25/06/2023
Esta última semana los focos mediáticos de todo el mundo han estado puestos en la noticia del sumergible Titán, del que se perdió contacto en aguas canadienses. La ausencia de comunicación con el buque base y la disponibilidad de oxígeno solo para tres días, con la consecuente muerte de sus ocupantes, es un drama que ha seguido medio mundo. Se trataba de cinco tripulantes-turistas que hacían una visita submarina al Titanic, el legendario barco hundido en 1910. La empresa responsable, las empresas y familias de los afectados y señalados gobiernos de Occidente han puesto medios ingentes para esta búsqueda que acabó en tragedia. Rezamos por ellos y por sus familias.
Al mismo tiempo, una vez más, quedamos desconcertados y escandalizados por lo que todo esto dice del mundo en que vivimos… Cada turista del sumergible Titán había pagado 230.000 euros por vivir esa aventura de ocho días. Es lo mismo que cuesta la hipoteca habitacional de un millón de familias españolas, que viven sumergidas en un viaje de 25 años con un ritmo mensual de pagos que con frecuencia les dejan sin oxígeno… Por otro lado, en este último mes, unos días antes, un pesquero abarrotado con 750 migrantes naufragaba en aguas griegas. A 600 se los tragó el mar. Muchas mujeres que iban en la bodega del barco se ahogaron abrazadas a sus hijos… Se suman a las más de 25.000 personas que han muerto en los últimos 10 años intentando llegar a Europa, convirtiendo el Mediterráneo en la mayor fosa común de migrantes y refugiados… Y este mismo miércoles, mientras se desplegaban millonarios recursos y miles de cámaras televisivas en torno al sumergible turístico del Titanic, una lancha neumática naufragó al sur de Gran Canaria con 60 personas subsaharianas, de las que la mitad desaparecieron en el mar. Antes los había avistado un avión de salvamento, luego ellos esperaron toda una noche a una nave de rescate que nunca llegó…
Como veis, esta semana me ha impactado el contraste entre las permanentes noticias del sumergible y la casi nula atención a otros dramas actuales. A tal punto que hice una última prueba en internet que habla por sí sola: si pones “sumergible Titán” aparecen 21 millones de búsquedas, y si pones “hambre Etiopía” apenas llegan a 0,1.
De manera que el verano 2023 empieza dejando en evidencia que vivimos “en un mundo al revés”. Un mundo donde las atenciones y los recursos están focalizados en los más ricos y pudientes. O sea, al revés de lo que Jesús afirma una y otra vez: que “los últimos serán los primeros” y que “el Reino de Dios es de los pobres”. Al inicio del verano, cuando todos soñamos con desconectar de todo y pasarlo bien, Jesús dice en el evangelio de este domingo: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Quizá hoy añadiría: “¡Sed valientes y contribuid a poner alma a este mundo desalmado!” Hablar de estas cosas, justo ahora, es lo menos que podemos hacer como cristianos en un mundo al revés.
Mariano Montero, sacerdote Adsis, párroco de Santa Marta de Tormes