19/06/2019
Eva Cañas | El domingo 23 de junio se celebra la solemnidad del Corpus Christi, antiguamente denominada Corpus Domini, es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. En este día los católicos veneran la Eucaristía y recordan su institución llevada a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y vino en su Cuerpo y en su Sangre. Un enorme regalo que nos hizo para quedarse con nosotros y alimentar nuestras almas para la vida eterna.
La fiesta del Corpus Christi se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección. Como prolongación de la Eucaristía, ese día se celebra la procesión con el Santísimo Sacramento que cuidadosamente resguardado en una custodia es conducido por las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblos, ataviadas con flores, tapices o alfombras, mientras que en la que el pueblo de Dios, sacerdotes y laicos le acompañan manifestando su fe y amor la Eucaristía.
El primer documento oficial donde se cita la celebración del Corpus Christi en Salamanca fue en el año 1396, 149 después que tuviese la primera fiesta en la Diócesis de Lieja, en Bélgica, según ha podido constantar en una tarea de investigación el canónigo archivero de la Catedral, Casimiro Muñoz. El Corpus Christi se fue extendiendo por toda la Iglesia de Occidente, desde Bélgica a Alemania, España e Inglaterra. En el territorio español la primera celebración fue en Barcelona, en 1319.
Y con más o menos intensidad, la fiesta del Santísimo Sacramento se ha celebrado hasta nuestros días, resaltando especialmente en ella la procesión con el Santísimo por las calles de los pueblos y ciudades, “como una magna manifestación de fe inculturada conforme a la idiosincrasia de cada lugar”. En el Archivo de la Catedral de Salamanca se recoge una bula del Papa Eugenio IV (año 1433), en la que se enumera las indulgencias concedidas por otros papas en las fiestas del Santísimo y concediendo otras nuevas.
Según las actas de los sínodos diocesanos salmantinos (años 1310-1497), anteriores al Concilio de Trento, ya se establece la normativa pertinente con respecto a la celebración de la fiesta del Corpus Christi en la Diócesis de Salamanca. En concreto, en el sínodo del año 1396 se establece lo siguiente: “Entre las festividades que la Iglesia celebra por todo el año, mucho es de haber en gran reverencia la fiesta del Cuerpo e la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. E, por ende, el padre santo Clemente quinto mandó por una su decretal que se celebrase en todo el mundo por los fieles cristianos…”.
En el sínodo del obispo Gonzalo de Alba, de 6 de abril de 1410, se establece que en las procesiones, todos los clérigos de la ciudad han de ir acompañados de las cruces de las iglesias donde residan, a las que organice la iglesia Catedral, estipulando multa para quienes incumplan esta norma. Otra de las curiosidades en torno a esta festividad se han encontrado en los libros de cuentas de fábrica de la Catedral, en 1501, se establece el gasto por el almuerzo de los cantores, o un pago a los tamborileros y un tambor que fueron con la danza de espadas. En las cuentas del año siguiente figuran el gasto por diez cestas de cerezas y 17 cántaros de vino.
El Ceremonial de la Catedral, que recoge algunas de las celebraciones más importantes que tuvieron lugar entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, se da cuenta de la celebración del Corpus en diversos años. En 1787 se cuenta de la celebración de la procesión del Corpus que tuvo lugar el 1 de junio, presidido por el entonces obispo, Andrés José del Barco, que como se recoge en el documento: “Fueron en la procesión detrás del S. S. I. (tratamiento para los obispos en esa época) todos sus capellanes desobrepelliz, y los pajes en sotanas. Detrás de estos iban dos lacayos con la silla, y en ella una almohada por si acaso S. I. gustaba de sentarse alguna vez. Y si se sentase o hubiere sentado, lo haría o habría hecho en su mismo coro detrás de las andas, y a los lados sus asistentes”.
En el actual ceremonial de los obispos, en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo se recoge que como celebración peculiar está la procesión, nacida de la piedad de la Iglesia, y en ella, el pueblo cristiano, llevando la Eucaristía recorre las calles con un rito solemne, con cantos y oraciones, y así rinde público testimonio de fe y piedad hacia este sacramento. En este epígrafe también se confirma que es conveniente que la procesión se haga después de la misa en la cual se consagra la hostia que se lleva en procesión.
El canónigo de Liturgia de la Catedral, Jesús Terradillos, insiste en que el día del Corpus Christi, “lo primero y fundamental es la celebración de la eucaristía, y luego está la prolongación de la misma, la procesión”. Al respecto asegura que se han unido aspectos de la piedad y religiosidad popular. “Es la procesión del Cuerpo de Cristo, y por lo tanto, no podemos llevar otras imágenes, el centro es él, como prolongación de la celebración eucarística”, sentencia.
Y esa procesión, concreta Terradillos, “tiene que tener las mismas características que la celebración, como escuchar la Palabra de Dios, responder a ella, y hacer presente el Cuerpo de Cristo”.
Respeto al paso del Santísimo
Como signo de respeto, al paso de la custodia con el Santísimo se debería de realizar una reverencia o bien arrodillarse, como asegura este canónigo de la Seo salmantina. “Pero sobre todo lo importante es tener en cuenta la señal de silencio y respeto”, puntualiza Terradillos.
En cuanto a los enseres que forman parte de la procesión, destaca la basílica (de color amarillo y rojo), como signo de que la Catedral de Salamanca es filial de San Juan de Letrán, en Roma, Santa Iglesia Basílica Catedral (SIB), “a eso se debe, y al ser filial se saca el signo de la basílica”, determina. Otro de los enseres que se verán en la procesión del próximo 23 de junio será la campana del tintinábulo, que anuncia la presencia del Cuerpo de Jesús, y data del siglo XVIII.
Respecto o a la custodia, como describe Jesús Terradillos, se trata de una reconstrucción: “Tiene tres partes. La más antigua es del siglo XIV-XV, que es el copete, donde va el Santísimo, después tiene el columnario que es posterior”, argumenta. Lo más antiguo es gótico, el columnario, del XVI, y todo lo demás, del XVIII. “Es curioso los diferentes símbolos que están representados en la custodia, como, por ejemplo, el sol (día), la luna (noche), las uvas o las espigas, entre otros. A lo largo del recorrido de la procesión se intercalarán textos vinculados al símbolo de la eucaristía, canciones del coro y la Agrupación Musical del Cristo Yacente.