ACTUALIDAD DIOCESANA

19/05/2020

Acompañar en la soledad a la luz de los evangelios

El domingo celebrábamos la Pascua del Enfermo, bajo el lema: “Acompañar en la soledad”. Durante esta semana los capellanes del Complejo asistencial de Salamanca nos van a proponer hacer una lectura de diferentes evangelios contextualizados en la situación que estamos viviendo. Inaugura esta sección el sacerdote Andrés Pinto Barbero, quien además es párroco de Valdecarros, acercándonos la escena de la curación de un enfermo en la piscina de Betesda e invitándonos a esperar esperanzados.

 

CURACIÓN DE UN ENFERMO EN LA PISCINA DE BETESDA (Jn 5, 1-16)

 

Del santo Evangelio según san Juan 5,1-16 

En un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a 
Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las 
ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco 
pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba 
curado de cualquier enfermedad que tuviera. 
Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho 
años enfermo. Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba 
mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: "¿Quieres 
curarte?"

Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logró 
llegar, ya otro ha bajado antes que yo". 
Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y anda". Y al 
momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. 
Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: "No te es lícito cargar tu camilla". 
Pero él contestó: "El que me curó me dijo: "Toma tu camilla y anda". 
Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te dijo: "Toma tu 
camilla y anda?". Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: "Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor". Aquel hombre fue y les contó a los judíos que 
el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos 
perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Si me pongo de observador desde uno de los cinco pórticos de la piscina de Betesda y miro al paralítico que llevaba esperando 38 años para entrar en la piscina cuando el agua se agitase y así ser curado, lo primero que me sugiere este texto es que los “tiempos “ del Señor y los nuestros son distintos, como lo son también, a veces, sus caminos y los nuestros (Is 55, 8-9); en la enfermedad y en otros acontecimientos amargos nos movemos y actuamos, casi siempre, en un “aquí y ahora “ sin tener en cuenta lo que hemos sido, ni preocupándonos tampoco del cómo repercutirán esos acontecimientos en nuestro futuro, nos centramos únicamente en nuestro presente y asi decimos: ¡¡ Señor tenemos hambre, danos de comer!!. Señor, estoy enfermo o mi madre está en el hospital, sánanos!!

Jesús actúa en el tiempo que más nos conviene

Y queremos, es más, casi exigimos que el Señor actúe en ese “aquí y ahora “. Distinto es el proceder del Señor, Él va entretejiendo nuestras vidas desde que nacemos hasta que morimos, atendiendo siempre al más allá, a nuestro futuro de gloria. Por eso creo, aunque me cuesta decirlo, que Él actúa en el tiempo que más nos conviene. Preguntémonos: El paralítico de Betesda, si iba a ser curado ¿por qué no lo fue antes? ¿por qué tuvo que esperar ese tiempo?, es más ¿por qué Jesús si iba a resucitar tuvo que pasar por la pasión y la muerte?. Este paralítico tuvo que esperar porque en él tenía que manifestarse en ese momento, el poder de la Palabra de Jesús y así su sanación le sirviera no solo para poder andar sino sobre todo para orientar su vida presente hacia ese futuro de gloria que a todos también nos aguarda. Estoy seguro que por esta espera el paralítico pudo comprender el verdadero sentido de su sanación, así como también, hubiera comprendido la respuesta a su NO sanación, en el caso de no haber sido curado.

Paciencia en la espera

Si nos fijamos, así fue el ministerio de Jesús entre los hombres. Jesús, actuaba en “su tiempo “, cuando más convenía a la gente; en el pasaje de la resurrección de Lázaro vemos como Jesús después de comunicársele que Lázaro estaba enfermo decide esperar, aún dos días más hasta que Lázaro murió (Jn 11, 6-7). Jesús actuó teniendo en cuenta el tiempo presente de sus discípulos, el de las hermanas de Lázaro y sobre todo lo hizo mirando el alcance transcendental de su Palabra. ¿Cómo comprender si no el trance amargo de su Pasión y Muerte? Sin esa espera en sus actuaciones es imposible. Por todo ello, creo, que este pasaje de la curación del paralítico, nos enseña ante todo, a saber esperar, a tener paciencia en la espera, sabiendo que en el tiempo propicio encontraremos la respuesta de por qué el Señor no actuó antes y si ahora, o al contrario por qué antes si y ahora no. Como el paralítico, esperemos, no con resignación, sino en una espera esperanzadora.

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