ACTUALIDAD DIOCESANA

17/03/2019

EvangelizARTE: Anunciación-Encarnación

Bien avanzados en el tiempo cuaresmal, cada año, el 25 de marzo celebramos la solemnidad de la Anunciación o Encarnación. Como sucede en los evangelios, el instante en el que Dios se hace hombre se escribe y se ilumina desde la luz del misterio pascual. Esto mismo nos sugiere el lienzo que preside el altar mayor de las Carmelitas de Peñaranda, en el centro del retablo está colocado entre los bronces del Calvario, situado en lo alto del ático, y el Resucitado, que remata desde abajo el expositor, el sagrario y el altar. Esta es la razón por la que hemos elegido esta obra de arte, vamos a descubrir su historia, autor, estilo y mensaje, que contempla la Encarnación en el camino cuaresmal hacia la Pascua.

El conjunto de retablos que conserva la iglesia de las Carmelitas Descalzas de Peñaranda fue realizado después de 1669, año en el que comienza su andadura la primera comunidad de religiosas contemplativas. Nada más entrar en esta iglesia advertimos que no se escatimaron los medios artísticos. Pinturas, esculturas y arquitecturas, llamativas por su gran calidad, en las que intervinieron grandes artistas italianos del momento. Este derroche de riqueza y belleza se debe a don Gaspar de Bracamonte, gran devoto de Santa Teresa, que tras ser nombrado en 1660 Virrey de Nápoles por Felipe IV, alcanzó el deseo familiar de fundar un convento carmelitano en Peñaranda, lugar del que era natural, con el fin de ser enterrado él y su familia.

Hasta la muerte de don Gaspar, siete años después de la inauguración del convento, llegaron gran cantidad de obras de arte traídas desde Roma y Nápoles, lo que explica que entre los muros de esta fundación carmelitana se haya conservado una extraordinario colección de pinturas y bronces napolitanos. Por aquel entonces, el pintor más reconocido y famoso de la ciudad de Nápoles era Lucas Jordán, formado en el taller a quien don Gaspar ya hizo numerosos encargos entre los que destacan un conjunto de pinturas para la iglesia napolitana de Santa María del Pianto. Por eso, en el retablo mayor de las Carmelitas de Peñaranda destaca y preside una magnífica obra de Lucas Jordán, realizada como las demás, entre 1660 y 1669, en la que se representa la Encarnación o Anunciación, tema adecuado a un convento que tiene dicha titularidad. Tenemos constancia que el lienzo fue enviado desde Italia a Peñaranda entre septiembre y octubre de 1669, juntamente con los otros cinco grandes lienzos de Lucas Jordán, destinados al convento, que se conservan y contemplan actualmente en los retablos y paredes del crucero de la iglesia: ‘Llanto sobre Cristo muerto’, ‘Pilato mostrando a Cristo al pueblo judío’, ‘Cristo ayudado por el Cirineo’, ‘Ecce Homo’ y ‘Transverberación de Santa Teresa’. Se aprecia el estilo peculiar y barroco de Lucas Jordán en estas obras, visible por la composición, el movimiento y los ricos colores rojos y ocres cálidos, combinados con azules brillantes. Aún así, no se pierde la serenidad y la naturalidad con la que son representados los personajes y la atmósfera en la que son envueltos, gracias al uso maestro de la luz, y las pinceladas rápidas y difuminadas de los fondos.

Es evidente que en esta obra, el pintor quiso expresar el instante culminante y central de la historia, en la que Dios Padre cumple su promesa de enviar a su propio Hijo para salvarnos, y lo hace delicada y respetuosamente, adentrándose en el espacio de la humanidad pidiendo permiso. La mano extendida del arcángel Gabriel se convierte en el símbolo de la Encarnación, de hecho es el eje de simetría de la obra y del retablo. Dios se atreve a entrar por amor, gracias a la obediencia previa de Jesús (cf. Hb 10, 7), pero respetando la libertad de la humanidad, de ahí que se convierta en bendición y mano abierta de salvación.

El espacio se distribuye desde este brazo y mano de Gabriel. En la división en horizontal contemplamos, en la mitad superior, el mundo celeste de Dios, lleno de luz y sin espacio; y, en la mitad inferior, el mundo terrenal y temporal de la humanidad, en el que existen las sombras del pecado y el suelo con la perspectiva espacial del enlosado. En la división en vertical los protagonistas tienen su lugar: Gabriel y el Espíritu Santo, a la izquierda; María, a la derecha. La mano de Gabriel entra cuidadosamente en el espacio humano de María iniciando la conversación: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). La escena concluye con la respuesta de la Virgen, que acepta la propuesta de Dios de ser la Madre de su Hijo, dos gestos expresan en imágenes lo que narra el Evangelio: inclina y vuelve su cabeza a Gabriel, y se presenta arrodillada ante la Palabra de Dios, con las manos puestas sobre su corazón: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). La gracia del Espíritu Santo hace posible la encarnación del Hijo de Dios: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35). En el interior de una gloria celestial, rodeada por querubines, el Espíritu tiene la forma de una paloma desde la que sale un rayo de luz dirigido al vientre de María, fecundando sus entrañas. Sin embargo, la presencia del Espíritu también aparece representada como el aliento o el viento, moviendo y agitando el pelo y la ropa de Miguel y soplando en vertical sobre la Virgen María, cuyas vestimentas caen hacia abajo. Para terminar, nos fijamos en el huerto cerrado que se divisa al fondo y la azucena, portada por la mano izquierda de Gabriel, simbolizan el don de la virginidad y la pureza en la que sigue permaneciendo María después de la concepción de Cristo.

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