05/04/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Para el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, la Misa Crismal es un “gesto de comunión”, donde se reúnen sacerdotes, personas consagradas y los fieles laicos. “Cada uno desde vuestro carisma, estáis dispuestos a vivir con fe este importante momento”. Así comenzó su homilía desde el ambón del altar mayor de la Catedral Vieja.
Además, recordó que la bendición de los óleos y la consagración del Crisma que a continuación realizaron, “nos sitúa ante la urgente necesidad de acompañar a tantos hermanos que necesitan hoy el pastoreo del que nos ha hablado la lectura de Isaías y el Evangelio”. El pastor de la Diócesis de Salamanca considera que las heridas de nuestros hermanos, las cadenas de sus muchas esclavitudes, sus cegueras, el desgarro de sus corazones, “nos reclaman que seamos un anuncio de Buena Noticia que distribuye el bálsamo y el consuelo del Señor a quienes lo necesitan”. Y anunció que el Señor, “también quiere ungir a su pueblo con el aceite de la consolación y de la esperanza“.
En relación a la renovación de las promesas sacerdotales, el obispo dio las gracias por esta preciosa vocación que han recibido, “diciendo de nuevo sí al Señor, que un día nos llamó”. Para el prelado, “los sacerdotes queremos renovar nuestro ministerio, reconociendo y pidiendo perdón también por los momentos en que lo hemos descuidado o vivido mediocremente”. E insistió en que ellos fueron llamados para ofrecer la vida por los hermanos, “llevándolos a Jesús, el único que cura las heridas del corazón”.
Mons. José Luis Retana recordó unas palabras del papa Francisco en su reciente viaje apostólico a la República Democrática del Congo, “donde nos invita a evitar en nuestra vida tres grandes tentaciones: la mediocridad espiritual, la comodidad mundana, la superficialidad“.
Y, ¿cómo vencer la mediocridad espiritual? “La prioridad de nuestra vida es el encuentro con el Señor, especialmente en la oración personal, porque la relación con Él es el fundamento de nuestra acción”, subrayó.
El segundo desafío es vencer la tentación de la comodidad mundana, “de una vida cómoda, en la que se tienen las cosas más o menos resueltas y se sigue adelante por inercia, buscando nuestro confort y dejándonos llevar sin entusiasmo”.
El obispo considera que de este modo, “se pierde el corazón de la misión, que es salir de los territorios de nuestro narcisismo para ir hacia los hermanos ejercitando, en nombre de Dios, el arte de la cercanía”.
Para Mons. Retana, el tercer desafío es vencer la tentación de la superficialidad. “Se necesitan sacerdotes y religiosos preparados, formados, apasionados por el Evangelio”, remarcó. Porque insistió en que la gente, “no necesita funcionarios de lo sagrado o profesionales distantes del pueblo”.
El pastor de la Iglesia en Salamanca aseguró en su homilía que están obligados a entrar en el corazón del misterio cristiano, “a estudiar y meditar la Palabra de Dios; y, al mismo tiempo, a permanecer abiertos a las inquietudes de nuestro tiempo, a las preguntas cada vez más complejas de nuestra época, para poder comprender la vida y las exigencias de las personas; para entender de qué manera podemos acompañarlas”.
En esta eucaristía del Miércoles Santo, su deseo es que se afiance la fraternidad sacerdotal, “la del Obispo con sus sacerdotes y la de todos los sacerdotes diocesanos entre sí”. Y pide al Espíritu que les otorgue un afecto humilde de unos por otros, “sane las heridas de nuestra fraternidad y nos conceda entrañas de misericordia capaces de superar las posibles divisiones, formar un cuerpo y construir una familia”.
E invitó a los presbíteros a caminar, “juntos viviendo nuestras diferencias en sinfónica armonía, participando en la misión de la Iglesia que constantemente nos hace salir de nosotros mismos para encontrarnos con los demás”. Porque aseguraba que si queremos dejar que Dios transforme nuestra vida, “la conversión que se nos pide es abrirnos a la comunión por la que Jesús derramó su sangre en la Cruz para unirnos al Padre y a toda la humanidad”.
Y la humildad que exige la conversión “es necesariamente fruto de la Cruz de Cristo y de la acción del Espíritu, tanto en las personas individuales como en la comunidad”.
Mons. José Luis Retana agradeció a los sacerdotes su entrega, “os agradezco vuestra fiel y generosa entrega a Cristo y a la Iglesia en los diversos oficios y servicios pastorales desempeñados, por vuestro servicio y por vuestro celo pastoral”.
“Gracias por seguir diciendo sí a la llamada recibida. Gracias de corazón, por lo que sois y lo que hacéis; gracias por el testimonio que dais a la Iglesia y al mundo”, les alentó. Y compartió su deseo de que sean siempre “canales del consuelo del Señor y testigos gozosos del Evangelio; discípulos del Amor dispuestos a curar las heridas de todos los que sufren”.
En cuanto a los ritos más propios de la Misa Crismal, se realizó la bendición del óleo de los enfermos al final de la plegaria eucarística; y el de los catecúmenos y el Santo Crisma, bendecido y consagrado después del rito de la Comunión. Todos esos gestos en las habituales ánforas de plata que se colocan a los pies del altar mayor de la Catedral Vieja.
En esta celebración participa un gran número de sacerdotes de la Diócesis de Salamanca, así como religiosos, consagrados y laicos. Junto al obispo de Salamanca, también concelebró el prelado emérito de Riobamba (Ecuador), Mons. Julio Parrilla.