19/10/2021
Jesús “en persona se puso a caminar” con los discípulos de Emaús. Es el primer sínodo, “Jesús camina junto a los hermanos”. Es una experiencia preciosa para vivirla en esta llamada que la Iglesia universal, a través del Papa Francisco, nos hace. ¿Pero qué nos está pasando que nos es tan imposible esta experiencia? Vamos a hacer un poco de reflexión sobre el momento actual (1).
En la vida rural, antes de la revolución industrial, los espacios de encuentros, caminos comunitarios, eran habituales y cotidianos. Las plazas, los mercados, las ferias, las fiestas, las procesiones, las romerías, el ir de un pueblo a otro… En las ciudades también, todavía lo vemos actualmente, sobre todo en algunos barrios. El parque, las plazas públicas, los bares, las calles peatonales,… todavía permiten el contacto, la conversación, el juego, el caminar juntos. Aunque se va haciendo cada vez más raro.
Lo habitual va siendo lo contrario. Tendemos, ya por inercia, a la privatización de la vida social. El uso del automóvil, “puedo ir con mi coche adonde quiera”; el aislamiento en mi piso, sin conocer a mis vecinos, es lo habitual; una “sociedad líquida” (Z. Bauman) que facilita la separación de los lugares de la residencia, del trabajo, del ocio, de la educación de los hijos, de la pertenencia social y hasta eclesial,… Los fines de semana son de una movilidad continua que aumenta el aislamiento y la individualidad en el entorno familiar y social. Además, el viaje, factor de encuentro en la antigüedad, se convierte en “algo rápido y solitario” (solos y en silencio en el avión, AVE) y sin ganas de relacionarte, la mayoría de las veces.
No digamos los “bloques de viviendas” que se crean para vivir “hacia dentro”, con entrada cifrada e interiores sólo para los propietarios… El sentido privatístico e individual crece. Las ciudades han experimentado un cambio grande (2). En el centro histórico de muchas de ellas está al servicio de lo económico y turístico, todo ello convertido en calles-comedor y tiendas souvenirs, como un mercado global, pleno turismo de masas que solo busca los tópicos de la ciudad. Y las urbanizaciones son el reflejo de una vida solitaria, de relación familiar exclusiva, y alejada de compartir cualquier código cultural comunitario. En no pocas ocasiones lugares sin memoria, sin identidad ni marcas, “no lugares” sin contacto y sin espacios comunitarios. La proximidad del pueblo, del barrio y de la ciudad, de las aceras y de los patios de la casas se debilitan.
Junto a esto, que lo vemos pastoralmente como un desafío, sucede ahora que todos personalmente, y en cada vivienda cada vez más individual y menos “caminante”, nos hallamos conectados a una red digital y a un móvil, como un enjambre (3). Es lo que llaman los sociólogos la “desmaterialización del espacio”. Hemos pasado de los lugares físicos (plazas, calles, caminos, bares, parques, trenes…) a los espacios de los flujos (ordenador, móvil, redes digitales…). El móvil se ha convertido en el “lugar” donde está y hacemos gran parte de nuestra vida. Lo digital nos tiene conectados, ¿pero es eso un estar juntos, caminar juntos, vivir juntos? Cada uno somos una terminal de múltiples redes, y las “conversaciones” no son narraciones sino informaciones, que ante todo cuentan, pero no crean vínculo. Somos amigos “contados” (Facebook), pero la amistad es otra cosa, es un camino juntos. Lo presencial es sustituido por lo virtual (4).
El pasaje de Emaús es un camino, un viaje, una conversación, alojarse en una casa, compartir una comida, una salida para el anuncio. El viaje es una metáfora universal del hombre y de la humanidad. El salida de Abrahán, los viajes de Ulises, las aventuras del Quijote… El viaje es una experiencia colectiva de encuentro, de contacto, de conversación y enriquecimiento mutuo. “Conversar camino de Emaús”. Los hombres “somos una conversación y podemos oírnos unos a otros” (Hölderlin). “Conversaban entre sí”, los discípulos de Emaús. Y el Peregrino forastero les incendió el corazón con su Palabra. Se “crea una presencia”.
¡Cuánto nos puede ayudar este relato de Emaús para vivir la sinodalidad! Aquí tenemos un “paradigma de sinodalidad” que nos puede ayudar a “caminar juntos”, a ofrecer espacios de presencia, de conversación, escucha y diálogo.
Apuntamos unas iniciativas de camino:
El relato de Emaús puede ser una fuente interminable de iniciativas de sinodalidad, de caminar juntos, más allá de reuniones, temas, programas… necesarios, pero insuficientes. Hay que crear “presencias en caminos vivos”. Lo necesitamos. Y salir a “recorrer” senderos y calles en los pueblos, los barrios, la ciudad; encontrarnos en camino, en presencias geográficas y humanas, no virtuales. “Es tiempo de caminar…” (Santa Teresa de Jesús).
Tomás Durán Sánchez, párroco de Doñinos de Salamanca.
[1]Cf. Agustín Blanco, Por el camino de Emaús: la sinodalidad en un mundo hiperconectado. Revista Sal Terrae 107 (Noviembre 2019) 887-900.
[2] Cf. José Ramos Domingo, Realidad urbana y parroquia: análisis y contraste, en A vueltas con la parroquia: balance y perspectivas, pág. 65-85. XVIII Semana de Teología Pastoral. Verbo Divino. 2008.
[3] Cf. Byung-Chul Han, En el enjambre digital. Herder. Barcelona 2014.
[4] No nos mueve una crítica radical a lo digital. “Hay muchos elementos positivos”, Cf. Santa Sede, Directorio para la catequesis, nn. 359-372. Roma 23 de marzo 2020.
[5] Cf. Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales, 63-64. Herder. Barcelona 2020.