07/11/2025
“Amó a los suyos hasta el extremo” (Jn 13,1). Con estas palabras, que dan título a la exhortación apostólica Dilexit Te de León XIV, la Iglesia es invitada a mirar sin miedo hacia las fronteras más duras de nuestra sociedad y a descubrir allí, en el rostro de quienes sufren, la presencia viva de Cristo.
En nuestra diócesis, uno de esos lugares donde el Evangelio se hace más verdadero y urgente es la prisión. En medio de muros, barrotes y largos silencios, la Pastoral Penitenciaria de Salamanca encarna la misericordia de la Iglesia y su compromiso con las personas privadas de libertad. Esta presencia no es algo accesorio o secundario: es parte esencial de nuestra acción evangelizadora.
Cada semana, capellanes, voluntarios y agentes pastorales atraviesan las puertas del Centro Penitenciario de Topas para encontrarse con hombres y mujeres que cargan con historias difíciles y heridas profundas, pero que siguen siendo hijos e hijas de Dios. Allí donde muchos ven solo expedientes, delitos o condenas, la pastoral ve rostros, escucha nombres, reconoce biografías y abre caminos. Desde ahí nace un trabajo paciente, callado y constante de escucha, de consuelo, de acompañamiento espiritual y humano.
La exhortación apostólica Dilexit Te ha llegado como un soplo de aire renovador a esta misión. León XIV recuerda a toda la Iglesia que la misericordia no es una actitud piadosa reservada a los templos, sino un modo de vivir la fe que nos empuja a salir y a estar donde nadie quiere estar. La pastoral penitenciaria encuentra en estas palabras una confirmación profunda: amar a quienes están en prisión es amar a Cristo mismo en su rostro herido. La cárcel, con toda su dureza, no es un lugar donde Dios está ausente; es, paradójicamente, un lugar donde su presencia se hace más urgente, más necesaria y más luminosa.
La labor de la Pastoral Penitenciaria de Salamanca no se reduce a visitas ocasionales. Es un trabajo amplio y humano que abarca distintas dimensiones. Dentro de prisión, los equipos de pastoral comparten oración y Eucaristía, escuchan, orientan, acompañan procesos espirituales y humanos, defienden derechos cuando es necesario y están cerca, sin condiciones. Fuera de prisión, acompañan procesos de salida, sostienen a personas en casas de acogida, facilitan la integración en comunidades, coordinan redes solidarias y trabajan junto a entidades sociales para abrir oportunidades reales de vida nueva. Además, forman voluntarios, crean espacios de reflexión y sensibilizan a la diócesis sobre una realidad que con demasiada frecuencia permanece invisible.
Todo esto se hace desde la humildad del Evangelio. Cada encuentro es una escuela de humanidad y de fe, porque quienes entran a prisión en nombre de la Iglesia no solo llevan algo: también reciben. Reciben la fuerza y la lucidez de quienes viven en la intemperie, el coraje de quienes luchan por recomenzar, la verdad desnuda de quienes reconocen sus heridas y buscan redención. La Pastoral Penitenciaria no trabaja “para” las personas privadas de libertad, sino “con” ellas, caminando juntos desde la convicción de que la gracia de Dios no excluye a nadie.
Pero no vivimos en un tiempo fácil. En nuestra sociedad crecen las corrientes punitivistas que reducen la justicia a castigo y cierran la puerta a la esperanza. Se endurecen las leyes, se alargan las condenas, se utilizan criterios arbitrarios para negar derechos básicos, se perpetúan etiquetas que excluyen. Se instala la idea —tan cómoda como injusta— de que quien ha cometido un error debe ser apartado para siempre. Frente a esta cultura de la dureza, la Pastoral Penitenciaria levanta la voz con humildad, pero también con firmeza. Lo hace desde la experiencia diaria, desde el Evangelio y desde una fe que no se resigna a que la cárcel sea una condena a la invisibilidad. Lo hace recordando que nadie es irrecuperable, que toda persona puede volver a levantarse, y que la verdadera justicia no consiste en castigar sin fin, sino en abrir caminos de reconciliación y de vida nueva.
Dilexit Te ilumina esta tarea de forma clara y exigente. León XIV recuerda que la Iglesia no puede limitarse a consolar: debe también denunciar con valentía. Denunciar cuando se pisotea la dignidad humana, cuando se convierte la prisión en una herramienta de marginación, cuando se niegan derechos en nombre de una falsa seguridad. Denunciar no es ir contra nadie: es ser fiel a Cristo y a su Evangelio. Es afirmar, con gestos y con palabras, que la misericordia tiene más fuerza que el castigo y que una sociedad que excluye no se construye sobre roca firme.
Por eso, la Pastoral Penitenciaria no es —ni debe ser— un servicio reservado a unos pocos especialistas. Es una misión que interpela a toda la diócesis. Cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada creyente puede formar parte de este camino de muchas maneras: con la oración, con la acogida, con gestos sencillos de solidaridad, con un voluntariado comprometido, con una palabra justa cuando se estigmatiza a los más frágiles. Esta pastoral necesita manos, corazones y comunidades que no tengan miedo de mirar esta realidad de frente y de implicarse en ella con fe y con ternura.
Amar hasta el extremo no es una frase bonita. Es una decisión que cambia vidas, que transforma miradas y que hace presente el Reino de Dios en lugares donde parecería imposible. La Pastoral Penitenciaria de Salamanca es testimonio vivo de que ese amor es posible. Cada rostro acompañado, cada encuentro, cada gesto de misericordia es una semilla de Evangelio plantada en tierra árida. Y cada semilla, aunque crezca despacio, anuncia un futuro distinto: un futuro en el que nadie quede fuera, en el que la justicia no tenga forma de muro, sino de abrazo.
Que Dilexit Te siga siendo para nuestra pastoral una fuente de luz y de fuerza. Que nos recuerde siempre que la Fe no se mide en discursos, sino en la capacidad de amar sin condiciones, de acompañar sin miedo y de denunciar la injusticia sin temblores. Y que toda nuestra Diócesis sienta que esta misión no es periférica ni secundaria, sino una de las expresiones más puras, más verdaderas y más urgentes del Evangelio de Jesús.
Samuel Huesca, jurista y miembro del Servicio diocesano de Pastoral Penitenciaria de Salamanca