10/03/2021
Cáritas diocesana de Salamanca hace balance de su labor al cumplirse un año del inicio de la pandemia por el Covid-19, en el que ha tenido que enfrentarse a una grave crisis social y económica de miles de personas. Desde el servicio de acogida y atención primaria han atendido a 2.368 familias, destinando más de 1,3 millones de euros para cubrir las necesidades de alquiler, alimentación, suministros o farmacia, con un total de 5.536 ayudas concedidas.
Durante la presentación de estos datos, la directora de Cáritas diocesana de Salamanca, Carmen Calzada, quiso tener un reconocimiento al profundo dolor por las pérdidas de vidas humanas “que tanto sufrimiento han causado en toda la sociedad”, y a los afectados directamente por la enfermedad.
Asimismo, también ha querido agradecer a todas las personas, empresas e instituciones que han apoyado a Cáritas para reforzar su labor en estos meses. De este tiempo de pandemia y crisis sanitaria, Calzada confirma que se ha producido un incremento del 20% de personas que han acudido por primera vez a esta organización. Esta responsable también subraya la labor de su organización en la atención de otras realidades como las personas sin hogar, los enfermos mentales, los drogodependientes, la inserción laboral o los niños y jóvenes, entre otros.
“La pandemia ha evidenciado todas las desigualdades presentes en nuestra sociedad, pero también ha evidenciado un aumento de generosidad y de solidaridad”, insiste Carmen Calzada. Además, se ha visto, según esta responsable, “la urgente necesidad que todos sentimos de un cambio de mirada en pro de la fraternidad, de la igualdad de las personas y de los pueblos”.
Por su parte, el secretario general de Cáritas diocesana de Salamanca, José María Rodríguez, ha relatado cómo la organización se fue adaptando a las diferentes fases de la pandemia, “para seguir acompañando a las personas en todas nuestras líneas de intervención”. En este sentido, advierte que 2020 ha sido “un año muy difícil para todos, y especialmente, para las personas que viven en situación de exclusión, muchas de ellas que ya venían sufriendo las consecuencias de la crisis económica de 2018, y por lo tanto, ya estaban en una situación precaria y de crisis”.
Del año de pandemia, Rodríguez detalla varios momentos concretos. Durante el primer mes de confinamiento, aclara, “mantuvimos todos nuestros centros, abiertos, y los servicios de acogida y atención primaria”, o en las distintas parroquias, los centros de intervención a personas sin hogar, la Casa Samuel, el Espacio Abierto, así como los otros centros de promoción, centro de día de atención de drogodependientes, o la atención a inmigrantes y a las familias. Pero precisa que esa realidad se mantiene hasta primeros de abril, “en la que ya nos vimos obligados a que muchos de los centros pasen de la atención presencial a la telemática”.
José María Rodríguez apunta que los recursos residenciales siguieron funcionando a pleno rendimiento, como Espacio Abierto, Padre Damián o Casa Samuel.
Otro segundo momento clave en esta pandemia fue la llegada de la denominada “nueva normalidad”, “cuando termina el confinamiento y volvemos a abrir los centros nuevamente, adaptando las medidas necesarias para seguir funcionando“. El secretario general reconoce que supuso algunos cambios como el desdoble de grupos, trabajar con cita previa, “hacer acompañamiento domiciliario o flexibilizando horarios para poder seguir acogiendo y acompañando a todas las personas”.
En este periodo también han visto cómo las necesidades sociales han aumentado, y de todas las realidades, destacan varias de ellas. La primera, la padecida por las familias y las restricciones de movilidad; o la de la soledad, que ha golpeado a todos los grupos sociales, “no solo a los mayores”, también a personas con enfermedad mental, “que muchos no han podido seguir el tratamiento en el centro de día Ranquines”.
Respecto al proyecto de mayores, Rodríguez subraya que se han reiventado, “al cerrar nuestros siete espacios de encuentro en las parroquias, donde atendíamos a 230 personas“, pero los han visto en plazas y parques, donde les han entregado fichas para seguir su estimulación cognitiva, o el acompañamiento teléfonico, etc.
Otra realidad de Cáritas diocesana han sido las personas sin hogar, “Padre Damián ha estado lleno a lo largo del año, con 280 personas, y desde confinamiento, todas las plazas ocupadas, aunque luego se vio obligado a reducir plazas”, o la labor de Espacio Abierto, “cubriendo las necesidades básicas y los recursos en el periodo de confinamiento”. Por otra parte, se ha tratado de crear nuevos recursos y espacios donde trabajar y acoger a personas en situación de calle, “y en colaboración con el Ayuntamiento, en el confinamiento se abrió el albergue Lazarillo, con 24 personas atendidas”.
En esta crisis sanitaria también se ha producido una gran brecha digital, según denuncian desde Cáritas, “tanto en el campo educativo como en el de las familias a la hora de pedir ayudas a la administración”. La organización diocesana ha atendido a 240 adolescentes y jóvenes en este periodo, “con apoyo sistemático”. Además, advierten que el 60% de las familias con las que trabaja, “sufre esta brecha digital, que es un factor más de exclusión social”.
Cáritas diocesana de Salamanca ha puesto en marcha varias campañas solidarias en este tiempo de pandemia. En un primer momento fue la de “La caridad no cierra”, y meses más tarde, “Gente con ángel”. “En 2020 hemos aumentado un 38% las personas que han colaborado económicamente con respecto al año pasado”, determina Rodríguez. Asimismo, recuerda las 40 empresas “con corazón” que han incrementado la colaboración, en especie, productos, etc. Por otra parte, quisieron resaltar los 200 voluntarios nuevos que se han acercado a Cáritas ofrecer su tiempo y ayuda.
El secretario general también mencionó el gesto de la Diócesis de Salamanca con un fondo específico para las familias que han sufrido la crisis de la pandemia, con 500.000 euros, “con el que hemos podido cubrir las necesidades que se han presentado en este tiempo”.