10/05/2018
El impulso histórico de la defensa de la Inmaculada en 1618 por la Universidad, a través del voto del juramento, recoge un largo camino, plasmado en las representaciones artísticas de Salamanca.
Mientras los teólogos discutían sobre la Inmaculada, el pueblo fiel ya aceptaba el dogma desde sus sentimientos, reclamando a los artistas obras que lo plasmaran. Esta tarea no era nada fácil, de ahí que al principio se tomaron tres modelos existentes: El Árbol de Jesé (Isaías 11), el Abrazo de Joaquín y Anta ante la Puerta Dorada (Protoevangelio de Santiago) y la Tota Pulchra (Cantar de los Cantares y Apocalípsis). En la Catedral Vieja se encuentra el llamado Órgano de Salinas de la segunda mitad del siglo XVI, donde aparecen dos relieves con temática inmaculista: el Árbol de Jesé y la Tota Pulchra. De igual manera, en el Aula de Escuelas Menores de la Universidad, bajo el Cielo de Salamanca, encontramos también una Virgen de Felipe Vigarny de principios del XVI, perteneciente al retablo de la capilla de San Jerónimo, transformada de Asunción a Inmaculada al incorporar la luna creciente bajo sus pies. Y en el retablo de la Purísima aparece un lienzo de gusto boloñés del XVII, traído desde Nápoles, en el que Joaquín y Ana se abrazan ante la Puerta Dorada. Un ángel señala a la puerta, convertida en símbolo de la puerta del Paraíso, cerrada por el pecado y abierta por la gracia singular de María en su concepción.
En el siglo XVII la controversia inmaculista experimenta un gran auge en Salamanca. A la cabeza van a situarse los reyes Felipe III y Felipe IV, que pondrán en marcha varias embajadas ante el Santo Padre. Las delegaciones de Felipe III aconsejan al rey conseguir el voto favorable de las Universidades, Concejos y Órdenes Religiosas. Dado el prestigio de la de Salamanca, era indispensable que se pronunciase a favor. La respuesta no fue inmediata como en otras ciudades, los enfrentamientos entre franciscanos y dominicos hicieron que se pospusiese hasta el año siguiente. El 28 de octubre de 1618 se llevó a cabo el juramento en la iglesia de las Úrsulas, posiblemente ante la Inmaculada del retablo mayor, conservada en el coro bajo.
En la Universidad se conservan dos lienzos que recogen el juramento. El más antiguo perteneció al túmulo que preparó la Universidad para las exequias de Felipe III, pintado en 1621 por Martín de Cervera. El otro lienzo del juramento fue pintado en 1763 por el italiano Francesco Caccianiga para el retablo de la capilla de la Universidad, pues en 1760 la Universidad proclamó a la Inmaculada Concepción su patrona.
El alcance del voto inmaculista llegó también a los 35 colegios dependientes de la Universidad. Nos detenemos, a modo de ejemplo, en la fachada sur del Colegio de la Purísima Concepción de Niños Huérfanos, y en el Museo Provincial de Salamanca, en el que se encontramos un enorme lienzo de la Inmaculada de Andrea Vaccaro, destinada para el retablo de San Salvador de Oviedo. Del mismo modo, el Colegio de Calatrava, actualmente la Casa de la Iglesia, encargó a Goya un lienzo de la Inmaculada para el retablo de la capilla mayor, desaparecido durante la Guerra de la Independencia, cuyo boceto se conserva en el Museo del Prado.
Los apoyos mayoritarios a favor de la Inmaculada no lograron sofocar a sus oponentes, que lucharon apasionadamente en su contra. En la Catedral Nueva de Salamanca quedan dos huellas de esos enfrentamientos violentos. En 1660 se dispuso en el parteluz de la fachada principal una talla en piedra de la titular realizada por Juan Rodríguez. En una sede dedicada a la Asunción era normal que se pusiera una imagen de la Virgen María subiendo al cielo y siendo coronada, pero se aprovechó esta circunstancia para que apareciera también como Inmaculada, con la luna bajo los pies. Dos ángeles, a ambos lados, sostienen escudos con una inscripción, solo se conserva la que hace referencia a la Asunción, pues la de la Inmaculada fue destruida. Y la otra imagen de las disputas en torno a la Inmaculada es el lienzo de la Virgen del Desagravio, profanado en 1664 al clavarle un puñal en la cara. En desagravio el obispo custodió la pintura sagrada dentro de la Catedral Nueva en una capilla.
El voto del juramento de la Universidad reactivó a la sociedad salamantina, ser inmaculista se puso de moda, esto afectó a todos los estados eclesiales: conventos de monjas, órdenes religiosas, cofradías, parroquias… Hay dos conventos por su importancia inmaculista en el siglo XVII para Salamanca. Los dos dedicados a la Purísima Concepción: el de las Franciscas Descalzas y el de las Agustinas Recoletas. La imagen en piedra del siglo XVII, actualmente en el claustro del nuevo monasterio de las Franciscas, perteneció a la fachada principal de la calle Azafranal. Pero, sin duda, la obra cumbre de la Inmaculada fue la encargada en 1635 por Don Manuel de Zúñiga a José de Ribera, marcando un antes y un después en la iconografía de la Inmaculada. Las manifestaciones artísticas de la Inmaculada también llegaron a las cofradías. La escultura de Vera Cruz es realizada en 1622 por Gregorio Fernández; concebida con su característica forma triangular, símbolo de Dios Trinidad, muestra a María como la llena de gracia. Las imágenes de las inmaculadas llegaron también a las parroquias de Salamanca. La gran devoción de la Virgen de los Remedios de la parroquia de San Julián, hizo que se ornamentara como una Inmaculada: luna de cuarto creciente a los pies, rayos de sol a su alrededor y corona con doce estrellas. Aún así, no les bastó sino que encargaron para el ático del retablo un lienzo de la Inmaculada al madrileño José Antolínez, firmado y fechado en 1667.
En el siglo XVIII la Inmaculada no encuentra ninguna oposición, ni siquiera con los dominicos, cuyo lienzo de la sacristía así lo atestigua. Debido a esta explosión de aclamación inmaculista, el obispo y canónigos de la Catedral, encargan para el coro de la Catedral Nueva un Tota Pulchra. La imagen de la Inmaculada del siglo XVII, inspirada en las de Gregorio Fernández, destinada para el retablo de Antonio de Paz, se traslada a un tabernáculo sobre la silla central del obispo, y sobre el resto de los sitiales se despliegan un grupo de ángeles que sostienen escudos que contienen las letanías marianas.
Terminamos este itinerario con el gran monumento de Salamanca dedicado a la Inmaculada, el del Colegio de la Compañía, hoy Clerecía y Universidad Pontificia. Dentro del Aula General de Teología, hoy Aula Magna, preside una pintura que representa la sesión de defensa de la Inmaculada en el Concilio de Trento, firmada y fechada en 1746 por Juan Ruiz Soriano Tobar, discípulo de Murillo. Sin embargo, el gran monumento dedicado a la Inmaculada está fuera, sobre la fachada de la Iglesia del Espíritu Santo (1754), donde contemplamos la imagen de la Virgen que se alza triunfante sobre la ciudad.