04/06/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo se celebró este domingo en Salamanca con una eucaristía, en la Catedral Nueva, y la procesión por las calles del centro de la ciudad. Cientos de fieles se sumaron a ambas celebraciones, que tienen lugar 60 días después del Domingo de Resurrección. En la solemnidad del Corpus Christi, los católicos recuerdan la institución de la eucaristía, llevada a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Este año, en el atrio de la Catedral, junto a la Puerta de Ramos, se colocó desde primera hora de la mañana el Lignum Crucis, de la Cofradía de la Vera Cruz, por el 300 aniversario de la entrega de esta reliquia. La eucaristía comenzó a las seis de la tarde, presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana, junto a otros sacerdotes diocesanos. En su homilía, primero saludó a los niños de primera comunión que estaban presentes en la vía sacra. “Tenéis un protagonismo especial en esta celebración, porque sois los amigos predilectos de Jesús”.
Además, recordó que esta fiesta del Corpus Christi, Día de la Caridad, “es un gran acto de culto público a la eucaristía, sacramento en el que el Señor se nos entrega para ser alimento para nuestra vida y permanece presente para estar siempre entre nosotros a lo largo de los días”.
Mons. José Luis Retana también recordó el lema de esta jornada: “Allí donde nos necesitas, abrimos camino a la esperanza”, que como insistió, “nos sitúa en el centro de la vida cristiana, “y nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano nuestro”. E invitó a no olvidar que comulgar en Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto entregado totalmente por los demás.
El prelado compartió otro mensaje para recordar de la fiesta del Corpus Christi, vinculado a que nuestro mundo, “está herido, lleno de sombras que obstaculizan el desarrollo de una fraternidad universal, y dejan a muchas personas al lado del camino, generando un clima de desesperanza social”, como se señala en “Fratelli tutti”. Mons. José Luis Retana mencionó los conflictos y guerras, “que acechan la dignidad humana”, o el drama de las migraciones, “que nos interpela y pone en evidencia las falacias de una globalización que genera desigualdades”. Asimismo, mencionó a las mujeres, “que son doblemente pobres, porque sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia”.
Y quiso dejar claro que desde lo que se estaba celebrando por el Día de la Caridad, “nuestro lugar está donde nos necesitan los últimos”. El obispo cree que esta jornada compromete a transitar caminos de fraternidad, “a animar y promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad en general, con la defensa de la dignidad de las personas y sus derechos”.
Al respecto, destacó tres vías prioritarias. En concreto, “salir al encuentro de las personas más empobrecidas, comprometerse con el bien común y tejer lazos de una comunidad fraterna”. Mons. José Luis Retana quiso agradecer la labor de Cáritas diocesana de Salamanca.
Una vez finalizada la eucaristía comenzó la procesión con la custodia de asiento de la Catedral, que portaba el Santísimo Sacramento, junto al bajo palio. En el cortejo participaban movimientos y cofradías de la Diócesis de Salamanca, junto al obispo y los sacerdotes, que cerraban la procesión. El acompañamiento musical corrió a cargo del coro de la Catedral y de la Agrupación Musical del Cristo Yacente.
Durante el recorrido por las calles del centro, la custodia se detuvo ante tres altares. El primero de ellos, al principio de la calle de la Rúa, que había montado la Seráfica Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía con una talla del Sagrado Corazón de Jesús, del convento de las Madres de Dios, en la plaza de San Benito. Allí se realizó una oración, al igual que en el segundo de los altares, también situado en la Rúa, gracias a la colaboración de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón, en esta ocasión, con una talla del Cristo del Perdón también del mismo convento.
Y el último altar estaba ubicado junto a la puerta de la iglesia de San Benito, de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado, donde un grupo de niños tocaron unas campanillas a la llegada de la custodia. Este altar tenía la bandera sacramental, que lleva bordado un cordero y la inscripción: “Señor mío y Dios mío”. Además, se colocó la custodia de la parroquia de San Sebastián y dos reliquias, un de Santa Teresa de Jesús, y otra, de Santa Bonifacia Rodríguez de Castro. Tampoco faltó la decoración propia del Corpus Christi de uvas y trigo.
Y antes de la bendición final, la custodia pasó por la alfombra de Corpus, elaborada por la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz con 600 kilos de sal y siete horas de montaje, donde estaba representada el cáliz y el espíritu santo. Cabe destacar otros elementos que conforman el cortejo de la procesión junto a la custodia de asiento, como el tintinábulo, que se trata de una insignia que la Santa Sede concede a las iglesias que son basílica, que consiste en un pequeño campanario que va sonando a lo largo de la procesión delante de la custodia, para anunciar su paso.
Por otra parte, la basílica, a modo de paraguas (umbela basilical), que se traslada sobre ruedas, y que recuerda que la Catedral de Salamanca es basílica menor, esto quiere decir que desde Roma, el papa concede el privilegio a algunos templos de tener esta denominación.
El obispo fue el encargado de realizar la bendición final con el Santísimo en el atrio de la Catedral, junto a la Puerta de Ramos, antes de regresar al interior de la Catedral.
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