ACTUALIDAD DIOCESANA

02/02/2024

EvangelizARTE: La presentación del Señor, de Fernando Gallego

Con motivo de la festividad de la Presentación del Señor en el templo, el director del Servicio Diocesano de Patrimonio Artístico, Tomás Gil, invita a contemplar la tabla atribuida a Fernando Gallego. Esta obra se encuentra ubicada en la planta baja del Palacio Episcopal de Salamanca, formando parte de la exposición permanente dedicada al pintor

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

El 2 de febrero, la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Este episodio evangélico de la vida de Jesús ha sido frecuentemente representado en el arte. Precisamente, la Diócesis de Salamanca custodia en el Palacio Episcopal una tabla recientemente descubierta y atribuida a Fernando Gallego, que ilustra ese momento, aunque su procedencia original sigue siendo desconocida.

Esta obra se puede contemplar en la planta baja del Palacio Episcopal, formando parte de la exposición permanente dedicada a este pintor español, destacado representante del estilo hispano-flamenco en Castilla. Esta pieza pictórica puede ayudarnos a comprender la fiesta de la Presentación del Señor.

El director del Servicio diocesano de Patrimonio artístico, Tomás Gil, señala que la tabla ha sido restaurada, y a través de la tipología de los personajes y las vestimentas que llevan, se puede datar en torno al año 1485-1490, uno de los periodos más productivos de Fernando Gallego”.

Un arco diafragma abre el interior de la escena

Una ventana geminada simboliza las tablas de la ley

Otro rasgo distintivo en las creaciones de Gallego es la representación de las escenas de interior, introduciendo un arco diafragma, según describe el responsable de patrimonio artístico. En este caso,  la presentación del Señor ocurre en el interior del templo de Jerusalén, como relata el evangelio de Lucas, 2, 22-40.  El exterior se muestra como un marco “con un doble arco rebajado con unas pilastras laterales”, mientras que en el interior “representa la escena teatralmente”. Los personajes “salen por puertas laterales que no se ven, pero se intuye que salen por los lados”.

Dos grupos de personas se encuentran en el templo de Jerusalén imaginado por F. Gallego como una iglesia,  a un lado las mujeres y en el otro los hombres, incluido Jesucristo, “que aparece en los brazos del anciano Simeón”. El templo se presenta “con una bóveda de crucería, con pilastras sobre las que se apoyan los nervios, con tres ventanas, una de ellas geminada en la que aparecen dos arcos de medio punto alargados, y abajo aparece en el fondo el altar del templo”, detalla Gil.

Este sacerdote destaca que la escena de la Presentación del Señor en el templo suele representarse en el arte junto a la circuncisión de Jesús, “que sucede a los ocho días” de su nacimiento, mientras que la presentación “sucede a los cuarenta días y es lo que celebramos el 2 de febrero”, aclara.

Siméon, un hombre movido por el el Espíritu

Uno de los elementos que diferencian a esta pintura de otras  representaciones de la Presentación del Señor en el Templo es que  “Simeón no aparece como un sumo sacerdote, vestido con ricas y elegantes vestimentas, con una mitra en la cabeza y que toma a Jesús para hacer el rito de la circuncisión”. En esta tabla Simeón aparece “como un hombre mayor, que viste humildemente, con una especie de hábito, con capucha, una túnica y una especie de escapulario que le cubre por detrás y por delante, al modo de un religioso”, describe Gil. Con ello el artista quiere dar a entender que “lo que dice el texto del evangelio, que era un hombre que estaba siendo movido por el Espíritu de Dios. Eso motivó a Simeón a ir al templo de Jerusalén el día en el que se realizó la presentación del Señor”, tal y como se le había revelado vería al Mesías.

Una escena entrañable

En la escena la Virgen María aparece frente a Simeón, vestida con una túnica elegante y en actitud de oración, entregando a su hijo a Simeón.  Se trata de un momento emotivo que simboliza la entrada del Mesías en el templo, cumpliendo lo que anunciaron los profetas.  Tomás Gil aclara que el profeta Malaquías señaló que cuando se presentara el Mesías por primera vez al templo  llegaría “como una lejía de lavandero y un fuego de fundidor”  para realizar la salvación de su pueblo. Sin embargo, en esta obra sucede todo lo contrario, “es una escena tierna y entrañable, en la que se presenta a un Niño, que es depositado en brazos de este anciano y ante un pequeño grupo que es el que se ha dado cuenta que es el Señor”.

Tomás Gil muestra la larga filactelia con la frase: “Simeon justus et timoratus exspectabat”

Dios ofrece su salvación

Lo que viene a reflejar que Dios no se impone, sino que ofrece su salvación, “que es la de su Hijo”, como proclama Simeón en el Nunc dimitis, el cántico que se reza al terminar el día en la oración de completas. “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

La lámpara con la luz prendida representa a Jesús, la luz del mundo

La lámpara de bronce que cuelga del techo sobre Simeón y el Niño representa a Jesús como la luz. Y entre el Niño y la Virgen María hay una pequeña tira alargada con unas letras inscritas “Simeon justus et timoratus, exspectabat”, (Simeón, hombre justo y temeroso esperaba el consuelo de Israel). Esta escena evoca un momento importante de la historia de la salvación para los israelitas,  “la Pascua, cuando salen de Egipto. El Señor en la última plaga salvó a los primogénitos de Israel con la sangre del cordero en el dintel y en las jambas, en el sacrificio del cordero”. Ese paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la salvación es representado a través de la presentación del primogénito de Dios.

“Aunque para nosotros para nosotros Jesús tiene un sentido más profundo como primogénito”, aclara Tomás, “Él es el primogénito de toda la humanidad. Es el hijo mayor que ha venido a encaminarnos hacia la casa del Padre, para hacernos hermanos, que vela y sirve a los más pequeños y a los más débiles de los que se hace rodear”.

En la escena también está representada la profetisa Ana, justo detrás de la Virgen María, sin aureola como se suele destacar, “extiende sus manos y hace la ofrenda sobre la mesa del altar del templo de Jerusalén, que son dos palomas”.

Dos palomas, la ofrenda de los pobres

Las dos palomas son la ofrenda que solamente podían presentar los más pobres, eso quiere dar a entender que “Jesús es un primogénito que ha entrado en la fila de la humanidad desde el último lugar y aparece como la luz que ha venido a alumbrar a las naciones”. Por eso, a esta fiesta se la conoce también como “de las candelas”, como explica Gil, “es el día en el que se encienden las velas en la procesión de entrada, aludiendo al himno de Simeón cuando Jesús, el Mesías, fue presentado por primera vez en el templo de Jerusalén, como luz y gloria”.

La ventana geminada que aparece en la parte superior, similar a las tablas de los mandamientos de la Ley, resalta el cumplimiento de la Ley hebrea en la presentación de Jesús en el templo.

Tomás Gil destaca que esta obra está expuesta en el Palacio Episcopal junto a otras dos, la Anunciación y el Nacimiento de Cristo, todas atribuidas a Fernando Gallego y de las que se desconoce su procedencia original. Aunque estas tablas no están tan completas y no han podido lucirse tanto en la restauración, muestran también las trazas de este pintor.

 

 

 

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