ACTUALIDAD DIOCESANA

29/10/2019

Seis siglos de vida y oración en el Convento de las Dueñas

Las hermanas dominicas han mantenido viva en Salamanca la luz de Santo Domingo de Guzmán, pese a sufrir varias guerras y el derrumbe de gran parte del edificio en 1963

Durante 600 años, la vida dominicana en el convento de Santa María de la Consolación, más conocido como el de las Dueñas, nunca se ha visto interrumpida, pese a ser testigo de diferentes guerras y conflictos. “Las hermanas han seguido su vida de silencio, de oración, de trabajo, de alabanzas”, apunta Sor María Eugenia Maeso O.P. Ella siente un enorme agradecimiento a las hermanas que le precedieron, “que han mantenido viva la antorcha de Santo Domingo de Guzmán”.

Con motivo de esta efeméride, han programado una serie de actos bajo el título de ‘600 años de luz’, que concluirán el próximo 6 de noviembre, a las 11.00 horas, con una eucaristía de acción de gracias presidida por el obispo, Carlos López, al coincidir con la fecha exacta de su fundación, en 1419. Sor María Eugenia Maeso entró en este convento con 17 años, en 1952, por lo que lleva 65 entre esas paredes. En la actualidad, 26 dominicas viven en su interior, seis de ellas con más de 90 años, y una de ellas con 100.

Cuando ella entró en el convento allí vivían 43 hermanas, y en esa cifra se mantuvieron durante muchos años. “Después ha ido bajando poco a poco”, reconoce Maeso. Hasta estas paredes también llegaron hermanas de conventos que han cerrado sus puertas, en concreto, de Valladolid y Lejona, en Vizcaya.

Historia fundacional

En cuanto a la historia de su fundación, de la que Eugenia Maeso maneja todos los detalles, como las fechas clave y los nombres, recuerda que el edificio fue donado para ser monasterio por Juana Rodríguez, mujer de Juan Sánchez Sevillano. Y según dicen las crónicas, como relata esta dominica, todo se debe a que ella se reunía a rezar con sus amigas y tenían una especial devoción a una Virgen gótica que estaba en el convento de San Esteban, la de la Consolación, que solicitaban al sacristán para llevarla a su casa. “Pero en una ocasión no se la dejó y cuando volvieron a casa estaba allí”, apunta. Y le causó tanta impresión que decidió donar su palacio para que se fundara un convento que tuviera como advocación a la Virgen de la Consolación.

A lo largo de la historia han vivido momentos más críticos, como en la Guerra Civil española, cuando el alcalde de la ciudad les comunicó que no les garantizaba su seguridad por la contienda, “pero las hermanas solo salieron a dormir fuera del convento a casas de familiares, pero nunca se abandonó, de día volvían, y mantuvieron la luz de Santo Domingo de Guzmán”. Sin embargo, en la Invasión Francesa, “no salieron”, asegura Maeso.

Pero si algo marcó a esta comunidad de religiosas fue el derrumbe del edificio que sufrieron en 1963, donde murieron dos hermanas, una postulante de 19 y otra novicia de 23. “Estábamos en obras, para hacer habitaciones individuales y cambiar la cocina, en la entrada del noviciado, pero apareció una grieta y se derrumbó, pillando en su interior a dos hermanas, que quedaron bajo los escombros”, lamenta Sor María Eugenia. Ese episodio de la vida del convento, en palabras de esta hermana, “fue una tragedia muy grande”, y los primeros que vinieron a auxiliar a la comunidad fueron los frailes del convento de San Esteban.

 

Durante dos días, las hermanas tuvieron que trasladarse allí, “aunque para dormir nos repartían en conventos cercanos”. Aquella fue una etapa muy difícil, “porque quedó muy reducido el espacio donde vivíamos, y así estuvimos ocho años”. De aquella experiencia tan complicada se quedan con el fomento de la vida fraterna, “la unidad, y el hecho trágico que vivimos con la pérdida de dos hermanas”.
De estas últimas décadas recuerda que se han ido muriendo las hermanas, “y no hemos tenido apenas vocaciones, la última entró hace unos 20 años”.

Ora et labora

Y a la vida contemplativa de esta comunidad de dominicas se sumó en 1981 la de la labor, para obtener ingresos que les permitieran afrontar sus gastos. Como enumera Sor María Eugenia Maeso, han elaborado vestidos de niña para una fábrica de Pamplona, o cortinas, pero finalmente optaron por crear su propio obrador donde elaboran dulces. “El obrador es pequeño, con una mesa larga y máquinas para amasar la masa, otra para laminar y recortar las pastas, pero algunos productos se hacen todo a mano”, precisa.

 

(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace

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