11/06/2021
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
La décima semana de la campaña #HazMemoria se centra en uno de los pilares de la Iglesia diocesana: su labor pastoral, con sus diferentes dimensiones y espacios, desde las parroquias, las delegaciones y servicios, etc. El vicario de Pastoral de la Diócesis de Salamanca, Policarpo Díaz, repasa la actividad desarrollada en un año marcado por la pandemia, pero que como resalta, “nos ha servido para crecer y aportar más creatividad”.
Este sacerdote diocesano divide este tiempo de pandemia en varias partes. La primera, desde el 14 de marzo y hasta junio, “donde vivimos confinados y donde hubo un parón de casi todo”, subraya. Sin embargo, recuerda que sí estuvieron abiertos los lugares donde se atendía a la gente para que pudieran vivir, y pone algunos ejemplos, Cáritas diocesana, la Pastoral Penitenciaria o el proyecto de Buenos Aires, entre otros. Asimismo, resalta la atención en el hospital o en el tanatorio, “unos momentos de servicio, de entrega y de vivir el evangelio compartiendo con los que más estaban sufriendo en ese momento”.
Policarpo Díaz destaca otro momento de pandemia, desde el mes de junio hasta el inicio del curso, “cuando empezaron a abrirse las iglesias, con el famoso tema de las restricciones, que a veces eran verdaderamente limitantes, como cuando pusieron por dos ocasiones a 25 personas en cada iglesia”. El vicario de Pastoral apunta otro momento complicado, “cuando cerraron perimetralmente la ciudad, y no se podía entrar a ella ni salir, no de la provincia, de la ciudad”.
Pero de todo lo vivido cree que de los límites, “aprendimos a crecer, a echarle creatividad, a servir el Evangelio con las dificultades propias que hemos tenido, primero como ciudadanos de este mundo, y segundo, como cristianos con dificultades pero con la creatividad y el arrojo necesario”. Desde su puesto de responsabilidad, admite haber vivido cosas “preciosas”, como por ejemplo, “ser testigo de gente muy valiente, atrevida, arriesgada, que verdaderamente no se ha asustado y ha plantado cara, respetando los límites, pero sin quedarnos de brazos cruzados”.
Y admite que aunque muchas cosas han estado paradas, “porque no podíamos tener reuniones”, la catequesis ha sufrido una reinvención. “Se ha tenido que hacer de otra manera”, subraya, como la catequesis virtual, a través de las tecnologías. Por otra parte, las celebraciones también se han retransmitido, sobre todo las diocesanas, para llegar a un mayor número de personas.
Díaz tiene claro que en este tiempo de pandemia, cada uno ha buscado la manera de hacerse hueco en medio de las dificultades, “y eso nos ha fortalecido”. Sin embargo, también admite que esta parálisis a algunas personas les ha afectado, “el miedo ha sido verdaderamente limitante, pero siempre hay testimonios que nos han llegado al corazón, de gente que no se ha quedado sin su eucaristía diaria”.
Por otra parte, lamenta que han perdido mucha gente de la celebración eucarística, “y no solo en el perfil de las personas mayores, también de mediana edad, e incluso jóvenes, que al estar un tiempo sin eucaristía ha generado como una distancia”. Pero el vicario de Pastoral confía en que todo esto se tiene que volver a recuperar, “tenemos que hacer un trabajo fuerte de volver a congregar el rebaño”, con esa tarea del pastor, “que tiene que volver a salir a por su rebaño, animarle, fortalecerle y curarle las heridas, “no podemos volver exactamente igual, como si no hubiera pasado nada”.
Y lanza una propuesta para que en todas las comunidades y delegaciones se haga una lectura creyente de la pandemia: “Que nos preguntemos qué ha pasado, cómo ha pasado el Señor, cómo nos ha ido hablando, y ver cómo podemos dinamizarnos para volver a pisar las huellas del Señor y a generar todos los dinamismos comunitarios y de discernimiento común para sacar adelante la evangelización”.
Por último, no quiere olvidarse de que estamos en un tiempo de evangelización en salida, “en el que tenemos que recuperar el espíritu misionero, donde tenemos que vivir con verdadera alegría nuestra fe, en la profunda renovación especial a la que nos invitaba la Asamblea, y a la vez, buscar caminos nuevos para llegar al hombre y a la mujer, que han quedado muy heridos y muy tocados por esta pandemia”.
Uno de los ejemplos de labor pastoral desde el arte es la del Servicio diocesano de Patrimonio Artístico, como apunta su responsable, el sacerdote diocesano, Tomás J. Gil, quien insiste en que se les ha encargado, “vigilar el patrimonio, cuidarlo, protegerlo y, sobre todo, en el mundo rural que se está quedando deshabitado, corriendo el riesgo de que se pueda perder ese patrimonio o que se pueda deteriorar”.
Entre las actividades, destaca el convenio con la Universidad de Salamanca, con un grupo de alumnos que están revisando el inventario que se hizo hace 20 años, “sobre todo en las zonas con mayor despoblamiento, como la de Ledesma, Vitigudino y Las Arribes”. Hasta la actualidad, como argumenta este responsable, ya tienen revisado más del 80% del inventario.
Por otro lado, desde lo material, se les encomendó que estuvieran al cuidado de las intervenciones que se hacen sobre las obras artísticas, su restauración. “Nuestra tarea es ayudar a las parroquias, a las instituciones, a las cofradías, o a las órdenes religiosas, que tienen un patrimonio artístico, para que puedan hacer una intervención correcta sobre ese patrimonio artístico tan rico”, determina Gil.
Además, están al tanto de la apertura de las iglesias en Semana Santa y en el verano, “para que estas iglesias sean enseñadas”, y además, uno de sus retos es que sean enseñadas no solamente desde el aspecto histórico o estilístico, “sino también desde su contenido y su mensaje de fe”.
La segunda tarea que tiene este Servicio de Patrimonio Artístico es valorar el patrimonio artístico desde la belleza y desde el mensaje de fe. “A través de las imágenes se abre un camino, que siempre lo ha hecho la Iglesia, pero sobre todo, en este momento de cambio de época, la belleza es algo a lo que la humanidad está siendo permeable, a través de la cual puede llegar la Buena Noticia de Jesucristo”, apunta. Este responsable cree que todo el arte que tenemos en la diócesis fue concebido con un fin de fe, “y como las huellas del Señor que ha dejado su Iglesia tras su seguimiento”.
En este sentido, recuerda la experiencia tienen una experiencia de hacer la evangelización a través del patrimonio artístico, que son los encuentros de Fe y Arte, iniciados hace ya quince años. “Este año debido al tema de la pandemia ha sido prácticamente imposible, porque no podemos reunirnos ni convocar a tanta gente por el riesgo que supone un contagio”, matiza. Pero en un futuro volverán a retomar el proyecto de Fe y Arte, y seguir con ese camino, “con el proyecto del Palacio Episcopal”.
Como responsable del equipo de Patrimonio Artístico admite que tienen mucha ilusión y ganas de seguir adelante, “con este camino de la evangelización”. Tomás Gil quiere que la gente sienta el patrimonio como expresión de su fe, “y como medio para que ellos puedan anunciar a Jesús a la gente que no le conoce actualmente”. Y que el arte sea quien ayude a descubrir que tras él, “está la Palabra de Dios, la persona de Jesucristo, una honda espiritualidad de encuentro con Dios, que eso a través de la fascinación, de la admiración que produce el arte podamos conectar con la humanidad de hoy y podamos entablar un diálogo gratuito con ellos”.
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