ACTUALIDAD DIOCESANA

08/10/2023

Cerca, torre, lagar

Comentario al evangelio del domingo 8 de octubre, XXVII del Tiempo Ordinario, ofrecido por el cofrade salmantino Tomás González para el programa Iglesia Noticia, en COPE Salamanca

 

TOMÁS GONZÁLEZ BLÁZQUEZ, COFRADE

Según las latitudes, ya se ha vendimiado o se está en ello. Es el momento de los frutos, de la recogida. Nos viene, pues, en tiempo oportuno y favorable este evangelio dominical en que Dios nos lleva a su viña.

El profeta Isaías entona un cántico de amor a la viña. Es el cántico del Amado, de Dios que ha plantado y cuidado su viña, la casa de Israel, para recibir, a cambio de su entrega y fidelidad, frutos indeseables de injusticia y de dolor. Sin embargo, Dios nunca abandona su viña, nunca deja a su pueblo. La parábola que nos narra Jesús nos muestra que el mal ciega y conduce a muchos de los que trabajamos en esta viña. Como en la hora de la Redención con la sangre del mismo Cristo se colmó el lagar, hoy sabemos bien que esta Palabra conserva su vigencia.

Alrededor de la viña hay una cerca que unos conciben como barrera que impide entrar a los de fuera y otros como valla que encierra a los de dentro. Sin embargo, esa cerca no se levantó para el aislamiento sino para la acogida, no para la prisión sino para la defensa y la libertad, porque la invitación a la viña, el anuncio del Evangelio, es para todos los hombres de toda época.

También hay una torre que vigila la viña, que está pendiente de cada cepa, que pone su mirada sobre cada sarmiento, en particular sobre los más endebles. El Señor de la viña alienta desde allí a cada trabajador, para que la humildad y la esperanza animen su jornada como servidor del único y fiel propietario.

Finalmente, en el lagar sigue fresca y vivificante la preciosa Sangre de Cristo, y
asociada a ella la de todos los que han dado su vida por la causa del Evangelio. Porque siempre es el tiempo de los frutos, de la salvación de las almas al lavarse en esa Sangre del Hijo enviado a la viña por su dueño, la Sangre derramada por Cristo en la Cruz para el perdón de los pecados. Siempre es el momento de orar confiadamente con el salmo como hacemos en este domingo: “Señor, Dios del Universo, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.

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