El pasado 6 de diciembre, a las siete y cuarto de la mañana recibía una llamada telefónica de mi amigo Teófilo pidiéndome ayuda, pues se encontraba mal, y a las once ya estaba en la Residencia Diocesana. En ella permaneció hasta el lunes 17, que fue trasladado al Hospital Clínico donde fallecía el 21 del dicho mes.
D. Teófilo nació el veintiséis de junio de 1932 en La Mata de Armuña. Fue el hijo número octavo de los quince hermanos que formaron dicha familia. En este pueblo fue creciendo hasta que en torno a los doce años ingresa en el Seminario Diocesano, influenciado por D. Indalecio, párroco de Sequeros y D. Pelayo, párroco de Cantalapiedra. Se ordenó sacerdote el 3 de julio de 1955.
Su vida pastoral comienza en Alba de Tormes donde fue coadjutor y encargado de Amatos de Alba, pero durante un tiempo relativamente corto.
Es trasladado a Salamanca como coadjutor de San Juan de Sahagún, cuyo párroco es D. Santos Jiménez, del que aprendió mucho y, sobre todo, a visitar los enfermos en las siete clínicas particulares ubicadas en la amplísima parroquia de San Juan de Sahagún. De esta etapa me contaba muchas anécdotas, del trato con D. Santos y los compañeros coadjutores, de las que pueden dar fe los que compartieron con él ese mismo periodo.
Su etapa como profesor del Seminario Menor de Linares de Riofrío pasó por su vida tan rápidamente que de ella no solía hablarme nunca. También fue efímera la presencia de D. Teófilo como capellán de las Misioneras Seculares, en la ciudad ducal, en Las Navas del Marqués (Ávila). El paso por Vitigudino es bastante más largo, donde fue capellán de la Fundación “Inés Luna Terrero”, profesor en el Colegio “El Pilar”, y encargado de Moronta. En este periodo de tiempo fue arcipreste de Vitigudino.
Después de este peregrinaje aterriza en Salamanca y desarrolla su trabajo como jefe de personal de la Universidad Pontificia, durante un largo período de tiempo, siendo muy querido y estimado por la mayor parte de las personas que tuvieron la suerte de tratar directamente con él. Al mismo tiempo fue capellán de las Salesas Reales hasta primeros de enero del año 2018, durante cuarenta años. La pérdida de D. Teófilo ha sido muy sentida en dicha comunidad. Además, estuvo llevando el pueblo de Forfoleda y varias veces fue arcipreste de la Armuña.
Un hombre siempre dispuesto al trabajo y a actuar allí donde fuera preciso, también colaboró como diputado del Hospital de la Santísima Trinidad, colaborando con el personal y los médicos, entre los que hizo muchos amigos.
Creo que no se puede olvidar su paso por las oficinas del Obispado como colaborador de la Secretaría general. Donde quiero destacar su trabajo importante ordenando todas las Fundaciones, sacando cada dos meses el Boletín del Obispado y formando una o dos veces la Guía Diocesana.
En los veranos se retiraba un mes a descansar en el Santuario de la Virgen del Castañar, manteniendo una amistad estrecha con la comunidad de los Padres Teatinos, colaborando con ellos y compartiendo su estancia con muchos sacerdotes que también habían escogido este lugar para descansar.
En sus tiempos jóvenes se distinguió como un buen deportista y un entusiasta futbolista práctico, sobre todo por su velocidad. Otra de las cualidades era su buena voz y lo demostró participando en varios dúos. Su hermana Inés que estuvo en la Residencia diocesana también cantaba muy bien.
En la convivencia era muy amable, sabía escuchar y era prudente, por lo que con relativa frecuencia compartía mesa con hermanos sacerdotes, y a veces su sinceridad nos dejaba un poco descolocados. Era Teófilo.
Que Dios Nuestro Padre lo haya acogido en su Eterna Gloria. Descansa en paz, amigo Teófilo.
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