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02/12/2025

‘Los Domingos’ y Lux. Alauda Ruiz de Azúa y Rosalía

El sacerdote Antonio Matilla retoma su columna de opinión  “Paseos de  un canónigo jubilado” para analizar la huella espiritual que emerge hoy en el cine, la música y los jóvenes

 

Tengo que vencer la pereza y las tareas cotidianas para poder ir al cine de vez en cuando. Esta vez tuve la suerte de poder elegir, antes de que la sacaran de pantalla, la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa.

Intento explicarme el título elegido, Los domingos, porque el tema de la película es la vocación de monja de clausura que está discerniendo una chica todavía adolescente, Ainara, cuyo personaje es interpretado por la actriz Blanca Soroa, que tiene realmente la misma edad que su personaje: 17 años.

¿Puede una adolescente discernir si tiene vocación de monja de clausura? ¿Tiene la madurez suficiente para ello? Siempre he dicho que los niños –y los adolescentes- tienen obligación de ser pequeños pero no tontos. Incluso varios partidos políticos reclaman el derecho al voto para los adolescentes de 16 años. En otro orden de cosas una adolescente de 16 años puede pedir el aborto sin permiso de sus padres y los mismos 16 años tenía yo cuando decidí pedir entrar en el Seminario para ser sacerdote. ¿Está uno maduro o madura a los dieciséis – diecisiete años para tomar estas decisiones? A ver, conozco a varias personas que a los sesenta años siguen siendo unos inmaduros adolescentes. Pero también es posible que un adolescente vaya madurando espiritualmente, sobre todo si tiene un buen grupo de referencia –parroquia, movimiento, cofradía o asociación-, si dialoga frecuentemente con su familia y si se deja acompañar por un acompañante (sí, “prefiero considerarme acompañante más que director espiritual”, dice el actor que lleva adelante el personaje de sacerdote joven que acompaña a Ainara).

San Pablo dice que para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado (Cf. Gálatas 5, 1). Una vocación religiosa requiere libertad para discernir, pero a veces genera problemas graves en la familia, no solo por la posible incomprensión de los no creyentes de la familia, sino también de algunos que son creyentes pero, incoherentemente, se niegan radicalmente a comprender y apoyar esa vocación.

Además de ver esta peli he procurado enterarme un poco de Lux, el nuevo álbum musical de Rosalía, cargado de espiritualidad apoyándose en grandes mujeres profundamente espirituales, la mayoría de ellas católicas como Hildegarda von Bingen (1098 – 1179), abadesa benedictina alemana, una de las mujeres más influyentes de la Edad Media, Simone Weil, filósofa y mística judía francesa, que no llegó a bautizarse porque no se consideraba digna y que falleció durante la Segunda Guerra Mundial. La exploración espiritual que lleva a cabo Rosalía en Lux es paralela a la de Simone Weil al menos en un matiz importante: ni Weil ni Rosalía están bautizadas. Su exploración espiritual dialoga también con la mística sufí Rabia al Adawiyya, que nació y vivió en Basora (actual Irak) desde el 713 al 801 d. C.

Rosalía se apoya sobre todo en todas estas mujeres santas, pero no rechaza a los varones, especialmente a San Juan de la Cruz y a Enrique Morente que se inspiraron y reforzaron el poema “Aunque es de noche” de San Juan de la Cruz, hecho canción y lanzado por Rosalía ya en 2017.

Una de las decisiones que tienen en común Alauda Ruiz de Azúa y Rosalía es que han abordado sus creaciones artísticas con libertad y valentía. Valentía porque además de la fama se juegan el dinero invertido en la película y en el álbum. Parece evidente que han tenido éxito no solo desde el punto de vista artístico sino también financiero. De ambas cosas me alegro. ¿Significan estos éxitos que la secularización, el desprecio de las religiones institucionales o el anticlericalismo están disminuyendo entre los jóvenes españoles? No diría yo tanto. Diría e intento decir que es al revés: el grado de secularización y de abandono de las prácticas religiosas en toda Europa y también en España, y muy especialmente en el País Vasco y Navarra en el Norte y Cataluña en el Noreste, es lo que favorece una búsqueda personal y sincera de Dios, apoyándose en la riquísima tradición espiritual cristiana, tan desconocida.

Puede que sea casualidad, pero en estos y otros asuntos importantes tiendo a no creer en la casualidad sino más bien a sospechar que por algún lado se cuela la causalidad, que los espíritus vivos y abiertos como Alauda Ruiz de Azúa y Rosalía, inmersas en la vida de sus regiones de origen, País Vasco y Navarra y Cataluña, respectivamente, han querido compartir con nosotros sus inquietudes espirituales. Muchas gracias a ambas.

Conviene antes de quedarnos tranquilos intentar profundizar un poco más en ese fenómeno tan importante y tan masivo que es el proceso de secularización y la desconfianza que ha llevado al abandono casi masivo de la Iglesia por parte de jóvenes y adultos. Cierto es que en los últimos años hay algunos datos que señalan un aumento proporcionalmente importante de la presencia y participación de los jóvenes en la Iglesia. Y si este movimiento de “retorno a casa”, o sea a la Iglesia, por parte de jóvenes y adultos es consistente o es una moda cultural más de las que hay en el “mercado de la espiritualidad”.

Para intentar comprender un poco el proceso de secularización, su importancia y si ahora está en crisis y permite a cada vez más jóvenes y adultos profundizar en su experiencia y en su conciencia para buscar y encontrar a Dios, hemos de tener en cuenta, creo yo, algunos datos complementarios.

Uno de estos datos o paradigmas culturales de nuestra época puede ser que masas ingentes de antiguos creyentes cristianos hayan abandonado la fe en Dios para sustituirlo por “la nación”. Eso ya lo hicieron los franquistas, digo lo de insistir en la nación, pero pronto se dieron cuenta de que una idea del siglo XIX –la nación- no podía satisfacer los vacíos del corazón, que experimentaban hombres y mujeres del Siglo XX e intentaron imponer un catolicismo “moderno” con una Iglesia de Cristiandad, en una palabra, el nacionalcatolicismo. Aquella forma equivocada de vivir la fe todavía tiene sus fans, pero no es ni por asomo el proyecto de la actual Iglesia en España. Un testimonio muy directo y personal es que yo mismo, que llevo cincuenta años de cura más 10 de seminarista, desde el mismo Seminario, hace 60 años, me enseñaron a rechazar radicalmente el nacionalcatolicismo.

La española Guerra Incivil y las dos guerras mundiales vividas y sufridas en nuestro continente, Europa, trajeron hasta España, como al resto de Europa, ideologías para excitar a las masas, primero el marxismo leninismo, después los fascismos y finalmente, hasta la crisis ejemplarizada en París y en California en el famoso Mayo del 68, aunque los universitarios de California se adelantaron un poco más.

La consecuencia de todo ello fue la asimilación del dogma –y como tal dogma indemostrable- de que Dios ha muerto, de que el nacionalismo decimonónico está muy malito y no satisface los deseos más profundos del corazón humano, sobre todo de los jóvenes, que se vieron obligados a buscar otras metas y otros horizontes. Durante unos años soñamos con el crecimiento económico y el consumo, que tropezaron con las piedras de la inflación, la crisis de la vivienda, el aumento exponencial de la pobreza severa y de grandes masas de trabajadores, que teniendo contrato indefinido no llegan a fin de mes. La democracia liberal y la socialdemocracia cada vez tienen más dificultades para entusiasmar a los jóvenes.

A partir de esta situación muchos jóvenes, para encontrar sentido a sus vidas y a sus proyectos de familia, se agarran a otros asideros más consistentes, precisamente porque brotan de los desengaños de las generaciones mayores y de la propia experiencia de los jóvenes.

En resumen y sin generalizar, porque una de las características más importantes de nuestra época es la pluralidad de experiencias vividas, resulta que al final los jóvenes están relativizando la fe, la política, el trabajo digno y la cultura en todas sus manifestaciones y rechazan un sistema económico que no solo no corrige las diferencias, sino que las aumenta.

En esta vorágine decadente las humildes candelas del Evangelio de Adviento, que la Iglesia prende en todos los templos durante el Adviento, se empeñan en seguir alumbrando la cultura –Cine y Música en este caso-, las conciencias y dando sentido a los fracasos o éxitos existenciales de los jóvenes y de todos los que tengamos corazón, conciencia y memoria.

Antonio Matilla, canónigo emérito de la Catedral de Salamanca

 

 

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