ACTUALIDAD DIOCESANA

Los cristianos de todo el mundo celebramos este domingo la fiesta de “Jesucristo, Rey del universo”. Con ella se cierra el Año litúrgico, dando paso el domingo que viene al nuevo tiempo de Adviento-Navidad.

Dicen los cineastas que, en las películas bien hechas, los cinco minutos finales manifiestan con una claridad evidente el mensaje profundo que se pretendía transmitir. Pues eso ocurre con este domingo de Cristo Rey. Los cristianos proclamamos que, aunque parezca increíble, ese Jesús al que hemos seguido en los evangelios dominicales de todo el Año litúrgico, el Jesús que nació en un pesebre, que pasó haciendo el bien entre pobres y enfermos, que murió clavado en una cruz, abandonado por los suyos y condenado por todos… ese Jesús, contra todo pronóstico, ha sido resucitado por Dios Padre y constituido Rey del universo. Señor del cielo y de la tierra, de la humanidad y de la historia. Todo confluye en él.

Theilard de Chardin, teólogo y paleontólogo eminente de principios del siglo XX, no se cansaba de decir que todo en el Cosmos está en evolución hacia Cristo, revelación del Amor de Dios, que todo lo sostiene y mueve. ¡Y esto es verdad más allá de nuestras cegueras humanas, afanes desmedidos y pretensiones ilusorias de ponernos a nosotros mismos como el centro del universo!… Para quien llegue a mirar el mundo desde su verdad profunda, todo es “Diafanía”: manifestación de la presencia del Amor de Dios revelado en Jesucristo, hacia el que caminamos todos, lo creamos o no.

La   fiesta de “Jesucristo, Rey del universo” es hoy una celebración a contracorriente de la cultura dominante y revela lo más profundo de nuestra fe y esperanza cristianas. Parece surrealista cómo, en estas mismas fechas, la campaña comercial del Black Friday se nos impone de mil maneras para hacernos creer que el dinero es el Rey del universo y que la realeza se mide por la capacidad de tener y consumir. Sin embargo, los cristianos lo tenemos claro: en este domingo celebramos a Cristo como Rey y al amor como la realeza que da vida. Y afirmamos que nuestra vida, la de todos, latirá al ritmo de la verdad y será plena cuando creamos esto, y cuando dejemos que Cristo reine en nuestros corazones.