ACTUALIDAD DIOCESANA

25/08/2019

Fallece el sacerdote diocesano Luciano Sierra Rogado

El sacerdote Luciano Sierra Rogado falleció el pasado viernes 23 de agosto, a los 84 años de edad y tras 60 años de intensa y generosa labor pastoral.  Natural de la localidad salmantina de Villoria, fue ordenado sacerdote en Salamanca el 20 de diciembre de 1958.  La Misa por sus exequias se celebró el sábado 24 de agosto en la parroquia de Santa Teresa de Salamanca donde habitualmente celebraba la eucaristía. Fue enterrado en su pueblo natal.

 

En pleno tiempo de descanso, en silencio y con poco ruido, como su vida, parte para la Casa del Padre el sacerdote diocesano Luciano Sierra Rogado. Hijo de familia numerosa y plena de vocaciones religiosas y laicales, Luciano, como siervo fiel y prudente ha vivido su ministerio sacerdotal, desde el lejano 20 de diciembre de 1958 hasta hoy, con entrega generosa. Estrenó su sacerdocio en el Seminario de Asunción, en Paraguay. Prosiguió en Sotoserrano, donde aún es recordado con mucho cariño. Pero es como Párroco de Vitigudino y Majuges, donde se conoce más su actividad sacerdotal pues, durante muchos años, con alegría y algún sufrimiento, para así asemejarse más a su Señor, sirvió a los fieles de aquellas Parroquias. Años posteriores atendió, con la misma servicial dedicación, la parroquia de Aldeatejada y la Capellanía de las añoradas MM. Esclavas del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada, como en otro tiempo hiciera con las MM. Agustinas de Vitigudino.

Hombre bueno, gran compañero sacerdotal; amigo, confidente y hermano querido de los sacerdotes mayores. Acogedor, comprensivo y cariñoso con los más jóvenes, “acogiéndoles en las primeras tareas y responsabilidades del ministerio” (Cf. PO 8). Fue ejemplo de bondad, entrega humilde, evangélica y austera, para transparentar a Jesús, a quien predicó con voz fuerte y memoria prodigiosa. Testigos de ello son los sacerdotes, religiosas y fieles laicos con los que convivió en los distintos arciprestazgos por los que pasó, y sus condiscípulos, con los que conservó una entrañable fraternidad y amistad.

Gracias a tus hermanas María Ángeles y Elisa, que te han acompañado con amor familiar y con generosidad evangélica. Luciano, descansa en la Paz del Señor. Implora ante el Padre para que “en esta tierra reseca y agostada” (Sal 62, 2) venga el “agua” de las vocaciones que tanto necesita nuestra Iglesia local.

 

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