08/01/2022
El domingo, día 9 de enero de 2022, fiesta del Bautismo del Señor según la liturgia, celebraremos la comunidad diocesana salmantina un DÍA DE PUERTAS ABIERTAS para recibir gozosamente a nuestro nuevo pastor y obispo Mons. D. José Luis Retana Gozalo. Cantaremos como los israelitas al recibir a Jesús en Jerusalén: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Este día, como principio y guía para los días sucesivos, deben abrirse todas las puertas, tanto comunitarias como personales, para acoger sin obstáculos los dones y gracias que las nuevas manos episcopales traen, en nombre de Jesús, para enriquecer nuestras vidas.
En estos momentos especialmente deben estar abiertas nuestras puertas:
La primera misión del obispo consiste en congregar y regir al pueblo que se le ha encomendado. El sacramento del Orden es el manantial de donde brota la misión de congregar y regir su propia grey y, por supuesto, siempre en comunión con el romano Pontífice. Así lo expresa el Ceremonial de los Obispos en el nº 5:
“Revestido de la autoridad del sacramento del Orden, el Obispo rige, como vicario y legado de Cristo, la Iglesia particular, en comunión y bajo la autoridad del Romano Pontífice”.
El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 27) comenta cómo el Obispo ha de regir a su comunidad siendo el último y el servidor:
“Los obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las iglesias particulares que se les han encomendado, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y con su potestad sagrada, que ejercitan únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuanta que el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor”.
Congregan y forman a toda la familia de su grey, de modo que todos, conscientes de sus deberes, vivan y obren en unión de caridad.
La segunda misión de los obispos consiste en enseñar. Jesucristo envió a sus Apóstoles a predicar el Evangelio por todo el mundo. Los obispos han de continuar esta tarea. Los objetivos de esta misión evangelizadora la expone claramente el Ceremonial de los Obispos en el número 6:
“Por la predicación del Evangelio el Obispo, con la fortaleza del Espíritu, llama a los hombres a la fe, o los confirma en la fe vital, y les propone el íntegro misterio de Cristo”.
El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 25) desarrolla en puntos concretos los objetivos de esta evangelización:
“Entre los oficios principales de los obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque los obispos son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es decir, herederos de la autoridad de Cristo, que predicen al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación las cosas nuevas y las cosas viejas, la hacen fructificar y con vigilancia apartan de la grey los errores que la amenazan”.
No olvidan los Padres Conciliares que la evangelización supone la exposición íntegra del mensaje cristiano y reclaman esta atención para todos los obispos: Pero esto supone que los fieles también debemos prestar atención a sus palabras ya que como dijo San Pablo, la fe entra por el oído. Es, por tanto, evidente que tenemos que tener en todo momento nuestras “puertas abiertas” para que el mensaje evangélico tome asiento en nuestro corazón.
La tercera misión de los obispos es la de santificar a sus fieles. Esta misión se realiza fundamentalmente con la celebración de los sacramentos. El Ceremonial de los obispos, en su número 7, lo dice claramente:
“Por medio de los sacramentos, cuya celebración legítima y fructuosa regula él con su autoridad, el Obispo santifica a sus fieles. El dispone la administración del Bautismo, por medio del cual se concede la participación en el sacerdocio de Cristo. El es el ministro ordinario de la Confirmación, el dispensador de las Sagradas Órdenes, y el moderador de la disciplina penitencial. El dirige toda celebración legítima de la Eucaristía, por medio de la cual continuamente vive y crece la Iglesia. Solícitamente instruye y exhorta a su pueblo para que participe con fe y reverencia en la liturgia y, sobre todo, en el santo sacrificio de la Misa”.
Por todo esto, dijo el Concilio Vaticano II, el obispo es el gran sacerdote de la grey, y su principal celebración será la Eucaristía, en el único altar, rodeado de su presbiterio. Así dice la Sacrosanctum Concilium, 41:
“El Obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la iglesia catedral, persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de sus presbíteros y ministros”.
Para concluir, y resumir, diremos que al obispo que se nos ofrece hemos de abrirle las puertas de par en par puesto que es el representante de los Apóstoles para todos nosotros. En el decreto conciliar Christus Dominus, 2, leemos lo siguiente:
“También los Obispos, por su parte, puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno. Ahora bien, Cristo dio a los Apóstoles y a sus sucesores el mandato y el poder de enseñar a todas las gentes y de santificar a los hombres en la verdad y de apacentarlos. Por consiguiente, los Obispos han sido constituidos por el Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores”.
Ante la tentación de permanecer con las puertas cerradas, San Cipriano (en la Epístola 66) habló muy claro. Decía:
“Debes saber que el obispo está en la Iglesia y que la Iglesia está en el obispo, y que si alguno no está con el obispo, no lo está con la Iglesia”
Abramos, por tanto, las puertas de nuestras casas y de nuestro corazón al nuevo obispo D. José Luis que viene a pastorear nuestra diócesis en el nombre del Señor, a la vez que debe pastorear también la diócesis de Ciudad Rodrigo. Gracias a Dios por este regalo y gracias a la aceptación humilde de su misión por parte de nuestro nuevo pastor. Y gracias por habernos dado la oportunidad de haber crecido en fraternidad uniéndonos a nuestros hermanos mirobrigenses. Que el buen Pastor nos apaciente a todos y nos bendiga.
Florentino Gutiérrez Sánchez, vicario general
Salamanca, 8 de enero de 2022