12/12/2025
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Días previos al Jubileo de las Personas con Discapacidad, que se celebrará este domingo, 14 de diciembre, en la Catedral Vieja de Salamanca, la presidenta de Frater, Julia Prada, recorre el centro de la ciudad en su silla de ruedas. Avanza despacio, sorteando aceras estrechas y empinadas, bordillos mal salvados y obstáculos que aparecen con frecuencia en el camino. A su paso, la gente facilita que avance, con gestos sencillos que facilitan el trayecto y dibujan una ciudad más humana, aunque todavía con barreras físicas para quienes se desplazan con movilidad reducida.
En ese recorrido cotidiano, Julia comparte su testimonio y su vida. Además de presidenta de Frater en Salamanca, está casada, es madre de tres hijos y abuela de dos nietos, y su vida está marcada por una discapacidad con la que convive desde niña y por una fe que ha sido el eje de todas sus decisiones. Una fe que ella resume con una frase sencilla: “La discapacidad con fe no es discapacidad”.
Julia nació en Extremadura, “donde le tocó estar destinado a mi padre que era militar”, y desde pequeña convive con una discapacidad de origen incierto. Nunca se supo con exactitud, como ella misma comparte, si fue una parálisis cerebral u otra causa. Durante años estudió con esfuerzo, sabiendo que escribir le resultaba casi imposible por los nervios y los temblores. Los exámenes tenía que hacerlos de forma oral, con mucha tensión, y aun así, logró algo que nunca pensó que podría alcanzar: trabajar. “Jamás pensé que podía trabajar”, reconoce. Y lo dice desde la gratitud más profunda: “Gracias a Dios… porque si no, no”.
Para Julia, la fe es el hilo que da sentido a todo, y con ella afronta mejor sus limitaciones: no puede escribir bien, le cuesta hablar, su cuerpo no siempre responde. Y, sin embargo, afirma con convicción que Dios la ha acompañado siempre: “Él me ha hecho desarrollarme como una persona normal”. Y no desde la autosuficiencia, sino desde la confianza en un Dios que a ella le ha demostrado con hechos que su vida tenía valor.
Ella considera que Jesús no es una figura lejana ni anclada en el pasado. “Para mí Jesús de Nazaret está en mi época”, asegura. Le hubiera gustado vivir en su tiempo, tocarle, mirarle a los ojos, pero no lo vive como una ausencia. “Yo lo siento aquí”, afirma, señalando el presente. Si no fuera por Él —repite— no habría sido posible todo lo que ha hecho a lo largo de su vida.
Entre esas conquistas que parecían imposibles, Julia menciona con especial emoción la maternidad. Tiene tres hijos y recuerda que con el primero, y debido a sus temblores, pensó que no lo podría dar de mamar, “pero mi propio hijo, siendo bebé, me enseñó lo contrario, y conmigo en brazos estaba mejor que con nadie”. Ese recuerdo sigue siendo para Julia una de las pruebas más claras de que Dios ha estado presente en cada etapa de su historia.

Hoy, ya jubilada, su día a día está marcado por el cuidado de su marido, Moisés, cuya discapacidad ha avanzado con los años. Julia lo acompaña, lo ayuda y sostiene la rutina cotidiana con serenidad. Cuentan con apoyo en casa, aunque limitado y no siempre suficiente para cubrir todas las necesidades. Lo explica sin queja, con realismo y una actitud constante de agradecimiento.
En su camino personal y espiritual ocupa un lugar central Frater, el movimiento de personas con discapacidad con el que se encontró hace décadas y al que regresó con más intensidad tras su jubilación. Para Julia Prada, Frater es una familia, un espacio de acompañamiento y crecimiento, donde se fomenta la formación espiritual y se anima a cada persona a descubrir y desarrollar sus capacidades.
En estos días, el recuerdo de Tino, compañero de Frater fallecido esta misma semana, atraviesa inevitablemente su testimonio. Julia lo recuerda como una persona que “ponía el alma” para que cada miembro de Frater fuera capaz de hacer cosas por sí mismo, de pensar, de decidir, de crecer. No hacía por otros lo que podían hacer ellos mismos; les enseñaba a creer en sus capacidades. Su pérdida ha dejado a la comunidad tocada, pero también profundamente agradecida. Su vida se convierte ahora en legado y memoria viva dentro de este movimiento.
El Jubileo de la Discapacidad llega en este contexto cargado de emoción. Julia lo valora como una oportunidad necesaria para visibilizar y para cuidar el interior. “Hay que calentar el alma”, afirma. Destaca especialmente los gestos de inclusión previstos en la celebración: intérprete de lengua de signos, lecturas en braille y una liturgia pensada para facilitar la participación de todos.
La celebración tendrá lugar este domingo en la Catedral Vieja, con una eucaristía a las 12:00 horas, presidida por el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana. Julia invita no solo a las personas con discapacidad, sino a toda la comunidad. “Todos tenemos capacidades distintas”, recuerda. Porque la fragilidad no es patrimonio de unos pocos. Antes de la misa se realizará una procesión jubilar desde la iglesia de San Sebastián a las 11:45 horas.
Su manera de entender la fe lo resume todo: “Cristo no vino a ser famoso, vino a descubrirnos la felicidad, a darnos vida”. En vísperas del Jubileo, su testimonio ilumina con una fuerza serena y profunda. Una vida concreta que demuestra que la fe no elimina la discapacidad, pero sí la transforma. Y que, cuando se vive así, la discapacidad deja de ser el final del camino para convertirse en un lugar desde el que seguir caminando con esperanza.
Salamanca celebrará el Jubileo de las Personas con Discapacidad el 14 de diciembre