ACTUALIDAD DIOCESANA

10/02/2022

La misericordia del Padre

El sacerdote Andrés Pinto Barbero es capellán en el hospital de Salamanca. En este artículo reflexiona en la segunda obra de misericordia corporal: “Dar de comer al hambriento” y hace un llamamiento a acompañar y “sanar” la soledad y tristeza de nuestros enfermos.

-Dar de comer al hambriento- Mt 14, 13-21

 

Vivida la misericordia de Dios Padre desde un corazón que ama, no puede, por menos, de suscitar admiración y grandeza porque esa bondad tan admirable que nace de su Amor de Padre sobrepasa la pequeñez de todo amor humano; pero cuando esa experiencia de ser amado se vive desde un amor inmaduro puede resultar extraña y provocativa.

Esto fue lo que provocó Jesús al leer, en la sinagoga de Jerusalén, el pasaje del libro de Isaías donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva… y proclamar un año de gracia del Señor… y comenzó pues a decirles: esta escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy”. Esta afirmación de su bondad sigue suscitando en la gente y en mí mismo, la típica pregunta que suena ya a cantinela: “Siendo Dios tan inmensamente bueno y poderoso “¿por qué todavía hay sufrimiento, guerras, hambre, enfermedades…?”.

No es fácil dar una respuesta persuasiva a esas personas que todavía no han sentido ese Amor entrañable, por ello tenemos que abrazar la misma Palabra de Dios porque es en ella dónde encontraremos la clave para esa respuesta. Precisamente ese episodio de la multiplicación de los panes nos ofrece una magnífica clave interpretativa cuando en el versículo 16 nos dice: “dadles vosotros de comer” y es, efectivamente en esa participación en la Misión de Jesús de anunciar la Buena Nueva donde encontramos la respuesta: Es necesario que sigamos colaborando, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús y en la medida de nuestras posibilidades, en la implantación del Reino de Dios en medio de nosotros.

Tú como yo, no podemos remediar todo el hambre del mundo pero sí podemos ofrecer nuestro pan a esa persona que se cruza en nuestro camino y no tiene. Tú yo no podemos acabar con todas las guerras que matan al mundo, pero sí podemos crear pan en nuestro entorno. Tú y yo no podemos acompañar y asistir a todos los enfermos del mundo, pero sí podemos “sanar” la soledad y tristeza de nuestros enfermos.

Practicar la misericordia es una tarea muy querida por Jesús. Él mismo lo hizo incansablemente, y desde luego, es también, la única manera de ir construyendo en medio de nosotros un mundo Nuevo.

Andrés Pinto, capellán del Hospital Clínico.

 

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