13/02/2024
FLORENTINO GUTIÉRREZ SÁNCHEZ, DELEGADO DIOCESANO DE FAMILIA Y VIDA
A principios de 2023, la Conferencia Episcopal Española hizo público un documento titulado “El Dios fiel mantiene su alianza” (DT 7, 9). Se trata de un instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad ofrecido a la Iglesia y a la sociedad española desde la fe en Dios y la perspectiva del bien común.
El capítulo III está dedicado a exponer, según entienden nuestros obispos, las causas culturales, legislativas y sociales que “deconstruyen” la familia, reducen la persona a individuo y dificultan el bien común.
1. CAUSAS QUE DECONSTRUYEN LA FAMILIA
Estamos en la cultura del individualismo exasperado, Caracterizado por la sobrevaloración del hedonismo y del narcisismo.
Se traduce en la creación de un sujeto que se construye según sus propios deseos (AL 33), que conlleva un cambio en las relaciones afectivas (AL 38-39).
Genera una afectividad narcisista, inestable y cambiante, que no ayuda a la madurez (n. 41), hasta “Si estos riesgos se trasladan al modo de entender la familia, esta puede convertirse en un lugar de paso, al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo, o donde uno va a reclamar derechos, mientras los vínculos quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias” (AL 34).
En el fondo se trata de un fenómeno paradójico y, en gran medida, contradictorio que tiende a presentar la verdad como la mayor enemiga de la libertad.
Defiende que no es posible conocer una verdad objetiva, que no es posible conocer unos valores y que no es posible establecer unos principios éticos universales.
Afirma que no existe la verdad absoluta, solo existe la verdad de cada uno.
Por otra parte, el relativismo mostrará un rechazo radical a todo lo revelado de modo sobrenatural, ya que ello supone una ofensa contra la racionalidad o la autonomía humanas. Es más, se reivindica la negación de Dios como algo imprescindible para que el hombre pueda realizarse y alcanzar la plenitud.
Libertad significa, por tanto, que la voluntad propia es la única norma de nuestra acción, que la voluntad puede querer todo y tiene la posibilidad de poner en práctica todo lo que quiere.
Como toda ideología, intenta crear la realidad e imponerla de forma irracional.
Cimentada en la autocreación, impone una antropología virtual que responde a la visión del hombre exclusivamente como «cultura» (gender) anulando para ello la naturaleza (sex).
La oposición del papa Francisco a la ideología de género se explica porque ”presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer [que] procuran imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños”. (AL 56)22.
Con esta visión de la ideología de género, la identidad del hombre se fundamenta en la elección de la persona, y, por lo tanto, en la libertad.
El sexo no sería algo dado, sino una imposición cultural que recorta la libertad, y de la cual hay que liberarse.
El género, por tanto, sería lo que uno decide ser por sí mismo, independientemente de lo dado por la naturaleza.
Como ya afirmaba Benedicto XVI, desde esta «antropología atea» que presenta un hombre privado de su alma, y por tanto de una relación personal con el Creador, lo que es técnicamente posible se convierte en moralmente lícito.
La ideología de género es en realidad la voluntad de construir una antropología del deseo, sobre todo en su dimensión sexual, que justificará la aplicación de la biotecnología como medio para satisfacer los deseos.
Fomenta en la sociedad la cultura del consumo y del mercado, que inclina a ver a las personas como clientes, productores o consumidores.
Cada día es más dificil la experiencia de la gratuidad tan necesaria para el amor y la familia.
También las relaciones humanas tienen un precio y se introducen en las coordenadas del consumo de satisfacción, coste.
Como afirma Francisco es este un factor en el que se apoya cierta mentalidad antinatalista (AL 43).
El debilitamiento de la fe y la práctica religiosa deja a las familias más solas con sus dificultades (AL 43).
Dios es un gran desconocido para muchos; lo que supone una gran pobreza y un obstáculo para reconocer la dignidad inviolable de la vida humana.
Esto origina también una dificultad a la conciencia de ser hijo y, por tanto, a una inexperiencia del don, de lo gratuito, del haber recibido y a la ruptura con aquellos lazos que nos unen con la historia (AL 193).
2. ACCIONES QUE CONSTRUYEN LA FAMILIA
En el capítulo VII. Se invita a los padres al testimonio personal, familiar y comunitario y se ofrecen algunas pistas para este testimonio:
Cada persona ha de asumir la responsabilidad de cuidar la propia familia, dedicándole tiempo y luchando por ella como expresión también de responsabilidad social.
No basta solo la queja por lo que ocurre alrededor, es preciso hablar también con los hechos para transformar y mejorar lo que está a nuestro alcance, sin perder de vista el horizonte global.
En tiempos de desvinculación e invierno demográfico, el evangelio de la familia ha de ser anunciado por esposos y padres que con humildad y decisión
Testimonien que la familia está fundada en el amor recibido y compartido, el significado esponsal de la diferencia sexual y la lealtad a la alianza establecida, así como la apertura y el cuidado de la vida como fuente de alegría personal y generadora de una inmensa fecundidad social.
Los padres han de velar por que, en la escuela, los hijos puedan recibir una educación conforme a los principios antropológicos y morales con que se les educa en casa.
Han de mostrar a sus hijos, desde el testimonio y la oración enseñada y compartida, que tienen un Dios Padre que los quiere.
También enseñar a vivir la fraternidad desde pequeños en tareas de acción social y caridad cristiana para que se sientan responsables de los que sufren a su alrededor, cerca y lejos.
Ante las crecientes propuestas de «educación sexual» que llegan por muy diversos cauces, es decisivo ocuparse de la educación afectivo-sexual de sus hijos desde la infancia y prevenir sobre los riesgos de la pornografía.
Es importante el compromiso público, propio de la identidad y espiritualidad laical, ante los grandes desafíos provocados por las leyes referidas a la vida, persona y la familia en diversas dimensiones.
Pero es imprescindible acompañar esa acción pública con compromisos a favor de las personas directamente afectadas, como por las embarazadas que tenemos más cercanas o los que sufren alrededor nuestro.
Hemos de conjugar la acción institucional contra leyes injustas con la acogida de cada persona y la afirmación de su dignidad, sea cual sea su condición o situación.
En el terreno educativo es importante la propuesta explícita de formación afectivo-sexual, así como el seguimiento de la educación en la escuela con la participación en las asociaciones de padres.
Es crucial la transmisión de la fe en la familia con la colaboración de la comunidad cristiana.
Para vivir este testimonio y ejercer la caridad política es muy conveniente la pertenencia activa a la comunidad cristiana y la vida asociada.
Esta forma de vida facilita a padres e hijos la socialización y la amistad en un ambiente cristiano donde puedan formarse, organizarse para el compromiso, cultivar un ocio sano y humanizador y descubrir la propia vocación.