13/04/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Misa Crismal volvió a celebrarse este Miércoles Santo en la Catedral Vieja, tras los dos años de pandemia que obligaron a modificar el lugar de celebración. En esta ocasión, era la primera presidida por el actual obispo de la Diócesis de Salamanca, Mons. José Luis Retana, ante la presencia de la mayor parte del clero salmantino, que ha renovado sus promesas sacerdotales.
Esta celebración se denomina Misa Crismal porque en ella se consagra el Santo Crisma, con el que son ungidos los nuevos bautizados, signados los que reciben la confirmación y ordenados los obispos y sacerdotes. Además, el obispo bendice también los Santos Óleos, el de los catecúmenos, con el que se preparan y disponen para el Bautismo los propios catecúmenos; y el de los enfermos, que sirve para impartir el sacramento de la Unción a las personas enfermas o debilitadas.
En su homilía, Mons. José Luis Retana recordó que los sacerdotes iban a renovar sus promesas sacerdotales, “volviendo nuestra mirada agradecida, a aquel día tan feliz como inmerecido en el que el obispo ungió nuestras manos e impuso las suyas sobre nuestra cabeza, introduciéndonos en el sacerdocio de Jesucristo”.
Y recordó a los presbíteros, que dieran gracias, “por esta preciosa vocación que hemos recibido diciendo de nuevo sí al Señor que un día nos llamó”. Asimismo, les alentó a que reconocieran y pidieran perdón también “por los momentos en que lo hemos descuidado o vivido mediocremente”.
El prelado también les rogó que evitaran siempre, “como un gran pecado, la falta de comunión, el actuar como francotiradores, y que se introduzca en vosotros la cizaña de la rivalidad y la murmuración“.
Mons. Retana quiere afianzar la fraternidad sacerdotal, “la del obispo con sus sacerdotes, y la de todos los sacerdotes diocesanos entre sí”. Y pidió al Espíritu, “que nos otorgue un afecto humilde de unos por otros, sane las heridas de nuestra fraternidad y nos conceda entrañas de misericordia capaces de superar las posibles divisiones, formar un cuerpo y construir una familia”.
Y recordó al papa Francisco, “que pide que cuidemos la cercanía, la intimidad con Dios, el tiempo de oración personal, porque desde esta relación podremos obtener las fuerzas necesarias para nuestro ministerio“. Otra de sus invitaciones fue a tomar la pastoral diocesana, “como una tarea común llevada adelante colegialmente, poniendo cada uno en juego lo mejor de sí: su sensibilidad, su destreza y su sabiduría personal”.
Para hacerlo, insistió, se debe realizar en unidad fraternal con todo el Pueblo de Dios. “Codo a codo, sin clericalismos, impulsando y estimulando al laicado en un clima de discernimiento y sinodalidad, que nos ha pedido el Papa”, subrayó.
En cuanto a la bendición de los óleos y la consagración del Crisma, considera que “nos sitúa ante la urgente necesidad de acompañar a tantos hermanos que necesitan hoy el pastoreo del que nos ha hablado la lectura de Isaías y el Evangelio”, porque es consciente de que hoy, “las heridas de nuestros hermanos, las cadenas de sus muchas esclavitudes, sus cegueras, el desgarro de sus corazones, nos reclaman con audacia que seamos un anuncio de Buena Noticia que distribuye el bálsamo y el consuelo del Señor a quienes lo necesitan”.
El prelado no quiso dejar de agradecer la entrega de los sacerdotes, “como obispo y en nombre de toda la diócesis os agradezco vuestra ejemplar, fiel y generosa entrega a Cristo y a la Iglesia, en los diversos oficios y servicios pastorales desempeñados”.
Además, habló del óleo para los enfermos de cualquier dolencia; “óleo para los catecúmenos que comienzan a seguir a Cristo en la Iglesia; y Crisma que nos vuelve a consagrar en la pertenencia a Aquél de quien nos hemos fiado”.
Mons. José Luis Retana es consciente del trabajo de los presbíteros, “con las dificultades de la avanzada edad, o de la salud deteriorada, o de la excesiva tarea que supera muchas veces vuestras fuerzas. Otros habéis gastado ya bastantes años de servicio a la Iglesia sin dejar entrar el desencanto y sin haber olvidado el amor primero”.
Y habló de los más jóvenes, “que queréis entregaros con docilidad y generosidad, sin arrogancia, sabiendo que en esta entrega está el gozo del Evangelio”. También mencionó a los que han venido de lejos de su tierra, “para compartir esta bella tarea de pastorear al Pueblo de Dios en nuestra querida Diócesis”.
Por último, el pastor diocesano se refirió a las vocaciones sacerdotales, “debemos considerarlas un fruto principalísimo y necesario de la pastoral diocesana. Y cree que entre todos, “podemos colaborar en esta tarea con nuestro estilo de vida: evitando una vida desparramada y excesivamente a la intemperie y sensibilidades que rompen la comunión pastoral, cuidando el acompañamiento espiritual, el diálogo pastoral creativo y la fraternidad entre los sacerdotes y con el obispo”. Y pidió desterrar las actitudes derrotistas, “pongámonos a trabajar también en este campo, confiando en el poder de la oración”.
Mons. Retana invitó a “promover hasta en la más pequeña comunidad de nuestra Diócesis una corriente viva de oración con esta intención: “Envía, Señor, operarios a tu mies” (Mt 9, 38)” y a vivir “con alegría vuestro ministerio”.
“Pedid por mí para que sepa estar cerca de vosotros, sacerdotes, consagrados y Pueblo de Dios”, ha manifestado el prelado antes de concluir su homilía. “Pedid para mí el don de una paternidad que ayude a crecer y a desarrollar los carismas que el Espíritu ha querido derramar en cada uno de vosotros”. Al tiempo que ha tenido un recuerdo “cariñoso” para los hermanos enfermos y “los que nos han dejado”.
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