20/06/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
En la celebración de la eucaristía se suceden diferentes gestos corporales y litúrgicos que tienen un significado profundo y que al realizarlos, realzan nuestra participación en la misa. Cada mes, el sacerdote diocesano de Salamanca y delegado de Liturgia, Emilio Vicente de Paz, explica su significado a través de unos vídeos que ayudan a comprender cuál ha de ser la postura litúrgica correcta en cada momento.
En este mes de junio, se ha publicado la segunda entrega de esta serie de vídeos que lleva por título: “La Liturgia de cerca”, y que en esta ocasión, se dedica a la postura de arrodillarse. Vicente de Paz recuerda que la Instrucción General del Misal Romano, en su número 43, señala que los fieles “estarán de rodillas durante la consagración, a no ser que lo impida la enfermedad o la estrechez del lugar o la aglomeración de los participantes o cualquier otra causa razonable”.
“Ahora se entiende por qué algunas personas no se arrodillan”, subraya el responsable de liturgia, “por causa de la debilidad a causa de la edad o la enfermedad, o por no haber espacio”. Aunque afirma que si no hay ningún impedimento, “es bueno y aconsejable arrodillarse”.
También aclara cuál es el momento exacto de arrodillarse durante la consagración, que es “cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el cáliz para invocar al Espíritu Santo”.
E indica algunos ejemplos de las plegarias más frecuentes que se emplean para ese momento, como la segunda, “en la que el sacerdote dice: ‘Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad’ y en ese momento junta las manos y las extiende sobre las ofrendas”. En ese instante, “se pueden hacer sonar las campanillas como señal de lo que va a suceder, y el sacerdote continúa diciendo: “Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu””.
Para entonces, los fieles deberán estar de rodillas, “porque en esa postura se expresa mejor la actitud de súplica intensa (“te pedimos”) y al mismo tiempo de adoración“, afirma Emilio Vicente de Paz.
Este responsable advierte que el momento de levantarse es cuando “se han consagrado el pan y el vino, justo antes de la aclamación ‘este es el sacramento de nuestra fe’ o similar”.
Algunas personas pueden pensar que ponerse de rodillas es una postura indigna, y al respecto, Emilio Vicente afirma que más bien “es una objeción que a veces se pone, o más bien una excusa”. Señala que en la Biblia, la palabra griega “proskynein” (postrarse, arrodillarse), se encuentra “59 veces, 24 de ellas en el Apocalipsis, el libro de la liturgia celeste, y traduce un modo nuevo de relacionarse con Dios, que transforma la cultura”.
Ponerse rodillas “es un gesto corporal, portador de un sentido espiritual, el de la adoración, sin la cual el gesto no tendría sentido”. El responsable diocesano de Liturgia considera que arrodillarse deja de tener sentido “cuando se convierte en pura exterioridad, en un acto meramente corporal”, pero también “cuando la adoración se reduce únicamente a la dimensión espiritual, mental, sin encarnación”. El acto de la adoración se desvanece, “porque la pura espiritualidad no expresa la esencia del hombre”, determina este responsable. Por ello, incide en que doblar las rodillas en la presencia del Dios vivo, “es algo irrenunciable”.
Emilio Vicente comenta que quizá la cultura moderna, “que se ha alejado de la fe, no comprenda el gesto de arrodillarse, porque no conoce ya a aquel ante el que debemos arrodillarnos”. Pero donde se haya perdido este gesto, “hay que recuperarlo para permanecer con nuestra oración en comunión con los apóstoles y mártires, con todo el cosmos y en unidad con Jesucristo mismo”.
Y recuerda cómo en los Días de la Diócesis (DED) previos a la JMJ de 2011, “pudimos comprobar cómo los jóvenes de otros países europeos o asiáticos no tienen ningún reparo en arrodillarse”.
Aquellas personas que no pueden arrodillarse durante la consagración pueden expresar esta actitud de adoración o súplica mediante “una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión, después de la consagración, dos veces: al pan y al vino”, tal y como se indica en la Instrucción General del Misal Romano.
“La inclinación es un gesto más fácil para las personas impedidas, que también expresa de alguna manera la actitud adorante y suplicante”, afirma Vicente de Paz. Ya que “la actitud y la postura van ligadas. Y cuidar las posturas es un buen modo, aunque no el único, de cultivar las actitudes interiores”.