ACTUALIDAD DIOCESANA

19/05/2019

EvangelizARTE: Retablo de Palencia de Negrilla

El pasado día 5 de mayo empezó la visita pastoral a las parroquias de La Armuña en la parroquia de La Santa Cruz de Palencia de Negrilla. Bajo el retablo mayor de esta parroquia, dedicado a la cruz y el Crucificado, el sucesor de los apóstoles, Don Carlos quiso comenzar. Os ofrecemos algunas de las claves que dimos para su contemplación. Es un adelanto del encuentro que tendremos de Fe y Arte para el próximo curso 2019-2010.

Lectura del retablo

Estamos ante un retablo de mediados del siglo XVI, encargado y realizado para una parroquia cuya advocación es la Santa Cruz. Intervienen muchos artistas, en el entorno de un taller salmantino. Conocemos algunos de los maestros, no por el libro de fábrica de la parroquia, que empieza a finales del siglo XVI, sino por las actas notariales, en las que figura una subcontrata del retablo de Juan de Montejo con Antonio González y Alonso Morales. Los pleitos interpuestos para cobrar el retablo por los herederos de Alonso Morales en 1569, corroboran su implicación en esta obra. Al menos se notan dos manos diferentes en las pinturas, una más arcaica, que sigue los modelos aportados por Juan de Borgoña, y otra más propia de la época del retablo, con un gusto manierista o romanista. Del primer grupo son la mayoría de las tablas, las del los tres primeros cuerpos, del segundo, las que están en el cuarto cuerpo, dedicado a la pasión de Cristo. Tanto la arquitectura como la escultura corresponde a artistas bajo la influencia de Alonso Berruguete. Se nota tanto en el trabajo del ensamblador del retablo, que sigue modelos de gusto plateresco, como en los escultores, que prefieren un canon de figuras alargadas, de gran movimiento y con rostros expresivos de rasgos afilados.
La finalidad del retablo consiste en ayudarnos a entender y aceptar con fe el sentido de la Cruz. Pero, no es tan solo una catequesis para los fieles, sino que es en un medio para que entremos y participemos del misterio salvador de la cruz, que sucede a través de la celebración y participación de la Eucaristía, verdadero motivo del retablo. La lectura del retablo debemos hacerla desde el eje de la calle central, en el que la cruz está dispuesta y representada desde distintas miradas: La Exaltación, el Sacrificio y el Martirio.

Exaltación de la Santa Cruz

Empezamos la lectura del retablo desde la tabla central, la de la Exaltación de la Santa Cruz, en la que vemos al emperador Heraclio victorioso, vestido con armadura y montado a caballo, queriendo entrar en Jerusalén con la cruz de Cristo. A la izquierda de este relieve, aparece pintado este emperador, pero humilde y despojado de su atuendo imperial, condición necesaria para entrar y llevar cruz. En el resto de las tres pinturas del segundo cuerpo, la cruz aparece como la señal celestial de victoria para Constantino frente a Majencio en el Puente Milvio (312), y en las otras dos escenas aparece su madre, Santa Elena, que descubre y su verifica la auténtica cruz de Cristo (335). Aunque estas escenas sean legendarias, intentan dar la importancia que tiene la cruz de Cristo: “Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; en él está nuestra salvación, vida y resurrección” (Gal 6, 14).

El Sacrificio de Jesús

Después, nuestra mirada se dirige hacia lo alto. El ático rompe el espacio superior, allí está el grupo escultórico del Calvario, compuesto por las imágenes del Crucificado, María y san Juan. Acudimos al momento supremo y único del Sacrificio de Jesús en la cruz. En el siglo XVIII se coronó el Calvario con una cruz dentro de medallón circular, para mostrar la cruz no solo desde la muerte de Jesús sino desde su resurrección. Bajo este Calvario se comprenden las tablas del primer y cuarto cuerpo, dedicadas a la encarnación y la redención de Cristo. La Anunciación, el Nacimiento, la Adoración de los Magos y la Presentación en el Templo nos muestran al Hijo de Dios hecho carne, para ser ofrenda en la cruz: “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: he aquí que vengo… para hacer ¡Oh Dios! tu voluntad” (Hb 10, 6-7). Las escenas superiores del cuarto cuerpo han sido elegidas con la intención de dar sentido a la muerte de cruz de Jesús: el Padre le entrega (Oración en el Huerto), Él se entrega libremente por amor (Prendimiento), y nosotros, la humanidad, le entregamos, cargando nuestro pecado y rechazo (Flagelación y Coronación de Espinas): “Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados” (1P. 2, 24). Hay una conexión entre el Calvario superior del ático y la mesa del altar de la Eucaristía, ya que gracias a este sacramento se actualiza y revive el sacrificio salvador de Cristo en la cruz: “Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva” (1Cor 11, 26).

El Martirio

Entre el sacrificio y la exaltación de la cruz, nos encontramos con el relieve de la calle central: el Descendimiento de la cruz. Es el instante en el que, al ser desclavado el cuerpo de Jesús de la cruz, ésta deja de ser un patíbulo de criminales para convertirse en instrumento de salvación y símbolo del amor, invitando a la Iglesia al testimonio o martirio: “Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas” (1 Pe 2, 21). La primera en participar es María, desmayada en el suelo tiene la misma postura que Cristo y es recogida por San Juan y la Magdalena. Le siguen aquellas santas que han compartido el destino martirial de la cruz, presentes en las cuatro tablas pintadas del tercer cuerpo: Santa Catalina, Santa Bárbara, Santa Águeda y Santa Lucía. En las entrecalles del retablo, a modo de escala, suben y son atraídas dieciséis imágenes pictóricas y escultóricas de santos que han hecho de la cruz su camino: San Juan Bautista, San Andrés, Santiago y San Antonio Abad (cuerpo primero); San Bartolomé, San Roque, San Antonio de Padua y San Sebastián (segundo cuerpo); apóstol, San Francisco, Santo Domingo y otro apóstol (tercer cuerpo); apóstol, San Cristóbal, San Lorenzo y otro apóstol (cuarto cuerpo).

Para terminar, contemplamos el cimiento desde el que se levanta todo este edificio dedicado a la cruz, se trata de la predela del retablo y el sotobanco de piedra. El mensaje de fe sobre la cruz de Cristo se fundamenta en la revelación y en la tradición de la Iglesia. Por eso, aparecen los cuatro evangelistas, reconocibles por sus atributos (Lucas, Juan, Mateo y Marcos); también escenas y personajes del Antiguo Testamento: David, Aaron, Jeremías e Isaías en la predela; y el Sacrificio de Isaac y la lucha de Jacob en el sotobanco. La tradición es representada por los cuatro padres de la Iglesia latina: San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín. En el sotobanco de piedra, podemos apreciar las representaciones de las virtudes, dos teologales: la esperanza y la fe; y dos cardinales: la justicia y la fortaleza. Estas virtudes nos señalan la gracia que nos ofrece el misterio de la cruz del Señor. Los dos arcángeles, Gabriel y Miguel, situados en los extremos del ático, y sobre las grandes columnas que enmarcan el retablo, son los mensajeros que nos anuncian el comienzo de la salvación y la victoria final, por medio de la cruz de Jesucristo.

 

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