14/04/2025
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La celebración del Domingo de Ramos comenzó en la Catedral Nueva de Salamanca con la bendición de las palmas por parte del obispo, Mons. José Luis Retana, y tras una sencilla procesión hasta la Catedral Vieja, comenzó la eucaristía.
En la liturgia de la Palabra, se celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y se proclama la Pasión del Señor a través de varios narradores. En su homilía, el obispo se dirigió primero a los niños, “predilectos de Jesús y también de todos nosotros”, a quienes reconoció como protagonistas de esta jornada tan significativa, así como al nuevo coro infantil de la Catedral.
Y enmarcar el significado de esta celebración, Mons. José Luis Retana explicó que, aunque el Evangelio inicial presenta la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la liturgia nos conduce a contemplar su humillación y obediencia hasta la cruz: “La Cruz es, en definitiva, su ‘sí’ al Padre y a los hombres”, afirmó. En esa entrega total, añadió, “Cristo ha elegido el último puesto y ha sido ensalzado por Dios”, e insistió en que por eso, “ahora solo hay un Señor: Jesucristo”.
A los cristianos, especialmente a quienes tienen alguna responsabilidad o autoridad, les recordó que el camino de Jesús nos invita a “bajarnos”, es decir, a servir y a ofrecerse como don: “En la vida cristiana se sube bajando”.
El prelado subrayó que Jesús entra en Jerusalén “montado en un humilde borriquillo, no sobre un corcel de guerrero”, a la altura de los ojos de la gente, “dejándose mirar y tocar como un Dios cercano, que no se escandaliza de nuestras incoherencias y pecados”. Sin embargo, advirtió sobre el contraste que se vive estos días: “Los mismos labios que cantaron ‘¡Hosanna!’ fueron los que después gritaron ‘¡Crucifícalo!’”.
El obispo reconoció que esta volubilidad también se encuentra en nuestras propias vidas: “Unas veces gritamos hosannas y otras crucificamos al Señor de mil maneras”. Asimismo, recordó las diferentes actitudes que se encuentran en la Pasión: la traición de Judas, la negación de Pedro, la cobardía de Pilato, la fidelidad de María Magdalena o la fe serena de la Virgen María. “Qué vergüenza tan grande comparar esa inconstancia con la fidelidad del amor de Dios”, advirtió, porque Él, “nunca me ha vuelto la espalda”.
Mons. José Luis Retana concluyó su homilía animando a los fieles a vivir estos días santos con profundidad, descubriendo el poder transformador de la cruz: “Aprender a cargar con la cruz y seguir a Jesús es creer que por la cruz se llega a la Resurrección, que por la muerte se va a la vida”, porque como sentenció, “la Cruz es el árbol que florece en la victoria”. Una vez finaliza la eucaristía, el obispo se unió al cortejo de la procesión de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amigo de los Niños.