ACTUALIDAD DIOCESANA

25/10/2024

José Antonio Muñoz plasma su visión de las desigualdades en su nuevo cuadro para la Catedral

El artista guijuelense ha presentado su obra, donada por el canónigo Daniel Sánchez, fallecido en noviembre de 2022, y que está ubicado en una de las paredes del trasaltar, en la nave de la epístola

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL

“Jesús como piedra angular de la humanidad” es un cuadro donde su autor, el guijuelense, José Antonio Muñoz, ha pretendido crear una obra actual, “reflejo del mundo que nos rodea”, pero también, como él mismo reconocía en la presentación, “en concordancia estilística con el entorno gótico renacentista plateresco, para no irrumpir”.

El artista guijuelense, José Antonio Muñoz.

La obra, de grandes dimensiones (195 de alto por 470 centímetros de ancho), está ubicada en una de las paredes del trasaltar, en la nave de la epístola. En cada una de ellas se han ubicado los tres cuadros que ha donado el canónigo emérito, Daniel Sánchez, fallecido en noviembre de 2022.

Muñoz recordaba que el tema formal de la obra es Jesucristo, “como figura fundamental en el devenir histórico de la humanidad, un mundo con grandes desequilibrios sociales y económicos”. El cuadro ha sido elaborado en lino belga de primera calidad y máximo gramaje, en un plazo de elaboración de nueve meses y medio, desde junio de 2018 a marzo de 2019.

Una apariencia ocre, acorde con la piedra del templo

Este artista también detalló los materiales empleados en el proceso, como los aglutinantes que envuelven una mezcla de pasta industrial, linaza, barnices y distintas clases de arenas. “Una técnica mixta cuya base cromática es el óleo”, subraya. Y aclara que la apariencia final tiene una matización ocre, “acorde con los tonos del entorno de la piedra original de la Catedral”.

Un momento de la presentación.

José Antonio Muñoz ha trabajado con instrumentos variados clásicos en la pintura, como la brocha, el pincel, la esponja o el trapo, “y en gran medida, las espátulas, y en las zonas de interés están reforzadas con veladuras y aerosoles”.

Este artista aseguraba que una de las constantes de sus obras es que aparentan caos, “pero no es más que un desorden ordenado”. En este cuadro, “la riqueza y la pobreza quedan patentes en una composición que se estructura en cuatro partes, lumínica y cromáticamente diferenciadas”.

El reflejo de la riqueza

La riqueza se refleja en la parte alta izquierda de la composición, donde se ve el lujo, las grandes urbes y el holding financiero. Y en la parte superior contrario, a la derecha, se muestra la riqueza industrial, “y la explotación de los recursos”, como explica el autor.

Sin embargo, en la parte inferior izquierda se cobija el submundo de las ciudades, remarca, “y aspectos como la mendicidad, los sin techo, la prostitución o la drogadicción, con la muerte amenazante y al acecho en cada circunstancia”.

Y a la derecha, el artista refleja la lucha por la acaparación de recursos, “que ha dado lugar a la explotación, y sobre todo, a la guerra, que provoca bajas humanas, materiales y patrimoniales”. En este espacio del lienzo también recoge a los desplazados, los que huyen de la hambruna en busca de mejores oportunidades, a la orfandad…”.

En esa escena se refleja la labor de las ONG, “que intentan paliar las dificultades, y entre ellas, la Iglesia católica, representada en la figura del papa, que aparece resaltada en blanco, dando consuelo”.

La simbología de la vida

Por otra parte, como detallaba el artista, en la parte central del cuadro, y bajo un coro celestial, aparece Cristo, que bendice el pan y el vino, “y redime una escena mundial de la cual es consciente de que su vida a de servir a la reflexión general”. Se rodea de una serie de figuras alegóricas, “que representan aquellos aspectos virtuosos sensibles para la misión terrenal: la caridad, la justicia, la ilusión o la esperanza”. Y como apuntaba Muñoz, “todo el conjunto se dispone en torno a la figura del redentor conformando una V, que es el símbolo de la vida”.

Sobre esta escena, quiso remarcar que nos refiere a aquellas pinturas de techo y murales del siglo XVII, “y actúa como nexo entre nuestra época y aquellas que dieron luz a este maravilloso recinto catedralicio”.

El deán, Antonio Matilla.

El deán de la Catedral, Antonio Matilla, quiso agradecer la donación de Daniel Sánchez, “que puso en marcha un diálogo lleno de anécdotas con los tres autores que, al final, son los que pusieron color y forma a este diálogo entre el arte religioso clásico y el contemporáneo”.

El punto de partida de apostar por el arte actual nació, según este responsable del templo, hace 30 años en la exposición “Contrapunto” de Las Edades del Hombre, “donde convivían lo mejor de la arquitectura, la pintura y la imaginería clásicas, con lo más rompedor del momento”, y fue entonces, relata el deán, “cuando el cabildo comenzó a soñar en continuar ese diálogo entre las manifestaciones artísticas”.

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