20/03/2019
¿Cómo han sido los primeros meses de tarea como vicario de Pastoral tras el nombramiento?
El primer año es un tiempo de escuchar mucho a todos, cuanto más mejor. De ver, observar, rezar, pensar y no de hablar mucho porque no tienes criterios ni elementos, es bonito estar de aprendiz porque si no es hablar por hablar. Quiero tratar de hacerme con el latido profundo de la Diócesis, de su corazón apostólico, pastoral, conocerlo, amarlo y escucharlo.
¿Cuáles son sus principales retos?
Llevar a cabo las orientaciones de la Asamblea Diocesana, ser fieles a las distintas programaciones, a las prioridades de cada curso. Esta vicaría tiene mucho terreno adelantado, se ha trabajo mucho y bien en años anteriores. Se trata de ser fieles a eso, vivirlo, con fidelidad, creatividad, no se trata de hacer fuegos de artificio, hay que tratar de recoger lo que el espíritu ha ido soplando y poner en marcha las cosas como lo está haciendo Don Carlos, con rigor, dedicación, seriedad en cada una de las cosas. Si la Asamblea Diocesana dice que hay que renovar estructuras hay que renovarlas, y si hay que sacar adelante una nueva configuración de arciprestazgos hay que hacerlo, o una normativa para las cofradías, hay que hacerlo, eso no se improvisa, se hace. No es un trabajo rápido es de largo plazo.
Ha coincidido con sus Bodas de Plata como sacerdote, ¿qué ha supuesto?
Hacer una revisión de estos 25 años desde el asombro, la gratitud, de quedarme perplejo por la obra que Dios está haciendo desde mi pequeñez. Es un tiempo de gracia, de revisión del pasado y agradecido. Y para darme cuenta de que podría haber servido mucho más, y trabajado, estudiado, rezado, y entregado la vida y no lo he hecho. Es tiempo de pedir al Señor que me de fortaleza.
¿En qué momento nos encontramos tras la Asamblea Diocesana?
Justo ahora estamos madurando los reglamentos del Apostolado Laical, así como las normativas de las cofradías, la Delegación de Catequesis y Primer Anuncio, etc. También fue para adelante la Comisión del Acompañamiento, la del Día del Señor, con unas programaciones hermosas y sugerentes. Se está sacando adelante los Jueves de la Iniciación y también se está estudiando más a fondo sobre otros dos asuntos interesantes, como la revitalización apostólica del sacerdote de hoy, de cómo podemos animarnos, alentarnos para ser apóstoles y testigos del Señor con intensidad en este tiempo, junto a los laicos y religiosos, en la misión compartida. Y con los arciprestazgos se estudia una nueva intensidad y configuración que requiere la pastoral rural, para descubrir al hilo de la Asamblea Diocesana cómo implantar en el medio rural y urbano, porque nada de lo que se haga en lo urbano se tiene que dejar hacer en el campo, y al revés. Tenemos que darnos cuenta de una vez, con realismo, sin desesperanza, sin tremendismos, y darnos cuenta de la realidad que tenemos, mirar quiénes somos, quiénes vienen, con dos seminaristas, mirar para adelante, con muchos hermanos mayores. Y la misión que tenemos, y en el futuro, o sumamos hasta reventar o iniciamos caminos nuevos, misioneros, y en comunión de misión compartida como nos alienta el Papa Francisco y la Asamblea o nos ponemos en una tesitura de extinción, porque no se puede abarcar tanto.
¿Qué papel juegan las unidades pastorales?
El camino de las unidades pastorales está trabajado, asumido y decretado desde hace un montón de años, aunque aún no se está sacando. En enero de 2009, hace 10 años, se decretó tras un trabajo de tres o cuatro años, de forma seria y rigurosa, de arciprestazgos, se hizo un estudio a todos los niveles, tanto pastoral, social o económica, con un estudio inédito hasta entonces. Tuvo un consenso muy grande del clero, con un tiempo para hacer sugerencias, cambios, propuestas distintas, enmiendas, hubo tiempo para todo eso. Nadie puede decir que el plan se ha hecho arbitrariamente. Y se decretaron todas las unidades de pastoral, para la capital y provincia. Este panorama tiene futuro y es necesario, hay que hacerlo. En el mundo rural se está funcionado así. Tenemos que impulsar esto y está decretado.
Uno de los retos es hacer atrayente la vida de la Iglesia de hoy a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, ¿cuál es la situación actual? ¿Qué se está haciendo en Salamanca?
Vivimos en una sociedad cada vez más claramente de espaldas a Dios, tanto en el mudo rural como en el urbano, un vacío de Dios. Ocurre en la televisión, en la música, en el cine. ¿Dónde aparece Dios? La gente gestiona su vida, el sufrimiento, la muerte, las infidelidades, sus frustraciones sin Dios, y eso es cada vez más claro. Nuestro desafío enorme es parir hijos para Dios, la importancia de trabajar a fondo en la iniciación, nos lo jugamos todo en el primer anuncio. Al hombre y mujer hacerle atractivo el mensaje de Jesús en un primer anuncio, impactante, consolador, bello. La importancia del servicio de Patrimonio, la búsqueda de la belleza, de trabajar bien el primer anuncio. Y cada vez funciona menos las cosas por decreto, que hay que tener bien hecha la documentación, pero de poco sirve todo eso si después no se acogen con cariño, intensidad, como propias y lo que hay que pensar es que no va haber una acogida masiva, hay que hacer pequeños grupos que lo quieren acoger, un nuevo camino de iniciación cristiana, dinámica de primer anuncio, un nuevo camino para servir a los pobres. Generar pequeñas hogueras en el territorio diocesano que vayan abriendo camino. Cada vez las cosas van a ser más simbólicas, residuales, más pequeñas hogueras, y eso es una bendición.
**(Se puede leer la entrevista completa en la edición impresa de ‘Comunidad’, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca).
ACTUALIDAD DIOCESANA