ACTUALIDAD DIOCESANA

24/01/2021

Homilía del nuncio apostólico en la misa conmemorativa de los 450 años de la octava fundación teresiana

Mons. Bernardito C. Auza, nuncio apostólico del Papa Francisco en España, ha presidido este domingo 24 de enero la eucaristía conmemorativa del 450 aniversario de la fundación del Convento de la Anunciación de Alba de Tormes por Santa Teresa de Jesús

 

La limitación de aforo vigente en este momento (25 personas) no ha impedido que esta eucaristía conmemorativa del 450 aniversario se haya celebrado de forma solemne en la iglesia del convento de las Carmelitas descalzas, y aunque ha sido a puerta cerrada, miles de fieles han podido seguirla en directo a través de 13TV. Junto al nuncio han concelebrado la eucaristía el cardenal arzobispo de Valladolid, Mons. Ricardo Blázquez; el obispo de Salamanca, Mons. Carlos López Hernández,  el administrador apostólico de la Diócesis de Ciudad Rodrigo y obispo emérito de Ávila, Mons. Jesús García Burillo; el provincial de los Carmelitas Descalzos, el P. Antonio Ángel Sánchez, ocd; el prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes y Salamanca, el P. Miguel Ángel González, ocd; y el P. Manuel Briñón, scj.

En su homilía, Mons. Bernardito ha agradecido la invitación de la comunidad carmelita de Alba de Tormes para participar en la celebración eucarística de acción de gracias por los 450 años de la fundación Teresiana.  “He querido venir para manifestar el aprecio del Papa por vuestra forma de vida tan importante para la vida de la Iglesia”, ha señalado el nuncio a las hermanas y hermanos de Santa Teresa, al tiempo que les ha agradecido su entrega “que edifica a la Iglesia y al mundo”.

El arzobispo filipino ha indicado que se trata de la quinta vez que visita el templo de la Anunciación y sepulcro de Santa Teresa de Jesús, y ha expresado que, “cuando uno viene aquí, siente que el alma se sobrecoge ante un mensaje tan profundo y tan sublime que parte del corazón”. Y añadió que se trata de un corazón visiblemente herido, “abrasado del amor de Dios y lleno del don de la sabiduría con el que Teresa se puso en camino hasta la plenitud en Cristo, confesándose aquí ‘hija de la Iglesia’”.

Al término de la eucaristía, el P. Miguel Ángel González ha agradecido la presencia en Alba de Tormes del nuncio apostólico y la de los obispos concelebrantes, así como del  Padre provincial de los Carmelitas, y ha leído la bendición apostólica que el Papa Francisco ha enviado por esta efeméride, y que dice así:

“Su Santidad el Papa Francisco otorga de corazón la implorada bendición apostólica a las Carmelitas descalzas del Monasterio de la Anunciación de Alba de Tormes y a todos los participantes en la ceremonia religiosa con motivo de los 450 años de la fundación de Santa Teresa de Jesús. E invoca por intercesión de María Santísima abundantes gracias divinas. Monasterio de la Anunciación. Alba de Tormes, 24 de enero de 2021”.

Ofrecemos a continuación el texto íntegro de su homilía:

 

HOMILÍA DE MONS. BERNARDITO CLEOPAS AUZA, NUNCIO APOSTÓLICO EN ESPAÑA, EN EL 450º ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE LA ANUNCIACIÓN DE ALBA DE TORMES POR SANTA TERESA DE JESÚS

Queridos Señor Obispo de Salamanca, Señor Cardenal Arzobispo de Valladolid, Señor Obispo Administrador Apostólico de Ciudad Rodrigo, Padre Provincial de los Carmelitas Descalzos, Padre Prior, Sacerdotes concelebrantes, Madres Carmelitas Descalzas, Señora Alcaldesa, Señor Teniente Alcalde, Señor Presidente de la Diputación de Salamanca, Señores Diputados Provinciales, todos los que os unís a esta celebración por los medios de comunicación, hermanos todos en Cristo…

Quiero expresar, en primer lugar, mi gratitud a toda la comunidad carmelitana en Alba de Tormes por la invitación a esta celebración eucarística de acción de gracias, con ocasión de los cuatrocientos cincuenta años de esta fundación teresiana, que se cumplirá exactamente mañana, del año de 1571. En el ofrecimiento, aprecio muy vivamente un signo de especial afecto, y en particular, de la profunda comunión eclesial que siempre el Carmelo ha tenido hacia el Papa, al que tengo el honor de representar en España. En su nombre, un saludo y su bendición en esta efeméride, como expresión de su paternal afecto.

Aquí vino como peregrino el Papa San Juan Pablo II, el primero de noviembre de 1982, cumpliendo así un profundo deseo. En su discurso dijo: “Aquí, en Alba de Tormes, fundó ella el monasterio de la Anunciación; aquí, naciendo a la vida eterna, vio cumplido su anhelo: “Que muero porque no muero”; y aquí sus gentes son depositarias del tesoro de sus sagradas reliquias. Para los albenses, velar las reliquias de la reformadora del Carmelo y venerar a la Santa castellana, constituyen su gloria y orgullo más grandes. Por esto no podía faltar mi presencia en este lugar… Estos encuentros de hoy – dijo – tienen para mí un particular significado… Santa Teresa de Jesús…, con San Juan de la Cruz, ha sido para mí maestra, inspiración y guía por los caminos del espíritu.” Oremos al Señor que Santa Teresa sea siempre también para nosotros maestra, inspiración y guía por los caminos de nuestra peregrinación hacia la vida eterna.

Por mi parte, pienso que esta es mi quinta visita a la tumba de la Madre. Recuerdo especialmente dos de mis visitas: en 1997, vine aquí con mi hermano y su esposa en una peregrinación carmelitana, visitando los Monasterios fundados por Santa Teresa de Jesús, siendo ellos de la Tercera Orden carmelitana. Y últimamente, en 2017, celebré la Misa en esta Iglesia, junto con más de 50 miembros de mi familia y unos parientes, atraídos por la figura de la Santa castellana.

En efecto, cuando uno viene aquí, siente que el alma se sobrecoge ante un mensaje tan profundo y tan sublime que parte del corazón. Un corazón visiblemente herido, abrasado del amor de Dios y lleno del don de la sabiduría con el que Teresa se puso en camino hasta la plenitud en Cristo, confesándose aquí “hija de la Iglesia”.

Así lo declaró la testigo M. María de San Francisco: Después de recibir el Viatico, Teresa repetía muchas veces: “¡En fin, Señor, ¡soy hija de la Iglesia!”. Sí. Andando por el camino y en el umbral de la muerte, Teresa fue convencida que Dios quiere establecer con nosotros un misterio de comunión que se llama Iglesia en la que, aquí en la tierra, si forma como “familia de Dios, extensión misteriosa de la Trinidad en el tiempo” (H. DE LUBAC, Meditación sobre la Iglesia, Madrid 1988, 190). Mediante el anhelo del cielo, Teresa descubre que esta realidad es un misterio de comunión que, tras la muerte, ya no se rompe ni se quebranta, que ya es para siempre, siempre, siempre.

San Pablo específicamente nos habla de esto hoy en la segunda lectura de este domingo: “El momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina”.

Teresa recibió gracias místicas que manifiestan el don gratuito que Dios hace a todos. En particular la Trasverberación, una “herida del amor – expresa ella misma al P. Rodrigo Álvarez – que sale de lo íntimo del alma…como unos deseos de Dios tan vivos y tan delgados, que no se puede decir…: y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios…”.

Dios busca poseer el corazón humano. Goza de poseerlo, para que nosotros comprendan con el corazón. “Entender con el corazón” es la base que nos enseña la palabra de Dios hoy y el ejemplo de vida de Santa Teresa. Porque “entender con el corazón” (1) nos recuerda la llamada, como la de los Apóstoles en Evangelio de hoy; (2) nos introduce en el camino de la conversión, como nos enseña la primera lectura; y (3) nos hace entender la vida en amistad con Jesucristo.

La llamada. El Evangelio de hoy nos habla de la voluntad del Señor que, para establecer su Iglesia en la tierra, designa a los doce que, no mucho más tarde, constituirá Apóstoles. En la llamada del Señor, los discípulos proceden a seguirle con la docilidad y el desprendimiento que proceden del amor. A partir de ese acto de amor, ellos ya no se pertenecían a sí mismos sino enteramente a Él, sintiendo la profunda felicidad de haber correspondido a su llamamiento con toda confianza.

La conversión, a la que se refiere la primera lectura con la predicación de Jonás, es también una expresión del amor. Aquel amor que, como dice el Cantar, es “dardo” que separa y mata lo que no es Dios: “es fuerte el amor como la muerte…sus dardos son dardos de fuego, llamaradas divinas” (Ct 8, 6). El movimiento de seguir a Cristo, no es tarea de pies, sino asunto del corazón, como exorta el Profeta Joel: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a… vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.” La verdadera reforma, entonces, no es tanto de las estructuras externas cuanto la conversión de nuestros corazones.

La vida en amistad con el Señor no es otra que la vida de oración. Porque la oración no es otra que el trato “de amistad con quien sabemos nos ama”, así define la oración Santa Teresa. La oración no es solo hablar con Dios, no es un monólogo de peticiones de nuestra parte. Por encima de todo es un diálogo, un coloquio que se caracteriza como una conversación amistosa, a semejanza de la que podemos tener con el mejor amigo. Una conversación que es frecuente, porque, después de todo, si realmente amas a alguien, te encantaría hablar con él o ella tan a menudo como puedas. Una conversación que es personal, de corazón a Corazón, amable y franca, confiada y abandonada en Él. Como enseña la experiencia de Santa Teresa, la oración nos enamora de Dios. Una vez establecida esta relación de amor recíproco, Santa Teresa asegura que se hace más fácil entrar en la oración, porque es el amor el que anima y nutre la oración.

Querido hermanos y hermanos de Santa Teresa, he querido venir para manifestar el aprecio del Papa por vuestra forma de vida tan importante para la vida de la Iglesia. Como nos enseña la palabra de Dios hoy, el punto de partida de vuestra vida no es lo cambiante, el ritmo de los tiempos y espacios siempre en movimiento, sino la mirada a la eternidad. Gracias por vuestra entrega que edifica a la Iglesia y al mundo. Que la Madre del Carmelo y el Bienaventurado San José, cuyo año jubilar estamos celebrando, bendigan siempre vuestros propósitos de seguir a Cristo fielmente en la plegaria incesante y en la vida de caridad fraterna. Que así sea.

 

Alba de Tormes, 24 de enero de 2021

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