20/03/2022
Llegamos hoy al tercer domingo de la Cuaresma, próximos ya al ecuador de este tiempo que se nos da, y que ojalá nos estemos dando, para acercarnos más a Jesús y celebrar mejor su Pascua.
Los que no entenderíamos nuestra vida cristiana sin la ayuda de las cofradías, porque en ellas se ha ido confirmando nuestra fe, atravesamos estas semanas con el gozo de quien espera, y es precisamente esperando como más disfrutamos la llegada de los días santos.
En la Palabra de Dios de este domingo Dios se nos muestra como la zarza ardiente que no se consume. Moisés, deslumbrado, descalzo al llegar a tierra sagrada, no se atreve a mirar, y es entonces cuando escucha la promesa que se cumpliría definitivamente en Jesús. Su Pascua es la verdadera libertad para el pueblo, la rotura de las cadenas del pecado y de la muerte.
Esto esperamos, esto ansiamos, esto tenemos la responsabilidad de anunciar los cofrades en las calles cada Semana Santa, en una tradición de siglos que es misión evangelizadora, testimonio valiente en medio del mundo. Desde este comentario dominical os animo a todos a acompañarnos desde la acera y también, a los que así lo sintáis como una llamada, a uniros a alguna de las muchas hermandades de nuestra Diócesis. Tenéis las puertas abiertas.
Cada cofrade, y en general cada cristiano, está enviado a ese anuncio, y aunque tantas veces parecemos ser como la higuera estéril del evangelio de hoy, Dios no deja de cavar en torno a nosotros y de abonarnos con su misericordia para que demos fruto.
Tomás González Blázquez, cofrade de la Vera Cruz