ACTUALIDAD DIOCESANA

27/05/2022

“Ecuador está lleno de personas con necesidades, pero que saben compartir y tener resiliencia”

Desde hace tres años, Julio Pérez, misionero laico salmantino de las comunidades Adsis, vive en este país de América del Sur, donde lideran varios proyectos sociales enfocados en la familia, la educación y las mujeres

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Julio Pérez es salmantino, de la comunidad Adsis de Santa Marta de Tormes, y desde hace tres años, su vida está volcada en la misión que realiza en Ecuador. Su primer destino fue Quito, la capital del país, donde llegó en 2019, pero en la actualidad vive y desarrolla su labor en Portoviejo, en la costa, una ciudad de cerca de 300.000 habitantes.

Julio Pérez desarrolla su misión en la ciudadela San Gregorio, en Portoviejo (Ecuador)

La comunidad Adsis realiza su misión social y pastoral en la ciudadela (barrio) de San Gregorio, conocida por La Piñonada, “uno de las zonas más pobres de la parroquia de San Ignacio de Loyola”, a la que pertenecen.  Él se siente agradecido por estar allí, “ser misionero y salir a otra tierra”. Para este salmantino es una bonita herencia, “está llena de personas vulnerables y con necesidades, pero son alegres, bailan, saben compartir y tienen resiliencia”. Este misionero añade que saben mirar para adelante, “y son muy positivos”.

Una semana más, a través de la iniciativa #HazMemoria, repasamos la labor de la Iglesia, en esta ocasión centrada en: “Anuncio del Evangelio. Misiones”, de la mano de este misionero laico salmantino, que comparte su testimonio desde Ecuador.

Labor en el ámbito social

Antes de viajar a este país, Julio Pérez ha desarrollado su tarea profesional en el ámbito social, en especial, en Valladolid, como educador en hogares para jóvenes del servicio de protección a la infancia, entre otros recursos similares.

Julio Pérez y una voluntaria de la parroquia San Ignacio de Loyola visitando a una familia

Pero este salmantino de Adsis siempre tuvo inquietud por salir de la tierra, “para compartir la vida en otros lugares y con otras personas”. Y como él mismo relata desde Ecuador, “el salto desde España se nota porque todo cambia, porque aquí ves situaciones, lugares y olores distintos“. Para él, Ecuador, “es otro mundo, es muy diferente, tanto la estructura de las ciudades como la forma de vida, y por cómo se ejecutan los diferentes proyectos”.

Para Julio ha sido una experiencia “gratificante”, porque se ha encontrado con personas acogedoras, “que nos cuidan, nos potencian, nos quieren y están dispuestas a compartir”. Además, ha descubierto que aunque todo es distinto, “hay cosas que permanecen, y me he encontrado a personas comprometidas, desde su realidad, por cambiar el mundo”.

La pobreza toca el corazón

Cuando llueve, las calles de la ciudadela de San Gregorio se convierten en auténticos barrizales que dificultan el tránsito

Como relata desde su casa de Ecuador, en la ciudadela de Portoviejo, las casas están situadas en lomas, entre montañas, “y cuando llueve, al no tener las calles asfaltadas, ni tener alcantarillas, se inundan, por eso están alzadas”. En ese lugar, este misionero ha visto cómo la pobreza toca el corazón: “Es una pobreza más estructural, donde ves situaciones muy difíciles, como por ejemplo, que algunas personas solo comen una vez al día, muchos de ellos niños”.

Asimismo, ven como la población que no tiene dinero ni seguro médico, no puede acudir a una consulta. Y en el tema educativo, como confirma Julio, “muchas veces no tienen recursos para comprar libros o material escolar“.

La pobreza es visible en cada rincón de San Gregorio

La llegada de la pandemia, que este misionero salmantino vivió tan solo unos meses después de llegar a Ecuador, “ha afectado mucho, y va a potenciar unas brechas considerables”. En concreto, ha comprobado que las familias que han tenido dinero y han podido matricular a sus hijos en colegios particulares, “podrán tirar para adelante“, pero los de la ciudadela de San Gregorio, entre otras de Ecuador, “en este tiempo de pandemia han estado en el colegio de forma virtual, pero sin tener los recursos”.

 

Escasos recursos educativos

Como él mismo indica, a esos niños les mandaban tareas a través de un celular que tenían que recargar con dos o tres dólares, “e ir a la plaza de la ciudadela para poder ver el material que luego tenían que entregar al colegio, con lo cual, han sido unos años duros”.

El apoyo a las familias es otro de sus cometidos

Por otra parte, en relación a la pandemia, asegura que en los meses que no existía una vida con normalidad, “se ha notado mucho, no solo a nivel de educación, porque la gente no tenía recursos para poder vivir de una forma digna, y tampoco podían hacer emprendimiento, y se perdieron muchos trabajos”. Pérez subraya que la pandemia ha incrementado el número de personas en situación de vulnerabilidad.

En la ciudadela de San Gregorio, la comunidad Adsis desarrolla varios proyectos sociales. Uno de ellos, de acompañamiento a las familias con enfermedades crónicas, “que hay que atender con medicamentos, las acompañamos, porque no tienen recursos, y les hemos aportado también alimentos”.

La comunidad Adsis de la parroquia de San Ignacio de Loyola ofrece apoyo escolar a los niños y adolescentes de la ciudadela de San Gregorio, así como una merienda, que para algunos de ellos es la única comida que realizan al día.

El refuerzo escolar

Otro de las iniciativas está centrada en el refuerzo escolar con niños y adolescentes, “junto a un grupo de voluntarios”, y además, ofrecen a los alumnos lo que llaman un refrigerio, una merienda, “para que puedan hacer otra comida al día”. El tercero de los proyectos está enfocado en las mujeres en situación de vulnerabilidad o violencia, porque como apunta este salmantino, “las mujeres son las que sacan adelante los hogares, a las familias, las que educan a los hijos, y también necesitan trabajar”.

Dailyn es una de las jóvenes migrantes venezolanas que se ha beneficiado del programa de emprendimiento que ofrecen desde la parroquia de San Ignacio de Loyola en el Barrio de los Tamarindos, en Portoviejo (Ecuador). En su caso, la han apoyado con material para su centro de estética. En la foto, atendiendo a una cliente y junto a la voluntaria de Cáritas, Ana Aray.

A ellas las ofrecen talleres de capacitación, de cocina, costura, “y grupos de acompañamiento, de crecimiento personal, donde se trabaja un tema y se comparte”, detalla. En estos meses, desde su parroquia también han ayudado a un grupo de personas venezolanas que llegaron al país en una situación precaria, “que han ocupado pisos que estaban casi derrumbados por el terremoto, y les hemos ayudado en el emprendimiento, con cosas sencillas, como unos sillones para que puedan realizar tareas de peluquería, etc.”.

Julio Pérez es profesor en el Instituto Superior San Pedro, “y es una tarea importante, de la Archidiócesis de Portoviejo, donde se ofrece un servicio a estudiantes procedentes del campo, con pocos recursos, a los que hay que motivar y ayudar”. El objetivo es que puedan tener recursos y puedan estudiar una carrera técnica”, sentencia Pérez.

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