09/05/2025
Todos los papas han sido y son misioneros, enviados por el Señor a evangelizar y mantener el cuidado de la Iglesia universal. Pero pocos misioneros –quizás León XIV sea el primero en la historia más reciente de la Iglesia– han sido elegidos papas.
El jueves 8 de mayo, a media tarde, saltaba la noticia y la sorpresa. De pronto, y de nuevo, también como en la elección de Francisco en 2013, se cayó la lista aireada por la prensa de todos los candidatos papables -quien en el cónclave entra papa, sale cardenal– y resonó en la Plaza de San Pedro del Vaticano el nombre del elegido por los cardenales para ser sucesor de Pedro: Robert Francis Prevost, un misionero agustino, nacido en los Estados Unidos de América, que ha pasado muchos años de su vida en Perú. De hecho, tiene la doble nacionalidad, norteamericana y peruana. Nacido en 1955, fue ordenado sacerdote en 1982 y, solo 3 años más tarde, en 1985, fue enviado por sus superiores a la misión de Chulucanas (Piura – Perú).
Personalmente, no he llegado a conocerlo en mis años de misionero en Cuba, pero recuerdo que sus hermanos agustinos misioneros en La Habana hablaban muy bien de él, en su desempeño como prior general de la orden agustiniana (2002-2012) y como obispo de Chiclayo en Perú desde septiembre de 2015. A principios de 2023, fue traído a Roma por el papa Francisco para dirigir uno de los dicasterios más importantes: el que se ocupa de la elección de los nuevos obispos. Fue nombrado Prefecto de la Congregación de Obispos y de la Pontificia Comisión para América Latina, y fue creado cardenal el 30 de septiembre del 2023.
Los que le conocen más de cerca le definen como hombre sereno, moderado e integrador, de palabras suaves, que prefiere escuchar antes que hablar, cuya mayor fuerza es la compasión. Su formación ha sido muy poliédrica y completa: matemático, filósofo, teólogo y canonista. Como buen misionero, domina varios idiomas: además de su lengua materna el inglés, habla perfectamente español, y también italiano, francés y portugués. Sus tareas pastorales han sido muy variadas –formación, profesorado, parroquias, administración, gobierno–. con las que su experiencia eclesial se ha diversificado y enriquecido continuamente.
En sus años al frente de la orden agustiniana, ha viajado por todo el mundo y, por tanto, conoce de primera mano la realidad de la Iglesia en todos los continentes.
Su lema episcopal es «In Illo uno unum», palabras que san Agustín pronuncia en un sermón, la Exposición sobre el Salmo 127, para explicar que «aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno», lo cual nos indica que una de sus grandes preocupaciones es, sin duda, la unidad en la Iglesia católica y entre las Iglesias cristianas. Entiendo que puede ser un papa que impulse grandemente el ecumenismo.
La elección del nombre puede indicar que se podría basar en el papado de León XIII. Durante su pontificado (1878–1903), destacó por su impulso al pensamiento social católico, especialmente con la encíclica Rerum Novarum, que abordó los derechos laborales. Promovió el diálogo entre fe y ciencia, defendió la educación cristiana y fortaleció la diplomacia vaticana en un mundo modernizante y cambiante. En este sentido, León XIV tendrá que encabezar la Iglesia en un panorama internacional muy complicado, entre enfrentamientos militares y polarización política.
También su nombre, León, me trae a la memoria a Fray León, que fue uno de los grandes amigos de san Francisco de Asís. Pudiera ser una manera sutil de insinuar su continuidad con las reformas en la Iglesia iniciadas por el Papa Francisco y su talante humilde y cercano, particularmente con los más pobres y desfavorecidos, con los migrantes cuyas penurias ha compartido como misionero.
En su primer mensaje, el papa León XIV ha repetido el saludo pascual de Cristo Resucitado a sus discípulos: “La Paz esté con vosotros”. Cristo nos precede en un mundo de paz, desarmado y desarmante, en una humanidad que necesita del amor y de la paz de Cristo, construyendo puentes de diálogo y encuentro, para ser un solo pueblo, siempre en paz.
El deseo del papa es que este saludo de paz de Cristo Resucitado llegue a todos los pueblos, a toda la tierra, y que todos los cristianos seamos misioneros. En un espíritu evidentemente misionero, el papa León XIV ha insistido en que la Iglesia debe ser una Iglesia sinodal, que busca la paz y la caridad, y cercana a los que sufren. También ha citado a san Agustín, que dijo “para vosotros soy obispo, pero con vosotros soy cristiano”. Esta vocación misionera y apostólica para todo el mundo, seguro que marcará el pontificado de León XIV, que comienza en el Año Jubilar que lleva por lema “Peregrinos de Esperanza”.
Desde mi confianza en la acción del Espíritu Santo, que es el verdadero artífice de la historia de la Iglesia, creo que éste es el papa que, en este momento crucial, necesita la Iglesia y el mundo. Su elección ha sido una sorpresa, y nos dará muchas sorpresas; seguro que, sin ser un clon de Francisco, con su estilo propio y personalidad marcada, va a romper muchos esquemas. En esta época de cambios y cambio de época, seguirá renovando la Iglesia en continuidad con sus predecesores y con la impronta propia de un misionero que ha llegado a ser Papa, el Papa de la Esperanza. Él mismo dijo en 2023: “Me siento siempre misionero”. ¡Bienvenido León XIV, misionero y papa! ¡Gracias por tu sí!
José Miguel González Martín,
Director del Servicio diocesano de Misiones y OMP de Salamanca