ACTUALIDAD DIOCESANA

28/12/2023

EvangelizARTE: “La Virgen de Belén”

El director del Servicio diocesano de Patrimonio Artístico, Tomás  Gil, nos adentra en la solemnidad de María Madre de Dios, el próximo 1 de enero, a través de la imagen de la Virgen de Belén de la Catedral de Salamanca,  de Luisa Ignacia Roldán

 

 

La Virgen de Belén
Luisa Ignacia Roldán
Finales siglo XVII
Catedral Nueva de Salamanca

 

CONTEXTO HISTÓRICO Y ARTÍSTICO

 

Junto a la reja de la capilla del Presidente de la Catedral Nueva de Salamanca podemos apreciar una pequeña imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos, bajo la advocación de La Virgen de Belén. Se trata de una preciosa escultura en madera policromada de pequeño formato, realizada por Luisa Roldán, artista sevillana cuya producción se centra principalmente en las imágenes de exaltación de María con Jesús niño como Madre de Dios, siendo sus preferidas y más populares aquellas que la muestran dando de amamantar al Niño.

Luisa Roldán.

De esta manera, representa a la Virgen enfatizando su humanidad, valorando los aspectos femeninos y maternales, a través de formas bellas y expresiones graciosas, todas ellas envueltas por el gran dinamismo barroco desplegado en los rasgos anatómicos anatomía y los ropajes.

 

Sin duda alguna, tanto por su concepción como por su ejecución formal, indica una fuerte influencia del hacer de los talleres andaluces, en concreto los de Granada y Sevilla, dirigidos respectivamente por Alonso Cano y Pedro Roldán. Tanto Luisa Roldán como su sobrino, Pedro Duque Cornejo, se encargaron de difundir el arte del taller escultórico sevillano de Pedro Roldán durante el siglo XVIII, hasta el punto de que Luisa Roldán fue nombrada a finales del siglo XVII, en 1692, escultora de cámara por los reyes Carlos II y Felipe V, lo cual la obligó a trasladarse con toda su familia hasta la corte de Madrid.

Quizás este dato nos pueda ofrecer pistas para resolver la pregunta de por qué nos encontramos con una imagen de una artista andaluza en la ciudad de Salamanca. Está claro que, debido a sus dimensiones, no fue concebida para un espacio tan amplio como el de la Catedral, sino para la devoción de algún oratorio privado o la casa de algún grupo de religiosos, desaparecida en la desamortización del siglo XIX.

Quiere decir que aquellos religiosos de Salamanca debieron tener una fuerte vinculación con la corona, de la que recibieron protección legal y bienes. Debido a la temática de la Virgen de Belén se relaciona con una devoción específica de los franciscanos, los cuales consiguieron divulgarla y popularizar sobre todo en el sur de España.

Por lo tanto, nos encontramos con una agradable imagen de finales del siglo XVII o principios del XVIII, realizada por Luisa Roldán en su taller de Madrid, seguramente destinada para el uso religioso de la casa real o de la corte, que terminó  años después en una orden religiosa franciscana de Salamanca vinculada a la corona, lo que nos lleva a sospechar que pudiera tratarse de una obra procedente del desaparecido Convento de San Antonio El Real, protegida en el siglo XIX en la seo salamantina.

ICONOGRAFÍA

El modelo iconográfico de María representada como madre del Hijo de Dios se remonta a los primeros siglos del arte cristiano. Sin embargo, la influencia de este tipo de imagen tiene su origen en el período gótico en el que la corriente naturalista de raíz franciscana conduce a dejar de representar a María como trono de Jesús (“Theotokos”) para ser representada como la madre del Niño Divino en actitudes amorosas y variadas (“Mater Amabilis”).

De esta manera, el tema de la Virgen de Belén se encuadraría dentro de las Vírgenes de la Ternura. Se suele presentar sosteniendo con cuidado y cariñosamente en sus brazos al Niño Jesús envuelto en pañales o desnudo sobre ellos. Este gesto de cuidado y protección hacia la humanidad del Niño a la hora de colocarle los pañales en sus primeros años de vida, es considerado como el elemento diferenciador de la iconografía de la Virgen de Belén.

La imagen de la Virgen María está en posición sedente con la cabeza fuertemente girada hacia su izquierda e inclinada hacia abajo por medio de un alargado cuello. Dirige una mirada embelesada intentando buscar el rostro el Niño Jesús al cual sostiene diagonalmente entre sus manos, tumbado sobre sus brazos en una posición rígida.

Éste último presenta una mirada frontal hacia delante,  la figura del Niño resulta inexpresiva y tensa, mientras tanto dobla el brazo derecho para poner la mano sobre su pecho, donde se encuentra su corazón, lugar de sus sentimientos; por el contrario, el brazo izquierdo lo extiende en señal de ofrecimiento y mueve ligeramente la pierna izquierda.

Nos sorprende el menor detalle anatómico al que nos tiene acostumbrados Luisa Roldán, la ausencia de redondeces habituales en sus terracotas. Todo esto genera dudas para atribuir la imagen del Niño al cuidadoso hacer de la Roldana, pero quizás esto se deba a que la escultora ha concebido la imagen del Niño para ser vista solo lateralmente con una ligera inclinación hacia el espectador, sin necesidad de detener tanto la atención.

Detalle del rostro. Fotos: Óscar García.

La imagen de la Virgen María muestra un rostro de redondeadas facciones, posee una expresión dulce y serena con los ojos rasgados y la mirada ensimismada, las cejas ligeramente arqueadas, los pómulos rebajados y la nariz delgada. Asimismo exhibe una boca pequeña, de finos labios, la cual se encuentra cerrada. El largo cuello está enmarcado por un velo que cubre parcialmente la cabeza, símbolo de su virginidad, dejando visible el cabello recogido descansa sobre los hombros y el cuello de la imagen.

Viste una túnica larga hasta los pies, de color rojo, ceñida a la cintura mediante un cíngulo del mismo color. Por medio de este color queda patente la humanidad de María. Por encima del manto, se presenta el manto azul envolviéndole casi en su totalidad el cuerpo, desciende por su brazo derecho hasta su pierna izquierda formando un vuelo ampuloso del tejido favorecido por el dinamismo que produce el viento del Espíritu al penetrar entre la Madre y el Hijo de Dios.

El manto azul movido por el viento del Espíritu simboliza la divinidad con la que ha sido agraciada la humanidad de María para ser la Madre de Dios a través de la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios.

Si nos damos cuenta, la imagen de santa María está sentada sobre una gran nube el corla plateada, logrando por medio de este recurso ensalzar la figura de la Virgen encumbrándola a lo más alto, a la vez, la convierte en alguien particular, pues goza de la plenitud del don de Dios. Hay un detalle a tener en cuenta en esta imagen, ya que muestra en primer término el pie izquierdo calzado con sandalias, sostenido por un grupo de tres querubines, quizás estuviera pensado para la veneración de los fieles por medio de un beso.

LA VIRGEN DE BELÉN, IMAGEN DE LA MADRE DE DIOS

La expresividad de la imagen de la Virgen de Belén cumple la misión de comunicarnos el Misterio del Hijo de Dios, revelado en la carne del Niño Jesús nacido en Belén, y que ella presenta y ofrece a la humanidad y al mundo como la corresponde, porque es la Madre de Dios. Todos y cada uno, mediante esta imagen mariana, de formas bellas y rasgos agradables y moderados somos invitados a entrar en una oración profunda que nos lleva a un encuentro de acogida del recién nacido.

Detalles de la mano de la Virgen.

María nos enseña, con su mirada contemplativa de amor, a entrar en una oración de corazón movida por el Espíritu, es el viento que  mueve y extiende el manto azul que la rodea. Después, toma delicadamente el cuerpo sagrado del Niño Jesús con sus manos, sin llegarlo a tocar directamente, por medio del pañal, y extiende sus brazos para que también nosotros lo recibamos y adoremos, produciéndose así el diálogo producido por medio de Palabra del Señor.

Vemos a Jesús tocando su corazón con la mano derecha, mostrando que se ha hecho hombre por amor a toda la humanidad que ha venido a salvar, por eso, extiende a la vez el otro brazo y su mano en señal de ofrecimiento al Padre, puesto que la encarnación es el comienzo de la redención, el envío solo se entiende desde la entrega hasta la cruz.

Finalmente, esta oración termina con María extendiendo su pie fuera de la nube celestial, concebida a modo de trono donde se sienta, con la necesidad de bajar ella después de haber entrado en la contemplación del misterio de amor de su Hijo, para disponerse al camino de la vida y del mundo, tres querubines sirven de escalones para ayudarla a descender. La oración de Jesús lleva a darse por los demás, especialmente a los más necesitados y pobres.

Los tres querubines que conforman el escalón.

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