15/11/2020
En la “parábola de los talentos” Jesús nos deja claro que se puede vivir de dos maneras: con nuestros talentos enterrados o activos. Y el buen entendedor se pregunta: ¿Yo soy de los primeros o de los segundos? Cuando llegue el momento de rendir cuentas, ¿qué le diré a Dios?
Pues depende de cuál haya sido el motor principal de mi vida: si el miedo o el agradecimiento. SI HE VIVIDO DESDE EL MIEDO – al fracaso, a los problemas, a no dar la talla, al qué dirán, a que mi vida no resulte – entonces le diré a Dios: “Confieso que lo principal para mí ha sido vivir tranquilo y que me dejen en paz. ¿Qué hay de malo en eso?”… Pero hay otro camino al alcance de todos: SI EL MOTOR DE MI VIDA HA SIDO EL AGRADECIMIENTO A DIOS – por la vida y la salud, por el aire y el sol, por los sueños perseguidos y las luchas vividas, por las personas con las que he compartido- entonces le diré: “Aquí tienes mi vida, estoy profundamente agradecido por las posibilidades que me diste y la capacidad de amar y servir, que yo intenté desarrollar al máximo, para bien mío y de los demás… Porque, ¿cómo no iba a aprovechar y disfrutar esta vida, que es el mayor regalo? ¿Y cómo no iba a dar gratis lo que recibí de ti gratis?”
El miedo que me repliega, o el agradecimiento que me impulsa a darme, a seguir esta cadena solidaria que Dios me ha confiado: esa es la cuestión. Hoy es el día indicado para decidirte. Es la Jornada Mundial de los Pobres, y el Papa Francisco en su mensaje te dice: “DALE TU MANO AL POBRE”. ¿Y tú, qué le respondes: “no tengo mano, la he enterrado”? ¿O mejor le dices: “aquí me tienes, cuenta con todo lo que esté en mi mano”?… El Papa Francisco te mira sonriente, dice tu nombre y repite: “Dale tu mano al pobre”.