22/05/2019
Roberto comenzó a “tontear” con los porros a los 16 años, y como él mismo recuerda, “no me llamaban la atención y probé la cocaína”. Así comenzó él su adicción a las drogas, como muchos otros que han pasado por Proyecto Hombre. Lleva cinco meses y medio sin consumir y tres en el centro, bajo el amparo de una ONG que le ha cambiado la vida, le ha dado una nueva oportunidad. “La cocaína te atrapa, te evade de los problemas que tengas en la familia”, recuerda. Primero consumía de forma esporádica, cuando salía de fiesta: “Medio gramo costaba 30 euros”, pero como este joven confirma, el consumo fue subiendo, de cantidad y de días, hasta llegar a los 7 u 8 gramos cada día, que suponía gastar unos 500 euros. “En todos los barrios se vende, en cualquier lado”, lamenta.
Toda esta situación le llevo a perder su trabajo, “no me duraban más de tres o cuatro días”, y a robar, “primero eran pequeños robos y fui subiendo”, pero fue viendo cómo su familia se destrozada con él: “Me veía en casa, sin recursos, quitaba el dinero a mi madre, vendía sus joyas, y entras en un mundo que no es real, que es mentira, porque uno de los efectos de la cocaína son las paranoias, pensaba que la gente me miraba, me perseguía…”, describe Roberto. Al final, sus propias mentiras se las creía, “y veía cosas que no las había”.
En la actualidad, ya sin consumir, asegura que Proyecto Hombre le ha cambiado por completo, y además de sus terapias se ha centrado en el deporte, “nos ayuda mucho”. Para Roberto, lo más duro fue reconocerlo, “pero al venir aquí he podido recuperar a mi familia, mi madre está encantada”, y entre todas las cosas positivas que está adquiriendo destaca los valores. Otro de los cambios que notó en su primera salida a casa era que escuchaba más a su gente, “porque antes solo hablaba yo”.
Reportaje sobre la labor de proyecto hombre en este enlace:
* (Puedes leer el testimonio completo en la edición impresa de #Comunidad (708), la revista oficial de la Diócesis de Salamanca).
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