ACTUALIDAD DIOCESANA

17/02/2020

60 años del incendio de calatrava

Los sacerdotes Fructuoso Mangas y Francisco Delgado fueron testigos de aquel suceso que ocurrió el 11 de febrero de 1960

Unos ruidos en el techo de su habitación alertaron a la treintena de seminaristas que dormía en su habitación, en lo que en su día había sido salón de actos, y que, en ese momento, en el año 1960, estaba lleno de camas, mesitas y armarios, aunque todavía conservaba su escenario.

Al asomarse a la ventana vieron el intenso humo y decidieron dar aviso a su rector, el sacerdote Clemente Sánchez. Los golpes que escucharon eran cascotes del tejado debido al incendio que se debió de originar en la chimenea de la cocina.

Los sacerdotes Francisco Delgado y Fructuoso Mangas estaban en esa habitación de Calatrava y tenían 21 y 22 años respectivamente. Fue un jueves, el 11 de febrero, del que se acaban de cumplir 60 años. En ese momento estudiaban Teología y mantienen muy vivo el recuerdo de esa noche: “Al principio pensamos que era un incendio pequeño, y tras llamar a los Bomberos empezamos a sacar de la habitación los armarios y las camas”, detalla Delgado. Los movieron de varios viajes, según cuenta, primero al pasillo, luego a la planta de abajo, y finalmente, a la calle.

Desde ese momento, todos los esfuerzos del grupo se centraban en salvar todo lo que se pudiese. “Cuando llegaron los Bomberos recuerdo subir con ellos al tejado y al intentar pisarlo comprobar que era como una pista de hielo, estaríamos a cuatro o cinco bajo cero, era imposible que pudiese hacer algo desde allí”, matiza este sacerdote diocesano.

Dura batalla contra el fuego

Por su parte, Fructuoso Mangas recuerda que fue una dura batalla contra el fuego de cinco horas, “intentando salvar muebles, ropa, armarios, imágenes y libros, entre otros enseres”. Además, precisa que cuando se vieron acarralados por el fuego, “que consumió todos los techos y tejados”, aclara. “Acabamos tirando lo que pudimos por las ventanas que daban al patio, así como por la calle Escoto”.

En las fotografías que se conservan de aquel incendio se pueden apreciar esos esfuerzos por salvar de las llamas todo lo que en el edificio Calatrava se conservaba. Desde las ventanas lanzaban hacia la calle libros, legajos e incluso obras de arte, para ser recogidas en una manta extendida para evitar que se golpeasen contra el suelo.

“Todo se complicó cuando los techos se desplomaron, y el fuego se extendió por todo el edificio, nos pudo haber pillado a todos y no contarlo hoy”, precisa Francisco Delgado. Los primeros en acudir al auxilio de los habitantes de Calatrava fueron los vecinos Dominicos, “y al frente del operativo se puso uno de ellos, Fray Coello de Portugal, que lo primero que planteó fue lo que tenía más prioridad para salvar”.

En un momento dado se plantearon que tenían que centrar los esfuerzos en rescatar todo lo que custodiaba el archivo, ubicado en la torre junto a la calle Escoto. “Hasta allí se llevó al efectivo de Bomberos para tratar de cortar el fuego y salvar el archivo, mientras que los demás nos repartíamos por diferentes zonas para salvar todo lo que podíamos, sobre todo libros”, apunta Delgado. En su caso, pudo rescatar su máquina de escribir Olympia, “subiéndome por una escalera y accediendo por la ventana”. Este sacerdote reconoce que en ningún momento sintió miedo: “No pensamos lo que nos podía pasar, nos centramos en salvar cosas”.

Ayuda de los Dominicos

Mangas detalla que para alcanzar las ventanas del archivo tuvieron que unir dos escaleras, “y se arrojaban los legajos desde el segundo piso, hoy capilla, que era el último reducto por arder, y se recibían en la calle con mantas, y desde allí se llevaban a Santo Tomás”. En este sentido, resalta que fue la forma de conservar parte de los libros antiguos de la biblioteca.

Y con la llegada del día ambos confirman que fue el momento de darse cuenta del desastre, “la mayor parte estábamos en pijama, bajo una fuerte helada, y a nuestro alrededor veíamos todo desparramado”. Mangas revive el café caliente con galletas ofrecido por los Dominicos. Asimismo, evoca el llanto del obispo por aquel entonces, Barbado Viejo, delante del edificio quemado, “en la primera fila de la multitud que a primera hora de la mañana contemplaba el desastre”, admite este sacerdote.

(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace

 

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