26/10/2018
Pilar Alonso Bazo. Servicio Diocesano de Misiones | Cada año, el Secretariado de Propagación de la Fe, propone “El DOMUND al Descubierto” a una Provincia eclesiástica o Región pastoral. A Salamanca se nos pidió organizar: La Noche Joven del DOMUND.
Carlos, que desde el principio se entusiasmó, nos ayudó a llevarlo adelante y propuso trabajar juntos Delegación diocesana de Enseñanza, el Servicio Misionero y Raúl Izquierdo, del que todos conocemos su creatividad, capacidad organizativa y sus dotes escénicas.
Nos pusimos manos a la obra con el deseo de que a ritmo de Rap, Hip hop… pudiésemos desafiar a los jóvenes a CAMBIAR EL MUNDO. Cambiarlo porque es su mundo, está en sus manos, no deben creer que son los otros quien lo deben y pueden hacer. El mundo está enfermo, sus enfermedades tienen nombre: guerras, hambre, corrupción, violencia, injusticias…
Las enfermedades del mundo son serias pero no son de muerte, sobre todo porque hay hombres y mujeres que en todo el mundo luchan por un mundo mejor, solidario, fraterno. Entre estos valientes están los 12.000 misioneros españoles, entre los que hay unos 250 salmantinos.
La presencia de los misioneros en los cinco continentes, cambia vidas, son presencia de Evangelio, generan fraternidad, aportan sueños de futuro. Son signo de acogida, de perdón, provocan cambios, modelan historias, miran con ojos bondadosos, ven posibilidades donde hay imposibles. Creen en Dios y en sus manos creadoras, se dejan llevar por el Espíritu que les hace ir cada vez mas lejos y son presencia del estilo de vida de Jesús de Nazaret que pasó haciendo el bien.
Esto es lo que nos transmitieron con sus testimonios, Pilar (Hermana de la Consolación) que experimentó la alegría de la vida en la profunda pobreza e inestabilidad de Ruanda. Eva y Alberto (matrimonio y profesores de Teresianas) que a través de su experiencia de verano en Ecuador nos hicieron ver como la educación y los valores de la fe levanta vidas. Por último, Rubén (Licenciado en Derecho y trabajando en su doctorado) nos ganó el corazón, cuando nos transmitió que a pesar de sus dificultades visuales y motoras, ha ido durante cinco veranos a Perú, para devolver con su ayuda a otros la que él ha recibido de su familia, amigos, compañeros de carrera, de deportes…”Si yo con mi discapacidad he podido vivir esta experiencia, todos podéis”-nos dijo-. Nos llamó la atención para que valorásemos los privilegios que aquí tenemos y también nos compartió cómo en la pequeña y pobre aldea de Santa Sara le habían transmitido una fe viva, alegre, trasladada a la vida.
Gracias a ellos, gracias porque tocaron nuestro corazón, porque nos desafiaron al compromiso de ser protagonistas en el cambio del mundo.
Gracias también a D. Carlos, nuestro Obispo, que de forma espontánea, cercana y entrañable nos animó a la misión y nos envió a poner el mundo en nuestras manos, a sentirlo nuestro, a salir de nuestra zona de confor, calzarnos las botas, (como dice el Papa Francisco) y vivir desinstalados saliendo al encuentro de los demás.