la dimensión humana saldría fortalecida. Busquemos la carpeta… ¿dónde está? [3]
Gracias a los hermanos de la Delegación del Clero.
¡Ánimo para el curso que viene!
Ha sido un regalo este tema. Gracias.

Tomás Durán Sánchez
Párroco “in solidum”, de Doñinos de Salamanca

 

[1 ]  Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal “Pastores dabo vobis”, n. 43. Roma, 1992.

[2]  S. Guarinelli, El sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual. Salamanca: Sígueme, 2024.

[3]  Los sacerdotes que deseen tener los valiosos folios del P. Luis María García SJ, se los podemos proporcionar.

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