ACTUALIDAD DIOCESANA

14/04/2020

La labor pastoral en las entrañas de La Armuña

Iniciamos una nueva sección para narrar la tarea pastoral de los sacerdotes diocesanos durante el confinamiento

Leo Ramos es uno de los dos sacerdotes que tienen a su cargo diez pueblos en la comarca de La Armuña. Él vive en Gomecello y desde el inicio de la pandemia trasladó a  su casa la tarea pastoral. Las eucaristías de cada domingo ya no puede realizarlas en su templo, sobre todo pensando en transmitirlas por las redes sociales. “El templo es oscuro y estamos con las obras de la sacristía, no se darían las condiciones adecuadas”, apunta. Por eso puso en marcha la  “Misa camilla”, porque su camilla se ha convertido en un altar en estos tiempos de confinamiento.

“Mi sala de estar se ha convertido en una capilla improvisada, en un estudio. No tenemos medios, el foco me lo dejó mi vecino y el trípode tampoco es mío”, apunta al detallar su labor.  Pero el hecho de poder acercar la eucaristía a sus feligreses estaba por encima de las condiciones técnicas, “de que vieran cómo es la vida de un sacerdote en tiempos de confinamiento, de hacer cercana una eucaristía a la gente, que tengan un referente cercano, conocido, de alguien que cuando miran la cámara, le conozca, o diga, es el cura de mi pueblo”.

Este sacerdote diocesano tiene claro que  su intención es aportar cercanía, y también acompañar, “a quienes han perdido a alguien, o que está enferma, y que recibe las intenciones por las que quiere rezar”. Para Leo Ramos es un gesto bonito, “de rezar todos juntos. No es que no lo pueda hacer solo, que lo hago, sino el hecho de estar con gente que está al otro lado de pantalla”. Este gesto, según describe, “hace que uno no se sienta tan solo y tome conciencia de lo que supone celebrar la eucaristía, que no solo es para mí, sino para todas las personas”.

Retransmisión de la eucaristía del Domingo de Pascua de Resurrección.

Y pasadas las primeras cuatro semanas de confinamiento, a este presbítero le llegan los ecos de la gente, “que está agradecida porque te has acordado de lo que tienen en su corazón, ves que llega, desde la cercanía y sencillez de una mesa “misa” camilla, quizás una iglesia hubiera sido el sitio ideal, pero donde yo vivo no se darían las condiciones adecuadas”.

En cuanto a esta forma de compartir la eucaristía, a través de la tecnología, “una de las cosas que más retos me plantea  es el hecho de involucrar a la gente, que entiendo que hay un riesgo grande de pasividad, que no se involucren de verdad, es como si estuvieran viendo una película, y busco un gesto, o cómo involucrar a la gente con una oración”.

Leo Ramos tiene claro que merece la pena esta experiencia, “los medios y las redes sociales nos permiten muchas posibilidades, que tenemos por explorar”.

Nuevos modelos de acompañamiento

Este sacerdote apunta a que este tiempo de confinamiento, “lo que podemos hacer los sacerdotes es rezar por la gente, los enfermos, nuestras comunidades, los que fallecen, los sanitarios, y por toda esa gente que está haciendo todo lo posible para que esto salga adelante”.

Otros de los gestos que ha convertido en su casa en algo cotidiano cada día es el de encender una vela a las ocho de la tarde, “y rezo un padrenuestro por todas estas intenciones, lo publico en redes sociales con el hastag: #enciendounavela, e invito a quien quiera que se una, a rezar y a pensar, un minuto”.

Ofrecer consuelo y esperanza

Algo que considera esencial en estos tiempos de aislamiento social es que los sacerdotes mantengan los vínculos con sus comunidades: “Crear lazos. Yo dedico mucho tiempo estos días, a llamarles por teléfono, porque hay gente que está muy sola, o que no lleva tan bien el confinamiento”.

Otra de las tareas pastorales que se han visto modificadas por el decreto del estado de alarma son los entierros, “siempre te duele que un ser querido se muera, es inevitable, pero lo que más toca y duele es el hecho de que estas personas mueran solas, y que los familiares no puedan abrazarles  ni decirles algo de cariño, ni dar un beso”. Para él, ofrecer consuelo y esperanza es una tarea “enorme”.

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