ACTUALIDAD DIOCESANA

23/12/2020

“La Navidad es el tiempo para vivir este misterio desde la ternura”

El vicario de Pastoral de la Diócesis de Salamanca, Policarpo Díaz, resume en tres puntos su sencillo mensaje de Navidad, en un tiempo sensible de pandemia

 

“Un primer punto es caer en la cuenta de un Dios que entra en nuestra historia, sometiéndose a todos los condicionamientos humanos”, subraya. Y piensa que, “hora que estamos viviendo tantos condicionamientos, pues descubrir a Dios en ellos”. En segundo lugar, quiere que se descubra la luz en medio de la noche de la humanidad. Por último, se centrará en una invitación a coger a ese Niño en la mano, “ponerlo en el pecho y darle un beso”.

1. Un Dios entrando en nuestra historia

Policarpo Díaz hace referencia en su primer punto a un Dios entrando en nuestra historia, “un Dios sometiéndose a todas las condiciones y condicionamientos humanos”. Entre ellos, los biológicos, como la gestación, el parto, el nacimiento o el amamantamiento. “Si hubiera habido un virus y una pandemia en aquel tiempo, el mismo Dios hubiera estado expuesto al contagio, al confinamiento, etc.”, explica.

Asimismo, los condicionamientos históricos, de un tiempo concreto, no otro; “un lugar concreto, no otro; una época histórica y no otra”. Díaz asegura que con un sistema político dominante, con unas consecuencias para el pueblo y para la fe. “Y una expresión de todo ello son los condicionamientos legales de los que Lucas nos da fe en medio de un proceso de censo y de empadronamiento para tener mejor controlado el poder romano al pueblo y poder legislar mejor y administrar mejor los impuestos”, reafirma.

En este sentido, asegura que esos tres condicionamientos: biológicos, históricos y legales, “y todos los detalles del relato de Lucas que leeremos en la misa del Gallo, son importantísimos, matices sutiles, y valiosísimos para entrar en el fondo de este misterio humilde de amor”.

2. Descubrir la luz en medio de la noche de la humanidad

En segundo lugar, Díaz relata cómo en medio de la noche de la humanidad que habitaban tierras de sombras, “las sombras del pecado, las de las diferencia entre los seres humanos (de las clases sociales, los ricos y los pobres, los sometidos y los dominados, los últimos de los últimos); las sombras de la insolidaridad, de las puertas de la posada cerrada, y de los pastores pasando la noche al raso; las sombras del imperio azotando con fuerza y con su dominación”. Por otra parte, habla de las sombras de las pestes, las enfermedades, las hambrunas, los exilios, los destierros,… pero que en medio de todas esas sombras y todas esas noches, “una luz nos brilló, el misterio de amor, el misterio de luz, el misterio de vida, misterio de misericordia, de ternura y de alegría”.

3. Coger al Niño en la mano, ponerlo en el pecho y darle un beso

En su último punto, el vicario de Pastoral considera que no podemos vivir unas navidades rígidas. “La Navidad es el tiempo para vivir este misterio desde la ternura, y por eso, coge al Niño, ponlo en tu pecho, dale un beso, después si quieres lo desinfectas, pero dale un beso, bésale tiernamente, hazle carantoñas, dile cosas graciosas que broten de tu corazón”, invita. Se dirige a la comunidad diocesana y les plantea soltar la rigidez de una fe anquilosada en el miedo, “en el falso respeto en la distancia, en las fórmulas racionales y teóricas, y juega con el Niño, que despierte toda tu ternura”.

“Que este Niño te haga recuperar tu infancia. No le tengas miedo, porque no es más que un niño, un niño que es Dios, se dice pronto”, interpela Díaz. Y lo describe como un misterio inmenso, “gigantesco de amor, algo inaudito, algo inédito en la historia de las religiones”. Policarpo Díaz habla de un Dios con pañales. “Un Dios que se hace “pipí”. Un Dios que necesita la “teta”. Un Dios que no se ha disfrazado de hombre, que es hombre, con todas las consecuencias y con todas las características de la humanidad menos el pecado”, elogia. Se trata de un Dios, bajo su punto de vista, “que se ha bajado hasta el pesebre donde no nacen las personas, más abajo que los pastores que eran los últimos de los últimos”.

Por último, admite que aunque tengamos que vivir unas navidades más sobrias en los social, “quizás sea esto una bendición, para que podamos ahondar en el misterio, para que podamos dedicar más rato apagados los ruidos de la calle, los ruidos de las fiestas, los ruidos de los brindis, y que podamos orar, hacer silencio, meditar, acoger, gozar y dejarnos iluminar por este misterio”.

E invita a poner flores, “poner luz, canciones, no cantarlas este año, este año no podemos, pero sí poner canciones y todo nuestro corazón de fiesta porque Dios se ha hecho uno de los nuestros para salvarnos”.

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