22/07/2020
Tres meses después de su ingreso en el complejo asistencial de Salamanca el obispo de la diócesis de Salamanca, Carlos López, ha relatado como fue su experiencia tras padecer el Covid-19 y permanecer ingresado durante seis días en el Hospital Clínico y continuar con su tratamiento en el Colegio Arzobispo Fonseca durante diez días más. Un emotivo testimonio que ha compartido ante los medios de comunicación en su comparencia para la presentación del Fondo social en Cáritas.
En su relato D. Carlos asegura que “el virus fue bastante benévolo conmigo”, porque tomó precauciones a tiempo. Aunque reconoce que durante su enfermedad vivió momentos muy duros y dramáticos.
Todo comenzó el 19 de marzo, día de San José, cuando comenzó a sentir fiebre “primero unas décimas, luego cada día un poquito más”. Durante ese tiempo recibió asistencia telefónica pero el el día 24 “me subió la fiebre de forma considerable y ya me alarmé. Necesitaba un reconocimiento médico y llamé a un amigo, médico de familia, y el día 25 de marzo vino a verme”. Tras auscultarle le advirtió que en tres o cuatro días se podía desarrollar una neumonía.
Don Carlos forma parte del colectivo vulnerable a la infección “por mi edad (74 años) y porque soy asmático”, así que decidió acudir al Hospital de la Santísima Trinidad donde le hicieron todas las pruebas “y el resultado fue positivo”. Desde allí esa misma noche le trasladaron hasta Urgencias del Hospital Clínico, donde quedó ingresado.
“He de decir que milagrosamente desde el primer día que ingresé la fiebre casi desapareció. No tuve ningún síntoma grave, la oxigenación estaba normal. Me pusieron oxígeno al mínimo”, afirma. El 31 de marzo el médico le dio a elegir entre marcharse a casa para continuar el tratamiento o ir al Colegio Arzobispo Fonseca, que se convirtió en improvisado hospital para pacientes que se recuperaban del coronavirus. D. Carlos eligió esta segunda opción y allí fue trasladado hasta el 10 de abril que le hicieron la prueba del PCR, con resultado negativo, y pudo regresar a casa.
Don Carlos reconoce que lo más doloroso de esta experiencia ha sido “la soledad, que me afectó como a todos”, el “aislamiento, el ver que el compañero de al lado se muere” así como su preocupación por el estado de salud de otros sacerdotes que también estaban afectados por la enfermedad. Durante los días que permaneció ingresado en el Hospital recibió multitud de mensajes de personas que le preguntaban cómo estaba, “rezamos por usted”, le decían, a la vez que aportaban “informaciones dolorosas” como el fallecimiento o el ingreso de sacerdotes. “Yo les llamaba. Estaban fatal, no tenían fuerzas ni para contestar el teléfono. Fueron días en que la preocupación principal fue esa”.
Durante su ingreso en el Clínico Don Carlos acompañó espiritualmente a un anciano de 90 años que “estaba muy grave y con el que compartí habitación durante tres días”. El obispo asistió a su proceso final de vida hasta que murió víctima de un infarto la noche del 29 al 30 de marzo,cuando el Hospital estaba con una gran presión por el Covid. “Fue muy doloroso. No se le podía hacer nada por la congestión en la que estaban todos los servicios médicos”. Lo que le consuela es “que le pude atender espiritualmente en su final. Le pedí permiso y eso le consoló bastante. La providencia de Dios quiso que hubiera allí un sacerdote para éste muriera en paz”, reconoce.
“Los días en Fonseca fueron distintos”, señala D. Carlos, “pero con la preocupación de los sacerdotes que estaban enfermos, y una religiosa que falleció también, la Hermana María Eugenia de la Congregación de las Josefinas Trinitarias”, quien era la delegada diocesana para la vida consagrada. Una mujer a la que ha calificado “como muy valiosa” y a la que “el virus le atacó de tal manera que no lo resistió”.
Con el paso de los días, los sacerdotes afectados por el coronavirus fueron mejorando “y a día de hoy están todos perfectamente recuperados en la residencia diocesana”, como ha reconocido.
En su comparecencia, D. Carlos ha recordado que durante el estado de alarma fallecieron diez sacerdotes diocesanos “por el coronavirus o por otras causas parecidas”. Por todos ellos se celebrará una misa funeral el próximo domingo 26 de julio, a las 19.30 horas en la Catedral Nueva. “Por ninguno de ellos pudimos hacer un funeral ya que las iglesias estaban cerradas”.
El obispo afirma que la experiencia de esta enfermedad le ha ayudado mucho “sin duda hay situaciones en las que uno teme por su vida”y que son más llevaderas con el recurso de la fe”. En esos momentos se repetía “Señor estoy en tus manos, hágase tu voluntad”. Los momentos dramáticos que ha vivido le han influido también en “despertar la sensibilidad” sobre lo que estaba sucediendo en todos los niveles, en la sociedad y en las familias.
Don Carlos también se refirió a la Eucaristía que se va a celebrar el sábado 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, patrón de la Iglesia de España, por todas las víctimas de la pandemia que “tuvieron que afrontar la enfermedad y la muerte aisladas, separadas de la familia, y morir en un momento de aislamiento eclesial en el cual no fue posible sentir la cercanía de la oración de la comunidad cristiana”. Esta Misa funeral tendrá lugar en la Catedral Nueva, a las 20.00 horas, y en ella “vamos a orar por todas las víctimas de la pandemia, para implorar del Señor la gracia de su bienaventuranza eterna”.