16/12/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
El “Ordo Virginum”, el Orden de las Vírgenes Consagradas, es una de las primeras formas de vida consagrada femenina en la Iglesia, cuyo origen se remonta a los inicios del cristianismo, y por el que las mujeres, sin abandonar sus hogares, se entregaban a Jesucristo.
Después se crearon otras formas de vida religiosa, como la vida contemplativa o en comunidad. Después del Concilio Vaticano II, se revitalizó, el 31 de mayo de 1970, con el apoyo del papa Pablo VI, cuando se promulgó el renovado rito de las vírgenes consagradas, retomando una de las vocaciones religiosas más antiguas.
En la Diócesis de Salamanca viven dos vírgenes seglares, Margarita Martín, y Luisa Antonia Rodríguez, a las que se unirá a partir de este domingo, 18 de diciembre, María Daniela Biló. Además, otra joven es candidata a consagrarse y se encuentra en formación, Mary Njeri Muthami.
Margarita Martín se consagró hace 24 años, con el obispo Mons. Braulio Rodríguez en la Casa de la Iglesia. “Este orden existe desde el principio de la Iglesia, y tiene sus raíces en el Evangelio”. Ella recuerda a dos hermanas consagradas ya fallecidas de la diócesis, Romanita y Josefina.
Durante toda su vida, ella sintió la vocación, “yo siempre buscaba el Señor, me sentía llamada a la intimidad con él, y por eso, a los 18 años ingresé en el convento de Las Dueñas, las dominicas, de clausura, pero por circunstancias de la vida tuve que salir a cuidar a mis padres”. Pasados unos años, Margarita Martín conoció el Orden de las Vírgenes Consagrada, “y me llenó por completo, cubría el ansia que yo tenía en el corazón, porque en el fondo es una vocación contemplativa, pero en el mundo”.
Finalmente, fue consagrada el 8 de diciembre de 1998 en la Casa de la Iglesia. En su homilía, Mons. Braulio Rodríguez recordó que esta forma de vida consagrada, “que en los primeros siglos de la historia de la Iglesia fue la primera y más típica consagración femenina: las vírgenes consagradas”. Ella inició en Salamanca el Orden de las Vírgenes, cuyo decreto y directorio se aprobó en la diócesis ese mismo año. En sus palabras, el prelado apuntaba que Margarita renueva en la Iglesia de Salamanca la vida de aquellas mujeres que consagraron su castidad a Dios, “embelleciendo el cuerpo místico de Cristo”. Y el obispo añadió que como en otras Iglesias, que también han aceptado la restauración del Orden de las Vírgenes, “Margarita es consagrada en Salamanca”.
El Orden de las Vírgenes es cien por cien eclesial y diocesana, “pertenecemos directamente al obispo, y no hacemos votos, ni se remuevan, porque se trata de una consagración para siempre, y no da lugar a renovaciones, esto es perpetua e irrevocable, es para siempre”, subraya Margarita.
Otro aspecto a tener en cuenta es que ellas desarrollan su trabajo en diferentes ámbitos, no tienen por qué estar vinculados a la Iglesia, y lo que tienen en común es la vida de oración, “la llamada a la vida esponsal, la pertenencia al Señor, eso sería común en todas”. Pero también admite que hay tantas vocaciones como vírgenes consagradas,”cada una vivimos de nuestro trabajo, realizamos una profesión concreta, y nos solemos reunir una vez al mes para rezar o para apoyarnos, para hacer algún retiro”. En España ya son más de 200 las vírgenes consagradas, donde destacan por número, Madrid, Barcelona o Andalucía, entre otras.
Otra de las vírgenes consagradas de la Diócesis de Salamanca es Luisa Antonia Rodríguez, natural de las Islas Canarias, que llegó de Barcelona hace 16 años. A la ciudad llegó por cuestiones universitarias, y el obispo, Mons. Carlos López, le asignó tareas en la Pastoral Universitaria, “de allí salieron muchas vocaciones, tanto a la vida contemplativa como a la religiosa activa, o el sacerdocio”.
Después, formó parte de un grupo de jóvenes profesionales católicos, unas 40 personas, que se reunían de forma periódica. En la actualidad, trabaja para la Archidiócesis de Valladolid, donde imparte clases de Teología dentro de la espiritualidad bíblica en el Centro de Espiritualidad. Ella fue consagrada como virgen seglar en Barcelona por el cardenal Ricardo María Carles y Gordó.
Luisa tiene claro que si volviese a nacer, “volvería a ser del Señor y a entrar en la vida consagrada si esa fuera su voluntad”. Ella no quisiera ser otra cosa, “me siento muy feliz y muy realizada”. Su vocación ya surgió en la infancia, “porque en mi familia se vivía intensamente la fe y también la vida consagrada, porque tenía algunos sacerdotes”.
Entre el grupo de vírgenes consagradas de la diócesis también está Mary, de Kenia, como candidata, que llegó a Salamanca hace 14 años al monasterio de las Salesas, donde ha estado en clausura 12 años, “a las que agradezco la formación, por la alimentación espiritual”. Esta joven da gracias al Señor por la vocación de Daniela Biló, “que la colme de sus gracias para que haga su voluntad”.
Para Mary es una suerte y una bendición que la diócesis tenga más de una consagrada, “que es una riqueza para la Iglesia”. Ella como candidata se deja llevar por la voluntad de nuestro Señor, “porque es el que llama a quien quiere y cuando quiere”. En su caso, quiere ser virgen consagrada porque así lo siente dentro de ella, “es mi deseo consagrar y hacer bien a la Iglesia siendo una hija de oración, trabajando, haciendo bien a la gente”.