26/07/2020
El obispo de la Diócesis de Salamanca, Carlos López Hernández, ha presidido este sábado, festividad de Santiago Apóstol, la misa funeral en memoria de las personas fallecidas en la pandemia, tanto víctimas de la covid-19, como aquellos que no tuvieron misa ‘corpore insepulto’ durante el estado de alarma. El aforo estaba limitado para cumplir el distanciamiento social, y contó con la presencia de más de 300 personas. La imagen de Jesús Resucitado, de la Cofradía de la Vera Cruz, se ha colocado en el altar mayor así como el Cristo de las Batallas, protector ante las epidemias.
En el saludo inicial, el prelado invitó a dar gracias a Dios “y a cuantos han hecho posible, con generosa entrega, y a veces con el sacrificio de su vida, el mayor control de la enfermedad ocasionada por el coronavirus y la recuperación de la relativa normalidad de la vida eclesial”. López Hernández indicó que “el dolor y el sufrimiento causados por el fallecimiento de tantos seres queridos, lo presentamos hoy al Señor como ofrenda de intercesión, unida al sacrificio redentor de Jesucristo”.
La monición de entrada fue leída por el médico Pedro Martín, integrante de la Coordinadora Diocesana de Cofradías, y que sufrió el coronavirus durante el confinamiento. En sus palabras se recordó algunas circunstancias “dolorosas” vividas durante ese periodo: “Una situación dramática, de enfermedad, muerte y penuria económica, cuyas consecuencias seguimos sufriendo”. Y en las que la Iglesia, “hace suyo el dolor de todos y ruega a Dios que nunca abandona a sus hijos, para que nos auxilie”. Por último, se pidió que la Palabra de Dios, “nos dé luz y esperanza”. Las lecturas fueron proclamadas por el médico Tomás González Blázquez, la enfermera Dolores Gallego, y el vicario de pastoral Policarpo Díaz.
En su homilía, el obispo de la diócesis recordó que la pandemia del coronavirus “nos ha obligado a vivir con especial intensidad la experiencia de la fragilidad de la existencia humana, y a contar con la muerte como dimensión esencial de nuestra condición”. Al respecto, añadió que la muerte “no es un simple problema técnico, sino un profundo hecho humano que es preciso aprender a vivir e integrar con plena consciencia y libertad en la existencia personal”.
Refiriéndose a los textos proclamados señaló que ofrecen “luz y fuerza para comprender y asumir la fragilidad y la condición mortal con serena y gozosa esperanza y con la libertad que nace de la experiencia del amor de Dios”. En su intervención hizo referencia al testimonio de San Pablo, “ejemplar para las situaciones de tribulación de nuestra carne por la pandemia o cualquier otra enfermedad que pueda quebrar nuestra vasija de barro”. Además, Carlos López Hernández pidió orar también por las personas que se hayan enfrentado al contagio del virus y a la muerte sólo desde la propia finitud”. Y recordó que como cristianos, “estamos llamados a mostrar la razón de nuestra esperanza con nuestra palabra y nuestra forma de vivir, sufrir y morir en comunión con Jesucristo”. Para terminar, rogó al Señor Resucitado, que por intercesión del Apóstol y de María, “que haga partícipes de su gloria a todos los que en esta pandemia han bebido el cáliz de la muerte”.
Las peticiones fueron leídas por el acólito de la Catedral, José Ignacio Arce, entre otras se pidió por los sanitarios, “que arriesgan su salud e incluso su vida en el cuidado de los enfermos; para que Dios premie su entrega y generosidad”. Así como por los que luchan para frenar la extensión de esta pandemia “o investigan para hallar un remedio, para que sus esfuerzos se vean pronto recompensados”. En la oración de los fieles, también se pidió por los contagiados, por las personas en riesgo, por los ancianos que se encuentran solos, por los trabajadores que han perdido su trabajo, “y por cuantos tienen miedo ante la situación que estamos viviendo, para que Dios les socorra e infunda serenidad y esperanza”. También se tuvo presente a los que se sienten desolados por la muerte, por personas que no pudieron acompañar ni despedir, “para que los consuele la certeza de haber sido creados por amor, y los llene de esperanza la promesa de la vida eterna”. Por último, se rogó por los fallecidos a causa de la pandemia en hospitales y residencias de ancianos, y por todos los difuntos de los últimos meses, “para que el Dios de la vida los acoja en sus presencia”.
Antes de la monición final, el canónigo de la Catedral y párroco de San Pedro Apóstol de Tejares, José Luis Sánchez Moyano, insistió en que la Iglesia, en el Misterio Pascual, “expresa su fe y ora por sus difuntos”. También tuvo unas palabras de agradecimiento a todo el personal sanitario, y a las fuerzas policiales, a los encargados de abastecimiento de alimentos, entre otros, así como a los religiosos y presbíteros, en especial a los que atendieron pastoralmente el cementerio durante el estado de alarma. Y anunció que en la próxima novena de la Virgen de la Vega, “este año contaremos con la presencia de los sacerdotes que durante este tiempo han acompañado con sus oraciones a los difuntos de la pandemia y a sus familias”.
Para terminar pidió la intercesión del Apóstol Santiago “para que nos veamos liberados del miedo, la angustia y la enfermedad y se manifieste cada día más el poder de Dios en nuestra vida”, y de la Virgen, concluyendo con la oración de confianza del Papa Francisco a la Virgen María del Divino Amor.
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