05/01/2021
Al acercarse la fecha del 6 de enero, siempre pensamos en los Reyes Magos. En el lenguaje de la calle, es el “día de Reyes”, es el día de los regalos, un día muy especial para los niños, un día que los medios no se cansan de adjetivar como “mágico”, haciendo un juego de palabras con los supuestos poderes de los tres monarcas que visitaron Belén para encontrar y adorar al Niño Jesús.
Nosotros hemos llamado al 6 de enero “solemnidad de la Epifanía del Señor”, que es, desde el punto de vista litúrgico, mucho más preciso y acertado, porque los cristianos no celebramos hechos históricos sin más, sino acontecimientos de salvación, de alcance universal y eterno o, mejor, el acontecimiento de salvación que ha sucedido en Jesucristo, en su encarnación, nacimiento, manifestación, vida pública, pasión, muerte, resurrección y envío del Espíritu Santo. Y vamos recorriendo, con el paso de los días y de los meses, un circuito en el que, tomando pie en hechos concretos como este de la visita y adoración de los magos, vamos poco a poco profundizando en el conocimiento de Jesucristo y adecuando nuestra forma vida al evangelio.
Precisamente el día de la Epifanía es el más adecuado para hacer el anuncio de las principales fiestas móviles del año, en las que se celebran los diversos momentos del misterio de Cristo, antes enumerados. El anuncio se puede hacer desde el ambón después de la proclamación del evangelio, como se explica en la última edición del libro de la sede.
¿Y qué es la “Epifanía”? Pues es la mostración, manifestación o aparición del Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, luz de los pueblos, que revela su gloria a toda la humanidad representada por los magos que fueron a adorarlo en Belén. Pero hay además otros hechos que se pueden calificar también de “epifanía” del Señor, como el bautismo de Jesús en el río Jordán, las bodas de Caná y la multiplicación de los panes. El episodio de los magos puede servir de inspiración para vivir un encuentro con el Señor, del que uno vuelve a sus quehaceres como los magos, “por otro camino”, es decir, convertido y transformado.
Los “magos de Oriente” representan a todas las gentes, los “gentiles”, los miembros de pueblos lejanos a la tierra de Jesús, que no esperaban al Mesías. Que estos magos según el evangelio de Mateo no fueran propiamente reyes no ha de servir para desdeñar la imagen más popular que de ellos se ha formado en belenes, cabalgatas, etc. De hecho, en la primera lectura de Isaías se menciona además de “los pueblos”, a “los reyes”, “camellos y dromedarios” y a los de Saba que “llegan trayendo oro e incienso”. El salmo responsorial también alude a un rey al que pagan tributo “los reyes de Tarsis y de las islas”, le ofrecerán dones “los reyes de Saba y de Arabia” y ante el que se postrarán “todos los reyes”. Todo ello evoca a la figura de los “reyes magos”.
Y un detalle poco conocido: en la procesión de ofrendas hoy se puede hacer una mímesis de la presentación de los dones de los magos llevando tres cofres junto con el pan y el vino (cf. Ceremonial de los Obispos, n. 240).