10/05/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Carlos Arnanz es sacerdote operario, natural de Valladolid, y con motivo de sus 25 años de presbítero, recuerda los pasos dados en este ministerio. El seminario menor lo tenía al lado de casa, donde finalmente entró: “Allí estuve muy a gusto, y me tomé en serio lo que se iba haciendo, pero sin ningún planteamiento más”, reconoce. De esos años, recuerda las horas de estudio, el deporte, la misa o la formación religiosa.
Los responsables del seminario menor de Valladolid eran los sacerdotes operarios diocesanos, “y me gustaba lo que hacían y el estilo que llevaban”, admite. Este sacerdote estudió COU en Salamanca, en el colegio Maestro Ávila. “Fue en ese momento cuando decidí dar el paso más en serio, y me fui al teologado de los Operarios, y comencé a estudiar Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca “, subraya, entre los años 1990 y 1995.
Esos cinco años los vivió como un proceso de discernimiento: “La oración y las experiencias pastorales, siempre contrastando y viendo si esto podía ser”; determina Arnanz, pero como también reconoce, “siempre abierto a seguir”. Y durante su etapa de estudiante, colaboró en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, como catequista y como monitor en los campamentos de “Jucayba”, donde conoció la pastoral con jóvenes.
Este sacerdote operario reconoce que muchas de las amistades que conserva, “son de aquella época”. Y todo ello fue una experiencia religiosa y una humana con los dos párrocos: Juan Díaz y Argimiro García, a quien les unió una gran amistad.
Al terminar Teología, en 1995, le enviaron a hacer la licenciatura en Teología Dogmática (Eclesiología), a la Universidad Gregoriana de Roma, y residió en el Colegio Español. El segundo año de su estancia allí, el arzobispo de Valladolid, Mons. José Delicado Baeza, le ordenó diácono en Valladolid en 1997.
Cuando terminó Teología, Carlos Arnanz ingresa en la Hermandad de Operarios diocesanos, y su director general, le destina a Canarias como formador del seminario Menor y del equipo de Pastoral Vocacional de dicha diócesis.
Este presbítero detalla que en la Hermandad de Sacerdotes Operarios diocesanos, “viven y trabajan en fraternidad, dedicados sobre todo a la formación sacerdotal y a las vocaciones“. Además, suele colaborar con las diócesis con acuerdos con los obispos, “quienes les solicitan que presten ayuda en un área concreta, y la hermandad propone el destino”.
En Las Palmas de Gran Canaria estuvo dos años, cuando estaban empezando la experiencia en familia del seminario menor y la Pastoral Juvenil, de 1997 a 1999. El 11 de julio de 1998 fue su ordenación como sacerdote en Majadahonda, en Madrid, junto a otros compañeros operarios de las Archidiócesis de Toledo y Valladolid.
Su primer año como presbítero lo vivió en Canarias, “una experiencia muy rica, porque en el seminario menor en familia se reunían cada 15 días, para convivencias, deporte, excursiones,… y los fines de semana, colaboraba en las parroquias donde hiciera falta, así que conocimos cada rincón”.
Después, fue enviado a Salamanca para ocupar el cargo de director del Servicio de Publicaciones “Ediciones Sígueme”, tras la marcha de Jesús Pulido, actual obispo de Coria-Cáceres. En cuanto a su labor en la editorial, Carlos Arnanz detalla que engloba desde pensar qué tipo de libros hay que publicar, “estar atentos a las preocupaciones, lo que ese está movimiento y lo que se necesita,…”. Su editorial está dirigida de forma especial a los sacerdotes y religiosos, así como a las vocaciones
Su trabajo requiere estar muy atento a todo lo que hay a nivel eclesial, sacerdotal o social,.. “hay mucha relación con editores de todo el mundo, ya que muchos de ellos son traducciones, y tenemos que estar atentos a lo que se publica en otros países, o los autores que salen nuevos, así como la relación con los traductores, las imprentas, la presencia en las ferias de libros,…”.
“Los primeros años viajamos muchísimo a América, a las ferias de libro, universidades, obispados, bibliotecas, tanto de Estados Unidas como del resto”, apunta Arnanz. Y asegura que su trabajo le brinda la oportunidad de conocer a mucha gente, incluso de otras confesiones,… “porque publicamos bastante de los ortodoxos y anglicanos, y el diálogo con ellos es muy fluido y cordial”.
Carlos Arnanz dedica muchas horas a corregir pruebas de libros, “es agradecido después, porque conoces a mucha gente que los valora, que los comenta,… y en sitios muy insospechados”. Es una labor que se extiende de lunes a viernes en la editorial, y los fines de semana se centra más en una labor pastoral.
Ante la necesidad de sacerdotes en la diócesis, se ofrecieron al obispo, Mons. Braulio Rodríguez, que en 2001 los envió por un año a colaborar con el párroco de Vitigudino, por aquel entonces, Ignacio Gómez Carreño. “Allí íbamos los sábados a un par de pueblos, según nos indicaban, como Traguntía o Villarmuerto, que nos permitía conocer la realidad de la pastoral”, insiste.
Con la llegada del obispo, Mons. Carlos López, comenzaron a ayudar a Demetrio Franco, que acababa de ser destinado a Villaseco de los Reyes y tenía varios pueblos más. “Y desde entonces, vamos a tres pueblos los domingos por la mañana, entre ellos, a Villaseco de los Reyes, Monleras, Sardón, El Manzano, El Gejo, Puertas o Cerezal”, detalla.
Con la llegada del sacerdote diocesano, Emilio Vicente de Paz, a la zona, fueron ampliándose las parroquias, y cuando se retiró, José María Gallego, asumieron los que tienen ahora: Villarmayor, La Mata, Villaseco de los Gamitos y Encina de San Silvestre.
Con el actual párroco de Ledesma y de la zona, Miguel Martín Yuste, también han seguido con él. “Cada domingo vamos a tres pueblos, y estamos a su disposición para atender los que nos indique”, determina. Para ello, confeccionan un calendario con las parroquias, y el sacerdote que la atenderá ese fin de semana.
Para Carlos, tener la posibilidad de ejercer el ministerio en contacto con la comunidad parroquial, “es bajar a la realidad más concreta, de lo que correría el peligro de ser algo más idealizado”. Él reconoce que son pueblos que van a abandonando todas las instituciones, y a veces, “el momento que tienen de reunirse es en la misa, y las preocupaciones que tienen es el envejecimiento, la pérdida de población,…”.
Pero por encima de todas esas circunstancias, valora la enorme fe que tienen, “una fe probada, recia, y a prueba de bombas, porque ir en invierno a estos pueblos es heroico, y esta gente mayor sigue yendo”. A este sacerdote operario le dan ejemplo de fe, “una fe sencilla, llana y esencial”.
De estos 25 años como sacerdote, le cuesta mirar hacia atrás, y reconoce que hasta que no ha hecho el año, “no me he hecho la idea de que llevaba 25”. Lo vive con mucha tranquilidad y normalidad, “siento la fe más normalizada, el ministerio más asumido, me siento útil, y tengo la responsabilidad de mantenerlo vivo”.
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