ACTUALIDAD DIOCESANA

11/06/2024

Acomodándose a nuestro entender

En su comentario al evangelio del domingo 16 de junio, XI del Tiempo Ordinario, Tomás González reflexiona sobre cómo Jesús enseñaba mediante parábolas como la del sembrador, con el propósito de que la gente comprendiera mejor su mensaje de amor y redención, y así abrir los corazones al Reino de Dios

 

Junto al mar, eran tantos los que escuchaban que Jesús se subió a una barca para enseñarles a través de la parábola del sembrador. En este domingo, y en tantas ocasiones, también para nosotros se embarca en la misión de abrirnos los oídos del corazón.

Cuando ya se ha quedado a solas con los más cercanos sigue poniéndoles ejemplos parecidos para presentarles el Reino de Dios: la semilla que se siembra pero luego crece en silencio y fuera de nuestro control, la semilla de mostaza que es pequeña y se hará grande.

Nos dice el evangelista Marcos que todo se lo exponía con parábolas, acomodándose a su entender. Unos versículos más atrás, sin embargo, citando a Isaías, afirmaba Jesús: A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”.

¿Cómo puede comprenderse esto?

Una sabia interpretación nos la brinda Benedicto XVI al referirse a la importancia de la imagen de la semilla en el conjunto del mensaje de Jesús. Sostiene que en ella está escondido lo que va a venir. Es promesa ya presente en el hoy. El Domingo de Ramos, el Señor ha resumido las diversas parábolas sobre las semillas y desvelado su pleno significado: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Él mismo es el grano. Su “fracaso” en la cruz supone precisamente el camino que va de los pocos a los muchos, a todos: “Y cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).

Entonces, ya sí, miraremos y veremos, oiremos y entenderemos, nos podremos convertir y ser perdonados, porque de esa semilla, sigilosa y misteriosamente, a partir de lo más pobre, humilde y sencillo, brota un árbol nuevo, la Cruz, que explica todas las parábolas. En sus brazos extendidos sobre la Cruz es como Cristo se acomoda a nuestro torpe entender, y es allí, en esa barca de amor, donde nunca deja de enseñarnos.

Tomás González Blázquez, médico y cofrade

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