04/12/2025
Al presentar este bello catálogo, de la magistral exposición de Vicente Molina, quisiera escribir unas breves notas sobre la conversión de este pintor, las heridas de la vida y la esperanza pascual.
La conversión siempre tiene algo de una revisión de la vida pasada: una crisis de la persona y una mirada a la historia vivida, en la que has puesto pasión y empeño humano de alta intensidad, teñida por el gozo y, en ocasiones, por el hastío y vacío. La letra de la canción “Asuntos pendientes”, cantada interpretada por Rozalén y Abel Pintos, nos puede ayudar[1].
En ella se dice, algo que nace de la propia introspección: “miré dentro y pensé que algo debe cambiar”; y hasta puede haber planes de futuro a raíz del inicio de una nueva vida, pues se quiere “encontrar la razón, de las horas perdidas…”; y esto lleva a una aceptación del presente y, al mismo tiempo, a soñar con un futuro nuevo: “aceptar que hoy es hoy y que ayer fue pasado, que aprender a vivir es aprender a descubrir que el futuro está actuando”. Es bello escuchar esta canción, por la esperanza vital que contiene.

Toda conversión tiene un componente de sorpresa y de “susto”, de algo inesperado, que la convierte en don. Como el que se lleva el agricultor que, al arar una tierra, encuentra un “tesoro escondido”; o el urbano comerciante de perlas que, en sus viajes de negocios, encuentra una “perla enorme” y de una belleza desconocida. El “susto” y la “sorpresa” son lo primero, pero no lo más importante, sino la “alegría que les da” a ambos, que los hace capaces de “vender todo lo que tienen” para comprar aquel campo y aquella perla, “pues les embarga una alegría que excede toda medida”[2]. Y es esta “experiencia de alegría y de belleza la que introduce a la vida humana en la eternidad”[3].
Es la alegría lo que convierte. Una alegría mayor de la que se ha experimentado hasta ahora. Y esto lleva a considerar “como basura todo lo anterior”, en la terminología paulina. Y es una herida de alguien que te ha encontrado, subyugado y te ha dejado herido de amor. Nadie lo ha expresado de manera tan bella como San Juan de la Cruz, en el Cántico espiritual[4]:
“¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido”.
Pero otro poeta, esta vez Miguel Hernández, nos ayuda a contemplar las heridas de la pintura del Vicente Molina, que pasan de su corazón, de pintor y sacerdote, a la debilidad del cartón, y del cartón a la debilidad del hombre, de la humanidad y de la historia; pues es en ella donde la misión se hace liturgia. El sacerdote pintor Vicente Molina es alcanzado en su itinerario vital por las tres heridas de las que habla el poeta, en su poema “Llegó con las tres heridas”[5].
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Es hermoso como describe estas heridas un filósofo español: “A la herida de la vida cabe llamarla gusto; a la del tú, amor; a la de la muerte, angustia; y a la del mundo, asombro. Expresado más plásticamente: el gusto es el abrazo de la vida; la angustia, el roce de la muerte; el amor, el presente del tú; y el asombro, el misterio del mundo”[6].
Nuestro pintor ha sido alcanzado por la enfermedad desde hace años. Y es que las heridas no se curan, nos acompañan, y las acompañamos nosotros. Y hablamos, y pintamos, desde las heridas. Vicente Molina pinta desde la fragilidad, y esa fragilidad la ha convertido en algo positivo. Hace de su vida un canto. ¡Cómo no recordar aquí la canción de Violeta Parra: “gracias a la vida”!”[7]. Pero la vida es un claroscuro. ¡Qué bien lo plasma Vicente en su pintura! El claroscuro de la vida, con la enfermedad, la angustia y el dolor. Su autorretrato lo expresa de manera admirable. Es la obra titulada “Enfermedad”. Es el “roce” de la muerte la herida que le toca; donde no se sabe que va a vencer en el cuadro: si la herida de la oscuridad, o la blancura victoriosa de la herida acompañada. Son experiencias de transfiguración, pascua vislumbrada y anticipada.
Y está la herida abierta por el mundo, que hemos de verla con asombro. El mundo es algo grande que me cae y me sobrecoge. Estamos alumbrados por la claridad de las cosas, pero perturbados por las sombras que se ciernen sobre el mundo. Esto nos provoca una herida, deslumbrados por la belleza y luz del firmamento, pero heridos por la inmensidad de la noche del mundo. Y es que “en una sociedad acelerada no hay tiempo para pararse y así percibir los guiños de la realidad… que intenta ofrecer lo bello y bueno que hay en ella”[8].
Pero en estas heridas mencionadas, prosigue el filósofo, “existen el tú y el amor. Y el amor es tan fuerte como la muerte. El amor no solo descentra (y relativiza), sino que, al mismo tiempo introduce una nueva orientación. No solo estamos destinados a la muerte, sino orientados al tú”[9]. Estas heridas, descritas brevemente con el apoyo del filósofo citado, se ven reflejadas de manera muy bella en los cuadros de la exposición. Las metáforas de la luz, transidas de esperanza pascual, que todo lo envuelve, son las más usadas en esta dramática: luz, pero también la oscuridad; celebraciones de luz y conjuros de la oscuridad. Todo ello lo hemos vislumbrado en esta exposición y, podemos seguir gustándolo en el catálogo que hoy presentamos.
Pero acabamos. No sería completa esta pequeña reflexión si no hablamos de Alguien, que “con sus heridas nos ha curado”, y que no es otro que Jesús, nuestra esperanza. Las manos de Jesús atraviesan toda la exposición de la esperanza: las manos misericordiosas en los caminos, que tocan las heridas de los pobres; las manos crucificadas y heridas que son las que nos sanan; y, las manos heridas, pero encendidas de Pascua, que se ofrecen en la mañana de Pascua al universo entero para ser incendiado de esperanza. Desde esa esperanza vivimos, aunque gimiendo por su consumación.
Ha sido una exposición que nos ha ayudado, en Año del Jubileo de la esperanza, a contemplar en nuestra realidad salmantina y castellana “los signos de los tiempos, que contienen el anhelo humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, y requieren ser transformados en signos de esperanza”[10]. Esta tierra, con los hombres y mujeres que caminan bajo estos cielos, necesita este aliento de una esperanza que no defrauda.
Estamos en Adviento, tiempo de esperanza. Con estas palabras ponemos punto final a estas notas. Con ellas, con la mirada en el Señor que viene a regir la tierra, las ofrecemos como una aclamación a Él: “Estás delante de la mesa, en pie, con blanca túnica y ceñidor de oro. Tus ojos encendidos, llamas de fuego, y tus pies firmes, metal precioso acrisolado. En la mesa grande de tus manos, el corro de las siete estrellas de tu iglesia. Tu rostro brilla como el sol en su ápice y tu palabra estremece nuestra aventura entera. Partes el pan y la copa en el banquete del amor esponsal, ya consumado. Los corazones se sobresaltan de alegría desmedida por los latidos del Espíritu. Y no sabemos qué contarte antes, si el gozo de que ya estás entre nosotros o la esperanza ardiente de que vengas a secar ya todas las lágrimas. ¡Maranatha!”[11].
Gracias a todos.
Tomás Durán Sánchez , vicario general y moderador de Curia
Salamanca, 4 de diciembre 2025
[1] Rozalén y Abel Pintos: https://www.youtube.com/watch?v=cYAjUJ-mOP4
[2] Cf. G. Lohffink, Las cuarenta parábolas de Jesús. Estella, 2021, Verbo divino, pág. 62-69.
[3] Cf. Emilio J. Justo, La belleza del ser humano. Salamanca. Sígueme, 2022. Pág. 136.
[4] Cf. San Juan de la Cruz, Obras competas. Madrid 1964. BAC, pág. 627-828.
[5] “Escribí en el arenal/los tres nombres de la vida: / vida, muerte, amor”. Cf. Miguel Hernández, Poesía esencial. Madrid: Alianza, 2017. Pág. 263.
[6] Cf. Josep María Esquirol, Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Barcelona: Acantilado, 2012. Pág. 65.
[7] https://www.youtube.com/watch?v=w67-hlaUSIs Recomendamos escucharla.
[8] Cf. Card.Aquilino Bocos, Cultivar el asombro. Publicaciones claretianas. 2025, pág. 43.
[9] Cf. Josep María Esquirol…, o.c. pág. 79-80.
[10] Papa Francisco, “Spes non confundit”. La esperanza no defrauda. Bula del Jubileo ordinario del año 2025. Roma, 9 de mayo 2024, n. 7.
[11] Marcelino Legido, en Amén incontenible. Adviento 2000 www.marcelinolegido.es, Obras No publicadas. Aclamaciones nº 1. Para ver la WEB: https://marcelinolegido.es/
